Viaje por un desierto de cenizas humeantes
Un recorrido por los pueblos afectados en el incendio de Guadalajara revela la magnitud de la tragedia y sus terribles consecuencias
El resplandor de la noche se convirti¨® en una densa cuerda horizontal de humo que coronaba todo el monte a la ma?ana siguiente. Desde la N-211 se pod¨ªa recorrer ayer en paralelo ese frente noreste del incendio que ha acabado con la joya de estas tierras alcarre?as: el pinar. El mismo que llevan como apellido muchos pueblos de la zona: Alcolea (del Pinar), Ciruelos (del Pinar), Anguita (del Pinar), Torremocha (del Pinar)... Pero la inc¨®gnita angustiosa segu¨ªa sin resolverse: ?Qu¨¦ habr¨ªa ahora detr¨¢s del monte, detr¨¢s de aquel humo, detr¨¢s de aquel resplandor?
"No vino nadie, no vino nadie", repet¨ªa un treinta?ero al que la indignaci¨®n y la rabia no le dejaban ni decir su nombre. Armado con unos alicates, arrancaba a golpes y al ritmo de sus lamentos las varillas de madera de la verja de su casa: quemadas. Recog¨ªa con un rastrillo compulsivamente las ascuas a¨²n humeantes de su jard¨ªn: quemado. Apilaba los troncos de sus ¨¢rboles: quemados. Hab¨ªamos llegado a Ciruelos del Pinar, uno de los primeros pueblos evacuados ya el s¨¢bado por la tarde, cuando empez¨® a percibirse la virulencia del fuego y las adversas condiciones meteorol¨®gicas, caracterizadas por un viento implacable, auguraban que aquello iba a m¨¢s y que llevar¨ªa tiempo. "Nos evacuaron pero nadie mand¨® ayuda. Vimos c¨®mo el pueblo y nuestras casas se quedaban solas, abandonadas, y tuvimos que venir a defenderlas nosotros, a escondidas", comentaba otro vecino con acento argentino y l¨¢grimas en los ojos, que se neg¨® tambi¨¦n a dar su nombre. "A m¨ª no me vais a ver llorar", dec¨ªa enojado. El ruido del motor de uno de los aviones interrumpi¨® la conversaci¨®n: "Ahora vienen... cuando ya no hay nada que hacer, cuando todo est¨¢ perdido. Si quieres saber qu¨¦ ha ocurrido sube al mirador, a la Pe?a de la guarnici¨®n", dijo mientras se daba la vuelta y se iba.
"Se pod¨ªa haber evitado si ayer hubieran estado los medios que trajeron hoy", dice una vecina
"No se deb¨ªa haber permitido encender un fuego en un d¨ªa tan malo", seg¨²n un alcalde
Y el panorama es desolador. Desde la caseta del guarda forestal se divisa gran parte del pinar. Miles de ¨¢rboles quemados, ladera, tras ladera (cerca de 8.000 hect¨¢reas, seg¨²n los datos oficiales). El suelo carbonizado, caliente y humeante, en ascuas. El olor intenso. Una mezcla de le?a quemada y resina. "Son todo pinos resineros", dice Jes¨²s L¨®pez, el alcalde socialista de este pueblo desde hace 10 a?os. A sus 75 a?os, gran parte de su vida ha corrido en paralelo a la del pinar. "Fui resinero durante 30 a?os y luego trabaj¨¦ en las repoblaciones. La resina es como la p¨®lvora", dice. "Yo no he visto nada igual en toda mi vida y he visto y sofocado muchos incendios en esta zona. Pero ni aproximaci¨®n. Iba a pasos agigantados. Esto parec¨ªa el infierno", asegura con cara de incredulidad. Pero ¨¦l opina que nada se pod¨ªa hacer: "Aunque hubieran venido m¨¢s hidroaviones no habr¨ªan podido descargar porque era imposible acercarse a la zona con tanto humo. Lo que no se deb¨ªa haber permitido es encender un fuego en un d¨ªa tan malo. Es incendio seguro".
Ayer por la ma?ana, varios veh¨ªculos funerarios, adem¨¢s de vecinos, funcionarios del ayuntamiento y periodistas, esperaban a la entrada de Riba de Saelices la llegada de los cad¨¢veres. Sin embargo, un cambio de planes de ¨²ltima hora, llev¨® al helic¨®ptero que hizo las tareas de rescate directamente a Guadalajara. "Estaba previsto que vinieran aqu¨ª primero", comentaba el alcalde, Jos¨¦ Luis Samper (PSOE), que llevaba dos d¨ªas sin dormir y haci¨¦ndole frente al fuego junto con los vecinos y los retenes. "Reaccionamos con toda la rapidez que pudimos. En media hora est¨¢bamos all¨ª con un ret¨¦n, pero lo ¨²nico que pudimos evitar es que el fuego llegase a los campos de cereales y cercara el pueblo. Los helic¨®pteros no tardaron tanto en llegar, pero uno se averi¨® y tuvo que volver a la base y otro perdi¨® la cesta. Eso hizo que durante una hora nos qued¨¢semos solos, con las m¨¢quinas y los equipos de tierra. No se pudo hacer m¨¢s de lo que se hizo", dice. "La culpa no hay que buscarla en la falta de medios sino en los autores de un fuego improcedente y temerario que ha costado vidas humanas", sentenciaba ayer.
