Garc¨ªa Maroto, peliculero
Eduardo Garc¨ªa Maroto (Ja¨¦n, 1903-1989) fue todo lo que se puede ser en el cine: director de ¨¦xito en la Rep¨²blica, guionista, actor, t¨¦cnico y productor de grandes filmes norteamericanos en la Espa?a de los cincuenta y sesenta. Un documental rescata la memoria de este "peliculero", como ¨¦l mismo se defin¨ªa.
El 15 de noviembre de 1958 se estaba rodando Salom¨®n y la reina de Saba (1959), de King Vidor, en los estudios madrile?os Sevilla Films. La jornada transcurr¨ªa con normalidad hasta que uno de sus protagonistas, el actor norteamericano Tyrone Power, se fatig¨® un poco mientras ensayaba un duelo con George Sanders. Una vez en su caravana, Power, al que todos conoc¨ªan cari?osamente como Ty, empez¨® a sentirse peor. R¨¢pidamente se lo llevaron a un hospital, pero fue en vano y Power falleci¨® al poco.
Testigo de excepci¨®n de este tr¨¢gico incidente fue el jiennense Eduardo Garc¨ªa Maroto, un hombre polifac¨¦tico que empez¨® en el cine como auxiliar de laboratorio, logr¨® inmejorables cr¨ªticas y algunos ¨¦xitos comerciales como director de cine durante la Rep¨²blica, escribi¨® cr¨ªtica de teatro y fue colaborador de Hermano Lobo. Adem¨¢s fue el director de producci¨®n espa?ol de sonadas pel¨ªculas norteamericanas que se filmaron total o parcialmente en Espa?a entre 1955 y 1970, como la c¨¦lebre Salom¨®n, en cuyo rodaje perdi¨® la vida mister Power, uno de los galanes m¨¢s celebrados del star-system hollywoodiense de la ¨¦poca. De todo esto y de mucho m¨¢s da cuenta un documental de pr¨®ximo estreno, Memorias de un peliculero, de Luis Mamerto L¨®pez Tapia y Javier L. Caballero, en el que se incluye, por ejemplo, un fragmento del No-Do mostrando a un sonriente Tyrone Power encantado de estar en Madrid d¨ªas antes de su precipitada muerte en Espa?a.
Mill¨¢n Astray le recibi¨® con la pistola sobre la mesa para ordenarle los cambios a hacer en su pel¨ªcula sobre la Legi¨®n
"Hab¨ªa so?ado hacer un cine muy diferente, pero despu¨¦s de haber creado familia era tarde para tomar decisiones heroicas"
Garc¨ªa Maroto fue una de las pocas personas que pudieron ver el cuerpo del norteamericano a¨²n maquillado y con una coraza de cuero como mortaja. Aunque el fatal percance se llev¨® con la m¨¢xima discreci¨®n, la noticia corri¨® como la p¨®lvora, y poco falt¨® para que un osado reportero gr¨¢fico, oculto en el dep¨®sito, consiguiera una fotograf¨ªa del cad¨¢ver.
Aunque quedaba muy poco para finalizar el rodaje de Salom¨®n y la reina de Saba, y el equipo espa?ol, con Garc¨ªa Maroto al frente, encontr¨® varios dobles perfectos de Power, finalmente decidieron que Yul Brynner ser¨ªa el sustituto y que se volver¨ªan a rodar todas las secuencias donde apareciera el personaje de Salom¨®n.
Todo esto ocurr¨ªa poco antes de que Samuel Bronston, un americano de origen ruso, se hiciera popular en Espa?a con superproducciones hist¨®ricas como El Cid (1961) o 55 d¨ªas en Pek¨ªn (1962). Pero para entonces, Garc¨ªa Maroto llevaba muchos a?os trabajando con los estadounidenses.
