Jap¨®n, la herida de la guerra
Las heridas de la II Guerra Mundial siguen abiertas 60 a?os despu¨¦s de aquella ma?ana del 15 de agosto de 1945 en la que el emperador Hiro Hito se dirigi¨® por primera vez a los japoneses a trav¨¦s de la radio nacional para anunciar la rendici¨®n incondicional de su pa¨ªs. Jap¨®n se debate a¨²n entre los partidarios de hacer un esfuerzo por lograr una mejor convivencia con unos vecinos que no olvidan las atrocidades cometidas por el Ej¨¦rcito imperial en la primera mitad del siglo XX, y los defensores de la firme alianza con Estados Unidos, el pa¨ªs que inaugur¨® la siniestra era at¨®mica con dos bombas que llevaron el Apocalipsis a Hiroshima (6 de agosto) y Nagasaki (9).
"?Curadas? No. Eso no ser¨¢ posible mientras los que nos ba?amos en sangre sigamos vivos. Es demasiado pronto para que las heridas cicatricen. Nosotros cometimos barbaridades en China y Corea. Nos ense?aron a morir por el emperador. Era una educaci¨®n parecida a la que reciben los terroristas suicidas islamistas de hoy d¨ªa. Despu¨¦s, los norteamericanos quisieron experimentar sus nuevas bombas. Nos utilizaron como ratas de laboratorio. Fue un crimen absolutamente injustificado, fruto de una pol¨ªtica de desprecio a los civiles, como volvieron a poner de manifiesto las guerras de Corea, Vietnam o Irak. Y, pese a ello, el Junichiro Koizumi [primer ministro nip¨®n] sigue los dictados de George Bush sin tener en cuenta el da?o que suponen a las relaciones con Pek¨ªn". Son las palabras de Shotaro Kodama, de 75 a?os, superviviente de Hiroshima y catedr¨¢tico jubilado.
S. Kodama, superviviente de Hiroshima: "Fuimos como ratas de laboratorio, el fruto de una pol¨ªtica de desprecio a los civiles"
La interpretaci¨®n nipona de la historia y de los mapas, con el conflicto por la soberan¨ªa de unos islotes por medio, molesta igualmente a las dos Coreas
Para muchos japoneses, el primer ministro mezcla el nacionalismo con el sometimiento a EE UU. De ah¨ª el empe?o por enviar tropas a Ira
La decisi¨®n de Koizumi de visitar el santuario de Yasukuni, dedicado en parte a criminales de guerra, desat¨® una oleada de protestas en China
Okada, l¨ªder opositor, cree muy importante mantener la alianza con Washington, pero defiende la necesidad de reducir la presencia militar norteamericana
China se ha convertido en el primer socio comercial de Jap¨®n. Las relaciones econ¨®micas entre los dos pa¨ªses vecinos han experimentado un considerable auge en los ¨²ltimos cinco a?os, pero las pol¨ªticas est¨¢n pr¨¢cticamente congeladas desde la llegada de Koizumi al poder, en 2001. La decisi¨®n -que repite anualmente- de visitar el santuario de Yasukuni desat¨® las iras de China. All¨ª est¨¢n, simb¨®licamente, las almas de 2,5 millones de soldados japoneses muertos en contiendas b¨¦licas diversas desde 1877, pero tambi¨¦n de criminales de guerra, incluidos nueve condenados a muerte por el Tribunal Internacional formado despu¨¦s de la capitulaci¨®n de 1945, como el que fuera jefe de Gobierno y antes primer ministro Hideki Tojo. Su presencia en Yasukuni se simboliza por inscripciones con los nombres. Para colmo, el Ministerio de Educaci¨®n japon¨¦s aprob¨® textos para escolares que revisan y suavizan la reciente historia del militarismo nip¨®n. La r¨¦plica en muchas ciudades chinas lleg¨® la pasada primavera bajo la forma de violentas manifestaciones.
Protestas orquestadas
Seg¨²n Tokio, el r¨¦gimen de Pek¨ªn orquest¨® las protestas, que causaron da?os en comercios, sedes consulares y empresas japonesas. El Gobierno chino, como hizo posteriormente, podr¨ªa haber evitado desde el primer momento cualquier manifestaci¨®n, pero, tal vez en apoyo de sus demandas, decidi¨® permitir el reflejo virulento del sentimiento antijapon¨¦s. Un sentimiento que se ha transmitido intacto de padres a hijos, aunque ahora se manifiesta abiertamente porque la juventud habla con menos restricciones que sus mayores.
