El enigma Julien Gracq
Lo fragmentario es algo fundamental en la literatura contempor¨¢nea, sobre todo en la m¨¢s exigente, la que investiga nuevos caminos. La de Julien Gracq, pseud¨®nimo de Louis Poirier (Saint-Florent-le-Vieil, 1910), es una de ellas, e intentar separarlo de la literatura como continuidad es separarse de la contemporaneidad. Pues adem¨¢s, en el caso de Gracq todo es unitario, sus ensayos y prosas po¨¦ticas, sus relatos cortos, poemas y descripciones, constituyen la mayor parte de su obra. Pues las observaciones iluminan su obra m¨¢s "objetiva" o "de creaci¨®n", de tal modo que todo en ¨¦l es creaci¨®n. Prescindir de esto para hablar de su obra novelesca abandonada en 1958 es apartarse del sujeto. S¨®lo cuatro de sus libros son en realidad "novelas", o "relatos" como ¨¦l los ha llamado (a dos de ellos), y el resto de los 17 vol¨²menes que en total ha publicado, clausur¨¢ndolos hace m¨¢s de un cuarto de siglo en dos tomos definitivos de La Pl¨¦iade, no son m¨¢s que fragmentos f¨¦rreamente unidos en t¨ªtulos unitarios, que constituyen la obra m¨¢s altiva, misteriosa, severa y enigm¨¢tica de las letras francesas contempor¨¢neas, de las que su autor, a sus 95 a?os, sigue siendo su mayor representante vivo y mudo.
LEYENDO, ESCRIBIENDO
Traducci¨®n de Cecilia Yepes
Ediciones y Talleres de Escritura Fuentetaja. Madrid, 2005
304 p¨¢ginas. 22 euros
La espera, la frontera y el anuncio de una renovaci¨®n que nunca llega son sus temas obsesivos
Por lo dem¨¢s, la obra narrativa de Gracq nace de la literatura, de sus influencias, que adem¨¢s reitera siempre, en alusiones internas en sus libros y en sus ensayos y fragmentos: "Todo libro, como es sabido, no s¨®lo se alimenta de los materiales que le proporciona la vida, sino que tambi¨¦n crece, misteriosamente, sobre otros libros; y puede que el genio no sea m¨¢s que una aportaci¨®n de bacterias particulares, una delicada qu¨ªmica individual en medio de la cual un esp¨ªritu nuevo absorbe, transforma y, finalmente, restituye, con una forma in¨¦dita, no el mundo en bruto, sino m¨¢s bien la enorme materia literaria que le precede".Sus precedentes est¨¢n claros y "forman parte" de su obra, con lo que se responde a la pregunta sobre "el abuso de alusiones literarias y referencias filos¨®ficas o po¨¦ticas", perfectamente insertas en su interior, no s¨®lo porque "sirven" a la obra, sino porque "son" tambi¨¦n la obra. Y si se cita a Hegel, Wagner o Rimbaud, hay que insistir en la l¨ªnea que va del ciclo art¨²rico y la "materia de Breta?a", sobre todo en Le ch?teau d'Argol y en su pieza teatral Le Roi p¨¦cheur", el romanticismo alem¨¢n, Wagner y su mitolog¨ªa hasta llegar al surrealismo al que impone un g¨¦nero, el narrativo, que no era muy del gusto de su maestro y amigo Andr¨¦ Breton, que, sin embargo, le admiti¨® enseguida, pues era el mejor heredero de su Nadja.
En cuanto a los temas obsesi-
vos, se reiteran una y otra vez, "son" su mundo, sus bacterias, como podr¨ªamos decir: la espera, la frontera, el anuncio de una renovaci¨®n que nunca llega, la iniciaci¨®n, pues se trata siempre de una literatura "inici¨¢tica", y naturalmente la oscilaci¨®n entre el secreto y una posible revelaci¨®n, que, a trav¨¦s casi siempre del enfrentamiento con la muerte, resulta ser al final la revelaci¨®n del relato en s¨ª, la afirmaci¨®n de la literatura sobre el mundo.
