?Por qu¨¦ tenemos los mismos genes que un rat¨®n?
Porque la naturaleza humana no es cosa de genes, responder¨¢ el m¨ªstico. Porque nuestros genes parecen los mismos pero no lo son, protestar¨¢ el t¨¦cnico. Porque no somos m¨¢s que ratones, sonreir¨¢ el c¨ªnico. Expresadas con m¨¢s solemnidad, y sobre todo con muchas m¨¢s palabras, ¨¦stas vienen a ser las tres reacciones generales a la m¨¢s chocante paradoja que la moderna gen¨®mica nos ha arrojado a la cara: que s¨®lo tenemos 25.000 genes, pocos m¨¢s que un gusano y muchos menos que una cebolla, y que encima los compartimos con el rat¨®n. El m¨ªstico, el t¨¦cnico y el c¨ªnico tienen una brizna de raz¨®n, no digo que no, pero les voy a proponer otra respuesta mucho mejor.
Un siglo de neurolog¨ªa ha demostrado por encima de toda duda razonable que el c¨®rtex cerebral, sede de la mente humana, est¨¢ hecho de m¨®dulos especializados. Una lesi¨®n localizada puede eliminar las inflexiones gramaticales, las operaciones aritm¨¦ticas, el tacto social o la capacidad para tomar decisiones, y las modernas t¨¦cnicas de imagen confirman cada d¨ªa la naturaleza modular de nuestra mente. Pese a todo ello, hace casi 30 a?os que el neur¨®logo norteamericano Vernon Mountcastle se convenci¨® de que el c¨®rtex es casi uniforme por cualquier criterio que se considere -el mismo aspecto, la misma organizaci¨®n en seis capas, los mismos tipos de neuronas en cada capa, la misma arquitectura de circuitos- y, en un brillante salto conceptual, propuso que todas las ¨¢reas del c¨®rtex, los c¨¦lebres m¨®dulos especializados, ejecutan la misma operaci¨®n. No precis¨® cu¨¢l.
Lo que nos distingue de un rat¨®n es que nuestro c¨®rtex es m¨¢s grande y, por tanto, puede dar m¨¢s pasos de abstracci¨®n
Pero no importa, porque si su hip¨®tesis es correcta, los estudios de decenas de laboratorios sobre cada ¨¢rea concreta del c¨®rtex ya nos han dado casi todas las pistas. Tomen, por ejemplo, las ¨¢reas visuales del c¨®rtex. Forman una "cadena humana", excepto que el cubo mejora en cada relevo. La primera ¨¢rea recibe de la retina un vulgar informe de luces y sombras, pero entrega un mapa de fronteras entre luz y sombra, clasificadas por su orientaci¨®n precisa. La siguiente recibe esas l¨ªneas y entrega pol¨ªgonos, que la otra convierte en formas tridimensionales. Y ahora vean lo que hace la siguiente: recibe formas concretas (un cubo visto en cierta orientaci¨®n) y entrega formas abstractas (un cubo visto en cualquier orientaci¨®n). M¨¢s arriba en esa jerarqu¨ªa hay peque?os grupos de neuronas que significan "Bill Clinton" o "Halle Berry", por citar dos ejemplos reales descubiertos por Christof Koch, de Caltech.
Ya lo ven. Si Mouncastle est¨¢ en lo cierto, ya sabemos el secreto de la mente humana, porque todo el c¨®rtex debe funcionar como el c¨®rtex visual: aprendiendo qu¨¦ elementos tienden a darse juntos en el input, poniendo un nombre a ese conjunto y pasando el nombre a la siguiente ¨¢rea del c¨®rtex para que le aplique el mismo procedimiento. ?sta es la esencia de la teor¨ªa de Jeff Hawkins, ingeniero inform¨¢tico de Sillicon Valley y director del Instituto Redwood de Neurociencias. L¨¦anla en su libro Sobre la inteligencia (Espasa, 2005).
?Ven ahora por qu¨¦ tenemos los mismos genes que un rat¨®n? Porque lo ¨²nico importante que nos distingue de un rat¨®n es que nuestro c¨®rtex es m¨¢s grande y, por tanto, puede dar m¨¢s pasos de abstracci¨®n. Para agrandar el c¨®rtex no hacen falta miles de nuevos genes. Lo m¨¢s probable es que no haga falta ni uno solo, y que baste con tocar un poco los niveles de actividad de unos pocos genes maestros: los que dise?an las unidades b¨¢sicas del c¨®rtex, que por supuesto son los mismos en un rat¨®n y en una persona.
Esas unidades se llaman columnas. Cada una ocupa medio mil¨ªmetro en la superficie del c¨®rtex y tiene unas 10.000 neuronas distribuidas en seis capas apiladas, con una arquitectura t¨ªpica de conexiones. Los detalles de su estructura y la l¨®gica gen¨¦tica de su construcci¨®n se conocer¨¢n pronto. Si son la clave de todo el c¨®rtex, el enigma de la mente humana est¨¢ por fin al alcance.
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