En el pueblo, en cambio, la gente se arremolinaba criticando la torpeza de los medios utilizados y lamentando las muertes. "No hay derecho. Hemos perdido nuestro pinar y, en parte, su sacrificio nos ha salvado de pasto de las llamas. Estoy harta de llorar pero tambi¨¦n siento rabia, porque esto se pod¨ªa haber evitado si ayer hubieran estado todos los medios que han tra¨ªdo hoy. Cuando ya se han muerto 11 chiquillos", sollozaba Marcelina en la puerta de su casa.
Pero por la tarde todav¨ªa permanec¨ªan varios frentes activos. Uno de ellos en otro de los pueblos evacuados, Santa Mar¨ªa del Espino, a pocos kil¨®metros de Riba de Saelices, el pueblo por el que, horas antes de la tragedia, pas¨® el ret¨¦n de Pedro Almancha, el veterano guarda forestal de Cifuentes que perdi¨® la vida junto a sus 10 hombres. All¨ª los vecinos segu¨ªan luchando contra el fuego monte arriba. El ajetreo era continuo. M¨¢quinas para abrir cortafuegos, camiones de bomberos, todoterrenos con vecinos que participan en las labores de extinci¨®n. "Se han reavivado un par de focos", comentaba Oscar Gal¨¢n, el alcalde de esta localidad perteneciente al ayuntamiento de Anguita. "Tuvimos que contratar las m¨¢quinas nosotros mismos con una empresa privada de Guadalajara porque por m¨¢s que llam¨¢bamos ayer al 112 cuando las llamas ya estaban a escasos 100 metros del pueblo, y ya hab¨ªamos sido desalojados, aqu¨ª no ven¨ªa nadie. Y lo mismo tuvo que hacer el alcalde de Luz¨®n", cuenta sobrepasado tras d¨ªa y medio optimizando los escasos recursos disponibles.
Pablo, el hermano de Andr¨¦s Cabada, el alcalde de Luz¨®n, tambi¨¦n socialista, permanec¨ªa ayer a la entrada del pueblo esperando para recibir nuevas instrucciones. "Mi hermano sigue en el monte.Ahora ha subido a repartir bocadillos a la gente que est¨¢ en los retenes. Esto a¨²n no se ha acabado y nos hemos salvado de milagro", dice se?alando las huellas de las llamas que bordean el pueblo. A mediod¨ªa, hab¨ªan regresado todos los vecinos que hab¨ªan permanecido evacuados y alojados en Alcolea desde el domingo por la tarde.
Los padres de Sergio Casado, uno de los j¨®venes fallecidos, que trabajaba con el cami¨®n del ret¨¦n de Cogolludos, son de este pueblo que cierra el ¨®valo que formaba el pinar y que, como el resto, lo integran un peque?o n¨²mero de bonitas casas de piedra bien juntitas. Todos ellos han pasado de encontrarse inmersos en un paraje id¨ªlico y frondoso, plagado de corzos, jabal¨ªes, ardillas, tejones e incluso gatos monteses, a verse rodeados por una especie de desierto de cenizas humeantes. Antes, los pueblos del pinar; ahora, los pueblos del infierno.
El lugar donde empez¨® todo
Las caprichosas huellas del fuego, que han abrasado zonas enteras y dejado peque?os oasis entre medias, nos conducen hasta Riba de Saelices, el lugar donde empez¨® todo el mediod¨ªa del s¨¢bado. All¨ª, en lo alto de una colina, est¨¢ la famosa Cueva de Casares, la que fue a visitar ese grupo de nueve excursionistas que luego opt¨® por hacer una barbacoa pese a las advertencias de Emilio Moreno, el guardi¨¢n y gu¨ªa de la cueva desde que era un ni?o y acompa?aba a su padre y a su abuelo a ver los grabados, las estalactitas y las estalagmitas. ?l mismo les ense?¨® la cueva aquella ma?ana.
Su aspecto ha cambiado sustancialmente desde entonces. Est¨¢ cerrada a cal y canto y se ve c¨®mo fue acosada por las llamas. A los pies de la colina est¨¢ el comedero con las barbacoas, ahora calcinadas. Y la poza en la que se ba?aban los visitantes cuando se percataron de que el fuego se propagaba campo a trav¨¦s. Y un poco m¨¢s adelante el lugar de la gran tragedia. Aquel barranco traicionero que encerr¨® entre las llamas a un ret¨¦n entero y donde perdieron la vida los 11 agentes forestales y voluntarios que participaban el domingo en las labores de extinci¨®n.
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