En la d¨¦cada de los cincuenta, en cada pel¨ªcula extranjera filmada en Espa?a deb¨ªa haber un director adjunto local. Cuando la poderosa United Artists decidi¨® rodar la que ser¨ªa primera gran producci¨®n norteamericana en nuestro pa¨ªs, Alejandro Magno (1956), Garc¨ªa Maroto acept¨® la oferta de ser director adjunto y trabajar con el cineasta Robert Rossen, autor tambi¨¦n del gui¨®n y que por entonces trabajaba en Europa por las presiones del Comit¨¦ de Actividades Antinorteamericanas.
Aunque obviamente Garc¨ªa Maroto no sufri¨® los efectos de este temible comit¨¦, s¨ª conoci¨® el sabor de la censura durante el franquismo. Como ¨¦l mismo subraya en el documental, "aquello fue asqueroso". Sus guiones eran sistem¨¢ticamente rechazados por los censores, a los que no parec¨ªa divertir su mirada mordaz sobre temas como la locura, "una enfermedad demasiado seria para ser tomada en broma".
El incidente m¨¢s peculiar que tuvo con la censura fue con una pel¨ªcula sobre la Legi¨®n, Truhanes de honor (1950). Se produjo en r¨¦gimen de cooperativa, de la que tambi¨¦n formaba parte Fernando Fern¨¢n- G¨®mez. Aunque a Garc¨ªa Maroto no le convenc¨ªa realizar una pel¨ªcula de corte militar para evitar caer en patriotismos, los integrantes de la cooperativa eligieron democr¨¢ticamente este tema por considerar que la censura no pondr¨ªa objeci¨®n a una historia sobre la Legi¨®n. As¨ª fue hasta que el general Mill¨¢n Astray, art¨ªfice de este cuerpo militar, vision¨® el filme y recibi¨® a Garc¨ªa Maroto en su despacho -con la pistola encima de la mesa- para comunicarle todos los cambios que deb¨ªa hacer.
De entrada, el t¨ªtulo no le gust¨®: sus hombres deb¨ªan ser llamados "caballeros legionarios" y no "truhanes". Finalmente, como recuerda en el documental la viuda del director, Angelines Matilla, la pel¨ªcula no se pudo estrenar en cines de la Gran V¨ªa ni en salas de primera categor¨ªa, por lo que la taquilla se resinti¨® de modo notable.
La relaci¨®n de Garc¨ªa Maroto con el r¨¦gimen de Franco fue bastante singular. La sublevaci¨®n de los militares le sorprende en C¨®rdoba, donde acompa?aba a su amigo el director Fernando Delgado en el rodaje de El genio alegre (1936). En el equipo hab¨ªa mon¨¢rquicos, militantes de la CNT, socialistas, republicanos y falangistas como Fernando Delgado. El 18 de julio se suspende el rodaje y el equipo se disuelve. Su protagonista, Rosita D¨ªaz Gimeno, una de las actrices m¨¢s populares de la ¨¦poca y esposa del hijo de Juan Negr¨ªn, que llegar¨ªa a ser presidente del Gobierno de la Rep¨²blica, es hecha prisionera por las tropas rebeldes y est¨¢ a punto de ser fusilada, pero al final salva su vida al ser canjeada.
Garc¨ªa Maroto, que escucha desde el hotel donde se aloja el sonido de las descargas de los fusilamientos al amanecer, no puede regresar a Madrid, as¨ª que se instala en Sevilla. All¨ª reanuda su colaboraci¨®n con Cifesa, que meses antes le hab¨ªa contratado como director en la producci¨®n de una serie de documentales de car¨¢cter propagand¨ªstico: Sevilla rescatada, Santander para Espa?a, La reconquista de M¨¢laga, montados por ¨¦l. Garc¨ªa Maroto revive los horrores de la guerra que presenci¨® de cerca en Marruecos unos a?os antes, y es denunciado por ser amigo de Aza?a -lo cual era falso- y haber colaborado en una pel¨ªcula sobre el militar republicano Ferm¨ªn Gal¨¢n.