Tambi¨¦n es cierto que el Partido Comunista Chino (PCCh) alienta los nuevos aires nacionalistas que soplan e inflaman el recelo hacia Jap¨®n, pa¨ªs que ha jalonado la reciente historia de China de penosos recuerdos, que comienzan con la guerra de 1894-1895, tras la cual se hizo con Taiwan y el sur de Manchuria. Posteriormente, al acabar la I Guerra Mundial, Tokio se adue?¨® de las concesiones alemanas en China y prosigui¨® la conquista de Manchuria. Finalmente, el Ej¨¦rcito imperial desat¨® una guerra te?ida por episodios de crueldad extrema, como la matanza y tortura de 300.000 chinos en Nanjing en 1938.
Yasukuni y la reinterpretaci¨®n de la historia y los mapas molestan de igual manera a las dos Coreas. El ministro de Exteriores surcoreano, Ban Ki-moon, exigi¨® en abril a su colega japon¨¦s, Nobutaka Machimura, que eliminara los textos en los que se da por sentada la soberan¨ªa japonesa sobre los islotes Dokdo, situados en el mar del Este, que Se¨²l controla desde 1945 y Tokio reclama bajo el nombre de Takeshima. Los coreanos, tanto del Norte como del Sur, sostienen que Jap¨®n se los apropi¨® como avanzadilla de la invasi¨®n de la pen¨ªnsula coreana en 1910.
"Koizumi ha demostrado ser el mayor halc¨®n y el primer ministro m¨¢s derechista de Jap¨®n desde la II Guerra Mundial", asegura el polit¨®logo Shigenori Okazaki en el n¨²mero de junio de la prestigiosa publicaci¨®n bimensual Far Eastern Economic Review. Okazaki se?ala que, si no se le frena, Koizumi terminar¨¢ por imponer la vieja tesis imperial de que Jap¨®n no quer¨ªa entrar en guerra con EE UU, sino simplemente liberar a los pueblos asi¨¢ticos del colonialismo europeo.
Para muchos japoneses, el actual l¨ªder del Partido Liberal Democr¨¢tico (PLD) mezcla el nacionalismo -que refleja en la imposici¨®n de la bandera y el himno nacional en las escuelas p¨²blicas- con el sometimiento a Washington. De ah¨ª, supuestamente, el empe?o de Koizumi por conseguir el env¨ªo de tropas a Irak -la primera vez desde la II Guerra Mundial que soldados japoneses acuden a una guerra- y la adopci¨®n de la pol¨ªtica defensiva del Pent¨¢gono, que refleja la preocupaci¨®n por China y Corea del Norte.
"Frente a las nuevas amenazas, debemos dotar a nuestras fuerzas de una mayor capacidad defensiva", destac¨® Yoshinori Ono en una entrevista celebrada el 22 de julio en el despacho desde el que dirige la Agencia de Defensa, que hace las veces de ministerio. Ono neg¨® que China sea la amenaza, aunque subray¨® que "para que haya m¨¢s confianza, Pek¨ªn debe dar transparencia a su presupuesto de defensa". Ono defendi¨® que Jap¨®n se dote de un escudo antimisiles y la investigaci¨®n y desarrollo conjunto con Estados Unidos de nuevos misiles antimisiles.
Las asociaciones de v¨ªctimas de Hiroshima y Nagasaki y los numerosos movimientos pacifistas que hay en Jap¨®n critican la deriva del PLD hacia un nuevo militarismo. Koizumi pretende cambiar el art¨ªculo 9 de la Constituci¨®n, por el que Jap¨®n renuncia expresamente a tener un Ej¨¦rcito, y ha logrado del Parlamento la aprobaci¨®n de una propuesta que permite exportar a Estados Unidos tecnolog¨ªa para la fabricaci¨®n de armas ofensivas. Para los pacifistas, diez millones de muertos en China, tres millones en Jap¨®n y otros dos millones en Corea "son m¨¢s que suficientes".
