Barcelona vista por un poeta americano que fuma
James Nolan es un poeta estadounidense marcado por el estigma de los viajes. Ejerci¨® de hippy en San Francisco cuando tocaba -es decir, a finales de los sesenta-, se relacion¨® con poetas de la Beat Generation como Lawrence Ferlinghetti y Allen Ginsberg, y se dedic¨® a recorrer el mundo con el pelo largo y una mochila a la espalda. Traductor al ingl¨¦s de Neruda y de Gil de Biedma, se siente un bicho raro en Estados Unidos, en parte porque es fumador y porque no sabe conducir, y quiz¨¢ por eso de vez en cuando recala en Barcelona, ciudad en la que ense?¨® durante unos a?os literatura inglesa. En estas visitas peri¨®dicas observa con alarma que la ciudad est¨¢ cada vez m¨¢s cambiada, m¨¢s vendida a las exigencias del turismo.
En Barcelona todos trabajan como locos para pagar el alquiler y ya no hay tiempo para la cultura alternativa, afirma James Nolan
"La primera vez que vine a Barcelona fue en 1971", recuerda en un bar del Casc Antic. "Yo entonces era un hippy que ven¨ªa de Amsterdam y Barcelona me pareci¨® una ciudad muy triste. Recuerdo que fui a una librer¨ªa a comprar un libro de Garc¨ªa Lorca y el vendedor lo sac¨® de la trastienda y lo envolvi¨® con mucho misterio. Todo era gris y se notaba el peso del franquismo. No dur¨¦ mucho: me fui en barco a Ibiza y con un hippy turco nos fuimos a casa de Jimmy Page. All¨ª estuve unas cuantas semanas y recuerdo que la gente se pasaba el d¨ªa con la hero¨ªna. Nos ba?¨¢bamos desnudos en la playa y lo hac¨ªamos aterrorizados, ya que corr¨ªa el rumor de que si nos descubr¨ªa la Guardia Civil, disparar¨ªan sin preguntar nada".
Ocho a?os despu¨¦s, en 1979, James Nolan regres¨® a Barcelona, pero esta vez hab¨ªa cambiado la mochila por una beca Fulbright que le permit¨ªa ense?ar literatura norteamericana en la Universidad de Barcelona. "Permanec¨ª dos a?os aqu¨ª", recuerda. "Viv¨ªa en un apartamento en la esquina de Notariat con Elisabets y la ciudad estaba en su mejor momento. Iba a menudo a Zeleste y estaba metido en movimientos de solidaridad con Nicaragua y El Salvador, en lecturas de poes¨ªa, en conciertos de Llu¨ªs Llach y de Maria del Mar Bonet, en la Filmoteca... ?Pasaban tantas cosas en Barcelona en aquella ¨¦poca...! Conoc¨ª a Oca?a y a Nazario en la plaza Reial, viv¨ª la movida de La Rambla... Tengo la sensaci¨®n de que viv¨ª los a?os sesenta dos veces: la primera en San Francisco, cuando tocaba, y la segunda en Barcelona, 10 a?os despu¨¦s".
En 1981, Nolan regres¨® a Estados Unidos, pero en 1989 consigui¨® una nueva beca Fulbright y en 1990 y 1991 regres¨® para ense?ar literatura inglesa en la Universidad Aut¨®noma. "Eran los a?os previos a los Juegos Ol¨ªmpicos", recuerda, "y Barcelona ya estaba muy cambiada. Era tan dif¨ªcil encontrar un piso a buen precio que me fui a vivir a Sitges. En esta ¨¦poca me visit¨® un par de veces el poeta y editor Lawrence Ferlinghetti. Yo le habl¨¦ con entusiasmo de la poes¨ªa de Jaime Gil de Biedma y quedamos en que yo traducir¨ªa una selecci¨®n de sus poemas para la editorial City Lights Books. No fue f¨¢cil. El gran desaf¨ªo son sobre todo las sutilezas pol¨ªticas y sexuales".
James Nolan se considera un americano perverso y at¨ªpico, como puede verse en los ensayos recogidos en el libro Fumadores en manos de un dios enfurecido (Enigma). "El t¨ªtulo parte de un serm¨®n que pronunci¨® Jonathan Edwards en 1741, pero he sustituido el pecadores original por el fumadores, ya que ahora los fumadores somos perseguidos en mi pa¨ªs. Yo soy un estadounidense fumador y por eso regreso a menudo a Espa?a, donde me siento m¨¢s c¨®modo que en mi pa¨ªs. All¨ª domina ahora la gran mentira, como suced¨ªa en la Espa?a franquista". En sus viajes a Espa?a, le da pena comprobar que Barcelona se parece cada vez m¨¢s a un "parque tem¨¢tico". "Tengo la sensaci¨®n de que han dividido la ciudad en dos partes, como una sand¨ªa", precisa. "En la parte de arriba viven los catalanes y el centro lo han dejado para los turistas y los delincuentes. He vivido algo parecido en Nueva Orleans. All¨ª vivo en el centro y cada vez m¨¢s soy un bicho raro. Para m¨ª, cuando ves que el turismo empieza a adue?arse de una ciudad es como cuando ves a un amigo que empieza a pincharse. No hay marcha atr¨¢s. Ya sabes que acabar¨¢ mal".
"A principios de los noventa yo ya profetic¨¦ a mis amigos que La Rambla acabar¨ªa llen¨¢ndose de tiendas de recuerdos", contin¨²a. "No me creyeron, pero ha sido as¨ª. Lo sab¨ªa porque en Nueva Orleans ya hab¨ªa pasado y aqu¨ª se copia el modelo americano. Es triste que mis amigos artistas se tengan que marchar del Casc Antic y es triste ver que en la esquina de La Rambla con la calle de Ferran hay un McDonalds y un Kentucky Fried Chicken. Es terrible. ?Esta esquina deber¨ªa ser el kil¨®metro cero de la cultura catalana!".
En su nueva visita a Barcelona, comenta Nolan que ha tenido la sensaci¨®n de que los precios han subido mucho y de que todos trabajan como locos para pagar el alquiler y ya no tienen tiempo para la cultura alternativa. "En Nueva Orelans pas¨® lo mismo a partir de la Feria Internacional de 1984", se?ala. "Aqu¨ª la clave fueron los Juegos de 1992. Tengo la sensaci¨®n de que estamos ante un movimiento internacional planificado para echar a perder las ciudades m¨¢s interesantes. Es una pena".
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