De este periodo atroz y convulso, el ¨²nico recuerdo positivo es el noviazgo y boda con Angelines. Ella recuerda una ceremonia muy simple, sin la presencia de ambas familias por las circunstancias de la guerra, y muy pobre: "El ¨²nico lujo fue contar con un primo m¨ªo, violinista".
Tras la boda, Garc¨ªa Maroto alberg¨® la idea de seguir el camino de Luis Bu?uel, con quien hab¨ªa trabajado bastante antes de la guerra, y marcharse a M¨¦xico; pero, afirma el documental, "no lo hizo por motivos familiares". Poco despu¨¦s participa en la pel¨ªcula emblem¨¢tica de la dictadura, Raza (1941), basada en una novela de Jaime de Andrade, seud¨®nimo de Franco, y dirigida por un primo de Jos¨¦ Antonio Primo de Rivera, Jos¨¦ Luis S¨¢enz de Heredia.
Garc¨ªa Maroto es contratado como montador, pero tambi¨¦n debe suplir en el rodaje al director durante una semana al caer ¨¦ste enfermo. Garc¨ªa Maroto no tuvo opci¨®n a rechazar la propuesta, a pesar de que entonces se encontraba rodando una pel¨ªcula como director -Oro vil (1941)-. Ante la disyuntiva, rod¨® ambas pel¨ªculas a la vez, en sesiones de ma?ana y tarde.
No era la primera vez que este "peliculero", como ¨¦l mismo se defin¨ªa, ten¨ªa que trabajar a destajo. Cuando mont¨® Nobleza baturra (1934) simultane¨® esta labor con el rodaje de su primer largometraje, La hija del penal (1934), el montaje de documentales y el doblaje de pel¨ªculas de Columbia y Warner Brothers, cuyo supervisor era Luis Bu?uel. ?C¨®mo pod¨ªa con todo? Seg¨²n ¨¦l mismo, "durmiendo s¨®lo tres horas al d¨ªa durante un a?o y medio".
Pese a semejante capacidad de trabajo, la suerte no fue pareja a su entrega. Justo cuando gracias a La hija del penal empezaba a ser tenido en cuenta -Cifesa le ofreci¨® un contrato de dos pel¨ªculas anuales- estall¨® la Guerra Civil, truncando una prometedora carrera. A?os despu¨¦s, a principios de los cincuenta, parte de su obra desapareci¨® para siempre en un incendio que destruy¨® los laboratorios Madrid Film, donde se conservaban los negativos de innumerables pel¨ªculas espa?olas. A prop¨®sito de este incidente, que tuvo lugar casi al mismo tiempo que Franco firmaba el primer tratado con EE UU, el cr¨ªtico de cine y escritor Augusto Mart¨ªnez Torres se?ala en Cineastas ins¨®litos (Nuer Ediciones): "Se ha barajado la hip¨®tesis de que hubiese sido provocado por la Administraci¨®n para hacer desaparecer los documentales comprometedores sobre las entonces demasiado buenas relaciones del general Franco y las fuerzas del Eje".
Fruto precisamente del acercamiento de Norteam¨¦rica a Espa?a fue la llegada a nuestro pa¨ªs de algunos productores estadounidenses, que encuentran aqu¨ª un lugar muy barato para sus rodajes.
Tras Alejandro Magno, Garc¨ªa Maroto se hace cargo del departamento de producci¨®n de Orgullo y pasi¨®n (1956), una pel¨ªcula de Stanley Kramer ambientada durante la invasi¨®n de Espa?a por las tropas de Napole¨®n y protagonizada por Cary Grant y Sofia Loren. Una de las secuencias m¨¢s espectaculares era el asalto a la ciudad de ?vila, que exig¨ªa la presencia de unos 5.000 extras -entre ellos, un jovenc¨ªsimo Adolfo Su¨¢rez- y efectos especiales. Se construy¨® una falsa muralla que deb¨ªa explotar, pero los efectos especiales fallaron. El error supuso dos millones de pesetas de la ¨¦poca, poco menos de lo que costaba una pel¨ªcula espa?ola entonces.