La semana pasada, al borde de una taza de caf¨¦, en mitad del bosque de rascacielos en que se ha convertido el coraz¨®n de la capital japonesa, Shotaro Kodama fue desgranando el horror de su experiencia como superviviente de la bomba at¨®mica y su malestar por el modo en que Jap¨®n, 60 a?os despu¨¦s, se pliega a las exigencias de EE UU. Ten¨ªa 15 a?os cuando sus padres lo enviaron junto con su hermano menor a casa de sus t¨ªos en Hiroshima, para salvarles de los bombardeos norteamericanos, que hab¨ªan arrasado el centro de Tokio y en los que hab¨ªan muerto decenas de miles de personas. Aquel fat¨ªdico 6 de agosto se encontraba en la f¨¢brica de armamento en la que trabajaban todos los ni?os de su escuela. Estaba situada a dos kil¨®metros del epicentro de la explosi¨®n. La mayor¨ªa sufrieron heridas leves, pero hubieron de enfrentarse al espanto que se les vino encima.
Una losa de silencio
"Cierro los ojos", dice, "y me veo abanicando a aquellas personas abrasadas por la terrible onda de calor y fuego que ped¨ªan y ped¨ªan agua, pero a las que no nos daba tiempo a aliviar porque mor¨ªan instant¨¢neamente. Sobre m¨ª pesa a¨²n la duda de si podr¨ªa haber ayudado m¨¢s. Soy incapaz de describir, por demasiado horribles, las im¨¢genes que me encontr¨¦ mientras trataba de cruzar la ciudad en llamas de vuelta a mi casa".
La historiadora Hiroko Takahashi, de la Universidad de Hiroshima, se?ala que es urgente romper la losa de silencio que, en cierto sentido, a¨²n sigue vigente sobre las matanzas causadas por Estados Unidos con el bombardeo at¨®mico de esa ciudad y de Nagasaki. Cuando las tropas del Comando Supremo de los Aliados ocuparon Hiroshima en septiembre de 1945, "lo primero que hicieron fue imponer la censura y limitar toda la informaci¨®n sobre la nueva bomba. Los m¨¦dicos japoneses ni siquiera tuvieron acceso a las investigaciones sobre las radiaciones mientras decenas de miles de personas segu¨ªan muriendo y padeciendo terribles sufrimientos".
Takahashi afirma que Estados Unidos se retir¨® de Jap¨®n, en 1952, una vez que, impuesta la Constituci¨®n, se asegur¨® de que los nuevos gobernantes obedecer¨ªan fielmente los dictados de Washington. "Tokio ha seguido a pies juntillas el compromiso adquirido hace seis d¨¦cadas. Para la clase gobernante, acogerse al paraguas nuclear norteamericano fue la mejor f¨®rmula de frenar una eventual aventura expansionista sovi¨¦tica", afirma. Tokio y Washington firmaron en 1952 un acuerdo de paz y seguridad en el que se enmarcan todav¨ªa sus relaciones y, seg¨²n el cual, en caso de que Jap¨®n fuera atacado, EE UU acudir¨ªa en su ayuda, pero no a la inversa.
Acabada la guerra fr¨ªa, el Gobierno permanece anclado en las mismas sinergias, mientras la sociedad se despega lentamente para abrirse a nuevas corrientes. Uno de los hechos m¨¢s llamativos es la multitudinaria acogida de j¨®venes chinos llegados a estudiar a Jap¨®n. Desde 2003, con 70.814 estudiantes, este flujo supera al de los que acuden a las universidades norteamericanas, aunque detr¨¢s de este fen¨®meno se encuentran las dificultades crecientes con que se tropiezan los chinos para conseguir visados para Estados Unidos.
Seg¨²n una encuesta realizada a comienzos de julio por la Agencia Kyodo, el 52% de los japoneses no conf¨ªa en el Gobierno de Estados Unidos, una cifra alt¨ªsima si se compara con el hecho de que en 1991 dec¨ªa lo mismo tan s¨®lo el 26%. Pese a ello, la mayor¨ªa de la poblaci¨®n nipona no cree que las relaciones con EE UU cambien en un futuro pr¨®ximo, y ¨²nicamente el 3% considera que mejorar¨¢n. En cuanto a las bases militares estadounidenses instaladas en Jap¨®n, el 47% opina que se deben mantener, y otro 47%, que hay que desmantelarlas.
