Una peque?a relajaci¨®n

Mar¨ªa se transforma al atardecer. Mientras se esconde el sol al otro lado de la playa, ella se convierte en pez. E inmediatamente es capaz de cambiar de forma y volverse gata. Y despu¨¦s su pierna se vuelve un beb¨¦ al que mece. Y sus brazos son remos. Y su cuerpo llega a ser una rueda. Y un puente. Y una vela. Son las posturas que ha aprendido, con apenas ocho a?os, en el curso de yoga infantil al que asiste desde que arranc¨® el verano.

Lecciones de relajaci¨®n que asume en una carpa resguardada en medio de la arena, que funciona como un oasis de tranquilidad en el bullicio playero. Las clases de yoga para ni?os forman parte del amplio programa organizado por el Ayuntamiento de C¨¢diz en las playas de la ciudad bajo el nombre Un mar de actividades. Cada tarde de lunes, mi¨¦rcoles, viernes y domingo todos los peque?os que lo deseen pueden acudir de forma gratuita al m¨®dulo central de la playa Victoria y asistir a este curso.

Mar¨ªa Ben¨ªtez siempre acude. Ha hecho dos amigos, Laura y David, dos hermanos, de 9 y 12 a?os, que siguen con el mismo inter¨¦s el avance de sus conocimientos en t¨¦cnicas con relajaci¨®n. "A esta hora no hay nada interesante en la tele y es mejor estar aqu¨ª", explica Laura.

Luis de la Corte es el monitor. Arranca su clase repartiendo esterillas en el suelo y sencillos dibujos con las posturas en las paredes. Una m¨²sica serena trata de evadir del entorno sonoro de gritos, chapoteos y juegos en la playa. Y la mayor¨ªa de ni?os sigue el rito con obediencia y templanza. "?Moved los brazos! ?Respirad profundamente y renovad el aire! ?Levantad una pierna y mantened el equilibrio", les van indicando Luis y su ayudante.

Seg¨²n el monitor, el yoga permite a los ni?os ganar conocimientos que le servir¨¢n para toda su vida. Para conseguir la calma deseada. Para dormir mejor, respirar adecuadamente, mejorar su salud, evitar el estr¨¦s y cuidar de su espalda. Seg¨²n los expertos, la mejor edad para comenzar es a partir de los seis a?os. "Esto empieza como un juego, pero es muy ¨²til", asegura Luis.

Las posturas tienen nombres de animales y cosas perfectamente identificables para que los ni?os las capten a la primera. La del pez consiste en tumbarse boca arriba y echar hacia atr¨¢s el cuello. Su pr¨¢ctica habitual da elasticidad y robustece la espalda. Se cree tambi¨¦n que es buena para quien padece asma. Y, m¨¢s all¨¢ de lo f¨ªsico, brinda autoestima y paz. La postura de la vela obliga a levantar las piernas considerablemente. "Es la m¨¢s dif¨ªcil", reconoce Mar¨ªa.

En cada clase playera, pueden llegar a reunirse unos 45 ni?os. Entre postura y postura, hay momentos para el descanso. Se tumban boca abajo, descansan su mejilla sobre la esterilla y cierran los ojos. Algunos alcanzan tal relajaci¨®n que cuando toca una transformaci¨®n tardan un tiempo en recobrarse de tanta tranquilidad.

Mar¨ªa est¨¢ segura de que el yoga le ayudar¨¢ a estudiar cuando comience el curso. Tambi¨¦n a dormir si tiene alg¨²n examen al d¨ªa siguiente. Y a sentarse mejor en clase sin da?arse la espalda. Y lo ha aprendido tumbada sobre el suelo de una carpa en la playa, meciendo su pierna como si fuera un beb¨¦, navegando con sus brazos reconvertidos en remos en una imaginaria y relajante barca.