No es una novela realista, o tradicional "a pesar de su forma de narrar", que podr¨ªa inducirnos a pensar en cierto clasicismo, por lo que no se le pueden aplicar criterios tradicionales de an¨¢lisis o ex¨¦gesis. Su "formalismo" no es tan s¨®lo precisi¨®n verbal y rigor de la lengua, extensi¨®n y riqueza del vocabulario, sintaxis implacable sino "esencial", esto es, que esta elaboraci¨®n por medio de las palabras responde a un fondo concreto, a un pensamiento, a una concepci¨®n del arte. De ah¨ª que tampoco quepa hablar de "elitismo", pues el verdadero arte siempre lo ha sido en el fondo, lo que sucede que al final termina como ha sucedido en el caso de Gracq perforando todas las previsiones y alcanzando a amplias masas de lectores, como se ha mostrado con la publicaci¨®n en La Pl¨¦iade, que vendi¨® 20.000 ejemplares en dos meses. Para ser un producto tan altivo, tan austero y riguroso, tan poco demag¨®gico, tan elitista en apariencia, no estuvo nada de mal.
Sus apoyos en lo mitol¨®gico cultural son constantes: en Le ch?teau d'Argol, a trav¨¦s de los tres personajes, hay recorridos inici¨¢ticos: castillo,carrera de caballo, capilla, subterr¨¢neo y enfrentamiento entre el personaje puro que quiere conocer Albert, el due?o de todas las manipulaciones y la mujer Hermione que provoca, siendo su v¨ªctima, la muerte, como en la historia entre Arturo, Lanzarote y Ginebra, quiz¨¢. En Le Beau Tenebreux, que en espa?ol podr¨ªa denominarse Beltenebros, personaje que de las novelas de caballer¨ªas, surgidas del ciclo art¨²rico, llega hasta el Quijote, se trata de la reacci¨®n que el personaje de Allan provoca en un grupo de amigos, mientras se encamina hacia la muerte. En El mar de las sirtes se trata una vez m¨¢s del tema de la espera, de la decadencia, del enfrentamiento con algo que va a llegar y que llega merced a la inconsciente provocaci¨®n de Aldo, que nunca lo hubiera imaginado as¨ª. En Un balcon en f?re t la espera tambi¨¦n, y la comuni¨®n con la naturaleza de la que Mona forma parte, pero nunca se sabr¨¢ cu¨¢l es la revelaci¨®n, ni si el personaje muere o no al final. Tanto si muere como si se salva, la historia posterior ser¨ªa "otra" muy distinta, otra novela: as¨ª se revela el relato, la literatura en s¨ª. Y por ¨²ltimo, aqu¨ª se tratan to
das las preguntas, lo imaginario de la ficci¨®n se ancla en una realidad f¨ªsica concreta siempre o al menos muchas veces Breta?a, Normand¨ªa, las Ardenas, as¨ª como los momentos y tiempos hist¨®ricos, guerra del 14, la del 39, fechas citadas con claridad, pero toda esa geograf¨ªa y cronolog¨ªa reales est¨¢n descritas misteriosamente, para sacarlas de su realidad real e inscribirlas en otra diferente, m¨ªtica, literaria.
Gracq no ha tenido fortuna en
Espa?a, aunque alguna de sus versiones haya sido excelente (y cito s¨®lo dos estupendas, la de Josep Escu¨¦ en Seix Barral (A la orilla de las Sirtes, reci¨¦n reeditada por Debolsillo con el t¨ªtulo de El mar de las Sirtes) y la de Mauro Armi?o en Siruela (El castillo de Argol, reeditada en el mismo formato y por el mismo sello), por no ser imp¨²dico hablando de la m¨ªa de Los ojos del bosque en Anagrama. Tambi¨¦n est¨¢n ah¨ª la versi¨®n de Loreto Casado de Las aguas estrechas (?rdora) y la de Ram¨®n Romero de Libertad grandes (Seyer). Por eso es alentador viendo el buen trabajo de Cecilia Yepes (recuerdo el que hizo para el Paludes, de Gide), incluyendo la traducci¨®n, el pr¨®logo y las notas, en esta obra central de sus reflexiones literarias, Leyendo, escribiendo, donde hace un cuarto de siglo desgran¨® lo mejor de sus reflexiones sobre la materia. No desear la mejor repercusi¨®n a esta obra maestra ser¨ªa pensar muy mal de nuestros lectores, que haberlos los hay, a pesar de todo.
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