Estados Unidos tiene destacados en Jap¨®n 50.700 militares, de los que la mitad est¨¢n en la sure?a isla de Okinawa. Dos de las m¨¢s importantes bases del Pent¨¢gono en la isla de Honshu, la mayor del pa¨ªs, se encuentran precisamente en Nagasaki y en las cercan¨ªas de Hiroshima, en Iwakuni.
El pasado jueves, a la hora de cerrar este suplemento, Koizumi se hallaba a las puertas de un voto decisivo en la C¨¢mara Alta, en el que hab¨ªa comprometido su futuro pol¨ªtico. El l¨ªder del PLD advirti¨® a los senadores rebeldes de que, si no aprobaban su propuesta para la privatizaci¨®n del servicio postal (la mayor caja de ahorros del pa¨ªs, con unos fondos superiores a los tres billones de d¨®lares), dimitir¨ªa o disolver¨ªa el Parlamento. En medios period¨ªsticos se descartaba la dimisi¨®n, y los partidos apuraban sus ¨²ltimas negociaciones antes de decantarse por un voto cuya consecuencia final podr¨ªa dejar en la oposici¨®n al PLD, el partido que ha gobernado Jap¨®n casi ininterrumpidamente desde la II Guerra Mundial.
"No nos rendiremos ante las fuerzas que quieren derribar el Gobierno. Si la propuesta es rechazada, ser¨¢ como haber perdido una moci¨®n de confianza", declar¨® Koizumi el pasado lunes despu¨¦s de lamentar el suicidio de un diputado del PLD, que critic¨® duramente la reforma postal en el c¨®nclave liberal y que, sin embargo, fue obligado a votar a favor en la Dieta, donde la ley pas¨® por apenas cinco votos de diferencia.
Equilibrar relaciones
Katsuya Okada, l¨ªder del Partido Democr¨¢tico de Jap¨®n (PDJ), la principal fuerza opositora, sostiene que "es imprescindible mantener una buena relaci¨®n con los vecinos" y apuesta por equilibrar las relaciones de Jap¨®n con ¨¦stos y con Estados Unidos. Okada asegura que, cuando sea primer ministro, no visitar¨¢ el santuario de Yasukuni, porque "esos gestos crean tensi¨®n y contradicen los principios de la convivencia pac¨ªfica". El l¨ªder del PDJ critica a Koizumi por anteponer "lo que llama fe personal a los intereses del Estado".
En una larga entrevista en uno de los salones del Parlamento, donde permanece para impulsar la negativa de los senadores a la reforma postal, Okada calific¨® de muy importante para la estabilidad del Pac¨ªfico la alianza con Washington, pero destac¨® que el Pent¨¢gono tiene demasiadas bases en suelo japon¨¦s, por lo que habr¨¢ que desmantelar o reducir algunas, sobre todo en Okinawa.
Jap¨®n, la segunda econom¨ªa del mundo, tiene 127 millones de habitantes y una extensi¨®n de 377.435 kil¨®metros cuadrados, apenas dos tercios de la de Espa?a. Formado por un rosario de islas monta?osas en un 80% de su suelo, el extremo sur del pa¨ªs, a m¨¢s de 1.500 kil¨®metros de distancia de Tokio, lo conforma un peque?o archipi¨¦lago denominado, como su isla principal Okinawa. EE UU, que ocup¨® Okinawa hasta 1972, tiene destacados en la isla a 26.000 militares. Con sus familias y personal civil, la cifra asciende a 51.000 norteamericanos.
El Pent¨¢gono considera Okinawa "fundamental" para la estabilidad del Pac¨ªfico oriental y para su nueva estrategia militar de reforzar las fuerzas de despliegue r¨¢pido. Sin embargo, los 1.300.000 habitantes del archipi¨¦lago afirman que soportan una "carga excesiva" en la defensa de Jap¨®n y exigen que se reduzca de forma significativa el n¨²mero de efectivos norteamericanos, sobre todo de marines, que son los que causan m¨¢s problemas y los que la poblaci¨®n tiene en el punto de mira desde la violaci¨®n de una ni?a de 12 a?os por tres de ellos en 1995.