Pero los norteamericanos pagaban a lo grande. En Segovia, gracias a las retribuciones que recibieron los numerosos extras, el 80% de los objetos empe?adas por los m¨¢s humildes volvieron a sus propietarios, seg¨²n reconoci¨® el presidente de la Diputaci¨®n en una carta a Garc¨ªa Maroto.
Aqu¨¦llos eran tiempos en que un extra pod¨ªa ganarse un sueldo trabajando en el cine. De hecho, Kirk Douglas ironiza en sus memorias, El hijo del trapero, a prop¨®sito de las numerosas jornadas espa?olas con centenares de extras locales de Espartaco (1960), protagonizada y producida por ¨¦l: "liquidaban sus hipotecas" y "constru¨ªan piscinas en sus casas".
Kirk Douglas presumi¨® ante la prensa de que este filme ser¨ªa el m¨¢s caro de la historia y que se rodar¨ªa exclusivamente en Norteam¨¦rica, salvo las secuencias de batallas, que tendr¨ªan lugar en Espa?a, donde los americanos hab¨ªan descubierto, mucho antes que Peter Jackson en El se?or de los anillos, lo barato que era rodar con la colaboraci¨®n de un ej¨¦rcito.
Tras despedir a Anthony Mann -decisi¨®n de la que probablemente se arrepentir¨ªa toda su vida, habida cuenta de su conflictiva relaci¨®n con Kubrick, al que lleg¨® a definir como "una mierda con talento"-, Kirk Douglas contrat¨® a un jovenc¨ªsimo Stanley Kubrick, al que curiosamente Marlon Brando despidi¨® de El rostro impenetrable (1961). Como las diferencias entre Kubrick y Douglas fueron cada vez mayores, este ¨²ltimo ni siquiera vino a Espa?a, siendo sustituido por un doble en las secuencias m¨¢s espectaculares, como la batalla entre esclavos y el ej¨¦rcito de Roma.
A diferencia de Kubrick, Garc¨ªa Maroto no tuvo mucha libertad para el cine que ¨¦l anhelaba realizar. Adem¨¢s de sus problemas con la censura se enfrent¨® a la disyuntiva de hacer pel¨ªculas de encargo que no le satisfac¨ªan, o no hacer cine. "Yo hab¨ªa so?ado con un tipo de cine muy diferente, pero despu¨¦s de haber creado familia era tarde para tomar decisiones heroicas".
Su primer largometraje como director, La hija del penal (1934), fue recibido con cr¨ªticas excelentes -"estamos frente al filme espa?ol m¨¢s original y gracioso que hemos visto", public¨® el diario Ya-; Canelita en rama (1942) se convirti¨® en su mayor ¨¦xito comercial. El p¨²blico aplaud¨ªa con tanto entusiasmo las canciones de su protagonista, Juanita Reina, que el operador paraba la proyecci¨®n y rebobinaba para repetir la escena, como si se tratase de un bis. A pesar de este ¨¦xito, su director se convirti¨® en el m¨¢s feroz cr¨ªtico de este trabajo de encargo: "Es una pel¨ªcula deleznable, menos mal que no est¨¢ en las cinematecas".
Reacciones similares suscit¨® en la prensa Esencia de misterio (1959), in¨¦dita en Espa?a entre otras razones por incluir una secuencia disparatada para un espectador nacional: un taxi en M¨¢laga pasa junto al Acueducto de Segovia, la Alhambra de Granada y, por ¨²ltimo, llega a Pamplona, donde se viven los sanfermines. Una de las peculiaridades de esta producci¨®n es que experimentaba con los olores en la sala, pero el sistema fue un absoluto fracaso.