Pese a las acusaciones de China, Corea, Filipinas, Vietnam y muchos de los pa¨ªses que sufrieron la agresi¨®n del Ej¨¦rcito imperial entre 1941 y 1945, el cambio m¨¢s espectacular que se vive en Jap¨®n no es la vuelta al militarismo, sino su apertura hacia el mundo exterior y un claro deseo de jugar las cartas de su peso econ¨®mico. Sin embargo, el avance de la diplomacia nipona se produce en un momento en el que China tambi¨¦n se ha percatado de que cuanta m¨¢s influencia pol¨ªtica adquiera, m¨¢s f¨¢cil le ser¨¢ asegurarse el abastecimiento de materias primas, crudo y otras fuentes energ¨¦ticas b¨¢sicas para mantener su brutal ritmo de crecimiento. Un hito de su diplomacia surgi¨® de la crisis nuclear de Corea del Norte, que la llev¨® a jugar un papel crucial en la puesta en marcha del di¨¢logo a seis bandas -Corea del Norte, Corea del Sur, Estados Unidos, Rusia, Jap¨®n y China- para buscar una salida al problema.
De ah¨ª el inter¨¦s de Tokio por conseguir un puesto entre los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Jap¨®n -que ha presentado una propuesta conjunta con Brasil, Alemania e India- trata por todos los medios de conseguir el apoyo de los pa¨ªses africanos, ya que para cambiar la Carta de Naciones Unidas se requieren dos tercios de los pa¨ªses miembros. Las posibilidades de superar esta primera dificultad son escasas, pero las relaciones bajo m¨ªnimos con Pek¨ªn ya le han pasado factura. China, uno de los socios del club de los cinco (los miembros permanentes del Consejo, con derecho a veto), ha anunciado ya que no apoya la propuesta.
China, ahora cortejada por la pr¨¢ctica totalidad de la comunidad internacional, deber¨¢ actuar con prudencia, ya que su econom¨ªa todav¨ªa sigue siendo d¨¦bil y est¨¢ amenazada por desequilibrios regionales y por el abismo creciente entre ricos y pobres, lo que puede generar graves problemas sociales internos. El apoyo y la ayuda de Jap¨®n y Corea del Sur, que ya atravesaron con ¨¦xito el periodo de transici¨®n de sus econom¨ªas, pueden ser muy ¨²tiles a la hora de hacer frente a una crisis.
Los m¨¢s optimistas a uno y otro lado del mar del Este sostienen que, sentados a una mesa de negociaciones, es posible resolver toda la bater¨ªa de malentendidos, recelos e incluso disputas fronterizas -por los islotes que China denomina Diaoyu, y Jap¨®n, Senkaku- que impiden el mantenimiento de unas buenas relaciones entre Pek¨ªn y Tokio. Unas relaciones vitales para el desarrollo de ambos pa¨ªses y la estabilidad en esa cuenca del Pac¨ªfico.
Salir de la crisis
Tras la larga crisis econ¨®mica, iniciada al principio de la pasada d¨¦cada y cuyo fin definitivo no est¨¢ claro, Jap¨®n se ve necesitado de nuevos socios y nuevos espacios para la venta de sus productos, pero tantos a?os a la sombra de Estados Unidos, limit¨¢ndose a pagar y dejando que Washington le organizara la agenda, le han jugado una mala pasada. Tokio, dicen fuentes diplom¨¢ticas europeas y latinoamericanas, tiene que "aprender a conversar, a negociar y a venderse mejor", especialmente a causa de que tiene enfrente a China y detr¨¢s a Estados Unidos.
En la crisis quebraron numerosas empresas y millones de japoneses perdieron su empleo, lo que condujo a muchos al suicidio ante la verg¨¹enza de soportar una situaci¨®n pr¨¢cticamente desconocida en una sociedad acostumbrada a permanecer toda su vida laboral en la misma empresa. Pero la crisis fue tambi¨¦n un revulsivo para la sociedad. Muchos j¨®venes optaron por gastar a manos llenas sin mirar al futuro y otros apostaron por la defensa de la naturaleza y el medio ambiente.
Con unas relaciones que Estados Unidos se empe?a en triangular, mientras China pretende romper esa figura geom¨¦trica para entenderse directamente con Tokio, Jap¨®n no ve en Europa la soluci¨®n de su dilema aunque la considera su principal aliada en temas de medio ambiente y un buen socio comercial.
Los experimentos de la Unidad 731
EL TRIBUNAL SUPERIOR de Tokio ignor¨® el pasado 20 de julio la segunda apelaci¨®n de un grupo de chinos que ped¨ªan compensaciones econ¨®micas y la presentaci¨®n de excusas por el Gobierno nip¨®n como v¨ªctimas de la guerra bacteriol¨®gica del Ej¨¦rcito imperial. Perdieron todas las demandas presentadas en los tribunales de Jap¨®n, incluidas las referentes a las llamadas esclavas sexuales, la indemnizaci¨®n a las v¨ªctimas chinas de la guerra y los experimentos con humanos en la tristemente conocida como Unidad 731.
A ese destacamento, establecido en Manchuria, cerca de Harbin, estuvieron asignados 2.000 japoneses. Adem¨¢s de fabricar bombas bacteriol¨®gicas que se usaron en China entre 1940 y 1942, realizaron los experimentos cient¨ªficos m¨¢s inhumanos que se pueda imaginar. Murieron 10.000 presos, algunos ejecutados por estar demasiado d¨¦biles para continuar siendo cobayas.
Entre las pruebas destacan por su crueldad la disecci¨®n de personas vivas; el asesinato o la congelaci¨®n para documentar la agon¨ªa y la muerte; deshidrataciones y bombardeo de presos para aprender a curar mejor a los soldados japoneses; experimentos con cianuro, ars¨¦nico, hero¨ªna, veneno de serpientes y hongos. Tambi¨¦n se probaba la resistencia humana al botulismo, ¨¢ntrax, brucelosis, disenter¨ªa, c¨®lera, fiebre hemorr¨¢gica, s¨ªfilis y rayos X.
Jap¨®n neg¨® durante 50 a?os la existencia de la Unidad 731, cuyo investigador jefe, Ishii Shiro, fue protegido por EE UU a cambio de que revelara todos los secretos de la guerra bacteriol¨®gica ante un posible enfrentamiento con la URSS. En 1995, el juez Kofi Iwata reconoci¨® la existencia de la unidad y la utilizaci¨®n de "armas bacteriol¨®gicas por orden de los cuarteles generales del Ej¨¦rcito Imperial Japon¨¦s".
Adem¨¢s de estas barbaridades, las mujeres sufrieron especialmente el avance de las tropas niponas. En 1938, en Nanjing (sureste de China) fueron violadas unas 30.000 durante la peor masacre de la guerra chino-japonesa, en la que 300.000 civiles fueron torturados, asesinados y muchos enterrados vivos. Despu¨¦s, el alto mando militar dictamin¨® que los soldados precisaban consoladoras y reclut¨® por la fuerza a unas 200.000 mujeres, el 80% coreanas, aunque tambi¨¦n hab¨ªa chinas, filipinas, indonesias y otras.
En 1988, el Consejo Coreano de Mujeres Obligadas a Esclavitud Sexual Militar exigi¨® a Jap¨®n que esclareciera los hechos y compensara a las supervivientes. Hasta 1992, cuando el primer ministro Miyazawa Kiichi viaj¨® a Se¨²l, no hubo disculpas. El Gobierno nip¨®n admiti¨® al a?o siguiente la pr¨¢ctica de la esclavitud sexual durante la guerra, pero neg¨® su responsabilidad legal argumentando que los tratados de posguerra y el Tribunal Militar del Lejano Oriente (1946 a 1948) dieron soluci¨®n a todas las demandas. Sin embargo, a partir de 1998 se han sucedido los fallos que exigen compensaci¨®n material para estas mujeres. Park Ok-ryun, una de las que testificaron, indic¨® que fue llevada como lavandera por los militares japoneses y se la oblig¨® a sufrir sexo con 30 soldados al d¨ªa.
En un juicio simulado organizado en Tokio por activistas en el a?o 2000, los jueces declararon al fallecido emperador Hirohito responsable de haber aceptado la institucionalizaci¨®n de la esclavitud sexual antes y durante la II Guerra Mundial, y pidieron a Jap¨®n que indemnizase a las v¨ªctimas.
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