El protagonista de esta historia de suspense era Peter Lorre, cuya adicci¨®n a las drogas provoc¨® m¨¢s de un quebradero de cabeza a Garc¨ªa Maroto y su equipo. Dado el delicado estado de salud de Lorre -muri¨® cinco a?os despu¨¦s-, hab¨ªan contratado a un m¨¦dico para que le controlara, pero esto no evit¨® que una noche llamaran a Garc¨ªa Maroto a las dos de la madrugada para comunicarle que el protagonista de M, el vampiro de D¨¹sseldorf (1931) se mor¨ªa. R¨¢pidamente record¨® a Tyrone Power y pens¨® que un segundo cad¨¢ver en pleno rodaje le crear¨ªa fama de gafe. Por fortuna todo qued¨® en un susto y el rodaje de Esencia de misterio pudo concluir sin novedad.
El regreso de los siete magn¨ªficos y Patton figuran entre las ¨²ltimas producciones americanas de la filmograf¨ªa de Eduardo Garc¨ªa Maroto, un hombre de cine que supo ganarse la confianza de productores americanos, pero que no tuvo suerte como director, a pesar de que muchas de sus mejores pel¨ªculas calaron en cineastas como Jos¨¦ Luis Garc¨ªa Berlanga, que en este documental afirma: "Maroto me dio la palmada, me dio la mano y me dijo: pasa (...). La realidad totalmente objetiva es que yo entr¨¦ en el cine por Eduardo Garc¨ªa Maroto".
La pel¨ªcula documental 'Memorias de un peliculero' se estrenar¨¢ en septiembre.
Frank Sinatra, de armas tomar
Al margen del fallecimiento de Tyrone Power, el incidente m¨¢s desagradable que presenci¨® Eduardo Garc¨ªa Maroto como director de producci¨®n en las pel¨ªculas norteamericanas fue la detenci¨®n de Frank Sinatra en M¨¢laga durante el rodaje de El coronel Von Ryan (1965). Una desconocida actriz cubana ide¨® una trama para hacerse una fotograf¨ªa con Sinatra simulando que era su amante; ¨¦ste reaccion¨® con furia y la c¨¢mara acab¨® en el suelo. Denunciado por el fot¨®grafo, la polic¨ªa acudi¨® al hotel a tomarle declaraci¨®n. Tal como recuerda Francisco Romera Estremera, ch¨®fer personal de Frank Sinatra durante este rodaje, "llegaron muchos polic¨ªas, pero ¨¦l se neg¨® a salir de la habitaci¨®n".
Eduardo Garc¨ªa Maroto negoci¨® con el comisario jefe y le advirti¨® sobre la mala imagen que este incidente ofrecer¨ªa de Espa?a ante todo el mundo. De este modo consigui¨® que los polic¨ªas abandonaran el hotel y que Sinatra pudiera concluir sus dos jornadas de trabajo; pero 48 horas no fueron suficientes para que la polic¨ªa olvidara este extra?o incidente, as¨ª que al tercer d¨ªa fue detenido por desacato a la autoridad y multado con 25.000 pesetas. Gracias a su intercesor, a las pocas horas pudo abandonar Espa?a no sin antes escupir ante un retrato de Franco y jurar: "Jam¨¢s volver¨¦ a este maldito pa¨ªs", como se?ala Francisco Gri?¨¢n en un amplio reportaje publicado en Diario Sur en septiembre de 2004, cuarenta a?os despu¨¦s del incidente.
Horas despu¨¦s de su precipitada marcha aparec¨ªan cuatro pistolas en las habitaciones que Sinatra, su secretario y sus amigos ten¨ªan en el hotel. Lo primero que pens¨® Garc¨ªa Maroto al constatar que no eran precisamente armas de atrezo fue en tirarlas al mar y eliminar cualquier vestigio de las mismas, pero tras recapacitar se las entreg¨® a uno de los americanos del equipo de rodaje, de modo que al final todo qued¨® en casa.
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