El ocaso de Helmut Lang
El dise?ador que lider¨® las pasarelas norteamericanas e impuso los pantalones de pinzas o los vaqueros de cintura baja se precipita en ca¨ªda libre y ve c¨®mo su imperio, propiedad del Grupo Prada, se desmantela pieza a pieza.
La gran influencia ejercida por Helmut Lang en la moda en los ¨²ltimos 15 a?os no se puede negar. Los consumidores pueden agradecerle la existencia de los pantalones de pinzas, el n¨²mero de botones de las chaquetas de los trajes masculinos (primero fueron tres; m¨¢s recientemente, dos) y la vertiginosa subida de precio de los vaqueros y las camisetas de dise?o. De los vaqueros de cintura baja dise?ados por Lang, con sus complicados lavados, por los que se atrevi¨® a cobrar m¨¢s de 160 euros en los a?os noventa, surgi¨® toda una cultura de ropa vaquera de prestigio. Su liderazgo creativo fue tal que cuando dijo que mostrar¨ªa primero las colecciones en Manhattan, y no en las pasarelas europeas rivales, casi todos los dise?adores estadounidenses le imitaron y las fechas de la Semana de la Moda de Nueva York se adelantaron para siempre.
Los dise?adores llevan mucho tiempo cediendo el control de sus marcas para obtener m¨¢s beneficios y luego verse obligados a marcharse
Pero este dise?ador, en su momento una de las fuerzas impulsoras del minimalismo, que fue retratado en The New Yorker y que anunciaba su nombre en gruesos caracteres negros en el techo de los taxis, se halla ahora en ca¨ªda libre y su imperio est¨¢ siendo desmantelado pieza a pieza. Hace cuatro meses, Lang abandon¨® la empresa que lleva su nombre tras un enfrentamiento que se prolongaba desde hac¨ªa tiempo con el Grupo Prada, propietario de la marca. A principios de mayo, Prada comenz¨® las negociaciones para vender la empresa, alegando que no daba beneficios, y poco despu¨¦s anunci¨® a los responsables de las tiendas de Helmut Lang en Nueva York y Par¨ªs que ser¨¢n despedidos. Lang, de 49 a?os, ha podido conservar la mansi¨®n en la playa de East Hampton (Nueva York) que compr¨® por m¨¢s de 12 millones de euros tras vender a Prada la primera participaci¨®n en su empresa.
Pero mientras sopesa el futuro ha contado a sus amigos que quiz¨¢ no regrese nunca a la moda. "No creo que vuelva a ser el de antes", dec¨ªa su amiga Elfie Semotan, fot¨®grafa, que le conoce desde sus comienzos como dise?ador en Viena en los a?os ochenta. Cuando se le pregunt¨® por sus planes en una gala ben¨¦fica en Manhattan para el Centro Internacional de Fotograf¨ªa, Lang esboz¨® su t¨ªpica sonrisa inexpresiva y articul¨® una sola palabra: "Paciencia".
En cierto sentido, su expulsi¨®n del alto consejo de la moda es una historia conocida: los dise?adores llevan mucho tiempo cediendo el control de sus marcas con tal de obtener mayores beneficios, para luego verse enfrentados a sus jefes y obligados a marcharse. Herve Leger fue despedido de Herve Leger. Joseph Abboud abandon¨® Joseph Abboud. Jil Sander se march¨® de Jil Sander. Dos veces. Pero al contrario que a otros, seg¨²n los directivos que trabajaron con Lang, a ¨¦l se le concedi¨® gran libertad para dirigir su estudio de dise?o y decidir c¨®mo desarrollar su marca, incluso para un marketing poco convencional con anuncios en National Geographic. Pero el ¨¦xito no lleg¨®. Seg¨²n Prada, las ventas han ca¨ªdo un 60% en cinco a?os: de m¨¢s de 80 millones de euros en 1999, cuando adquiri¨® la empresa, a los 30 millones de euros de 2003.
En p¨²blico, los directivos de Prada achacan esta ca¨ªda a la reducci¨®n del turismo debida al miedo producido por el terrorismo y a la subida del euro, pero no a lo que ahora reconocen algunos minoristas, que afirman que la devoci¨®n de Lang por el minimalismo sigui¨® siendo absoluta aunque los gustos del consumidor evolucionaran. "No hay m¨¢s que ver a Dolce & Gabbana, Cavalli, Dior y Chloe", comenta Carla Sozzani, la propietaria de 10 Corso Como, una influyente tienda de Mil¨¢n donde Prada tiene su sede. "No tiene nada que ver con Helmut Lang. El concepto del minimalismo estaba muy bien para el principio de la d¨¦cada de los noventa, pero en los ¨²ltimos a?os la gente ha perdido el inter¨¦s en esa imagen".
Sucesi¨®n de equivocaciones. Otra raz¨®n para esta ca¨ªda en las ventas fue la cancelaci¨®n por parte de Prada de una licencia a una empresa externa para fabricar vaqueros de Helmut Lang, que supon¨ªan m¨¢s de la mitad de los ingresos de la marca. En los consabidos colores azul marino o negro, los vaqueros se vend¨ªan en m¨¢s de 700 tiendas en todo el mundo. La decisi¨®n de recortar la producci¨®n fue acorde con la pol¨ªtica dominante de consolidar una marca de dise?ador sirvi¨¦ndose de costosos bolsos y zapatos de piel y abriendo modernos establecimientos. Lang dijo en su momento que esa iniciativa proteger¨ªa la exclusividad de su nombre. ?se era el mantra de la industria del lujo que alrededor del a?o 2000 entonaban Mo?t Hennessy Louis Vuitton (LVMH) y otras firmas.
Pero al reducir la producci¨®n de ropa vaquera de Helmut Lang, lo que realmente consigui¨® Prada fue acabar con la gallina de los huevos de oro. "Puede que haya sido bueno para la imagen, pero no tan bueno para el negocio", afirma Sozzani. "Toda la empresa se basaba en los vaqueros". Tampoco ayud¨® el hecho de que Lang fracasara a la hora de crear un bolso insignia y que el perfume lanzado por Helmut Lang en 2000 tampoco funcionara.
Los amigos de Lang alegan que fue Prada quien no invirti¨® lo suficiente en la marca ni cumpli¨® con su compromiso de abrir tiendas del dise?ador. Cuentan que Lang hablaba sobre los planes con el consejero de Prada, Patrizio Bertelli, y que luego no ten¨ªa noticias durante meses. Los directivos de Prada se quejaban del riguroso control de Lang y afirmaban que entorpec¨ªa su labor a la hora de llevar el negocio.
Futuro incierto. "Personalmente opino que lo ocurrido no es problema de Helmut Lang o Prada", se?ala Franco Pene, presidente de Gibo, que produc¨ªa las colecciones de pasarela de Lang cuando la marca se vendi¨® a Prada. "Todo el mundo comet¨ªa el mismo error por entonces, ya fuera Prada, Gucci o LVMH. Todos estaban convencidos de que ten¨ªan una f¨®rmula fant¨¢stica para llevar una empresa de moda. Cre¨ªan que era posible reproducir un modelo empresarial que funcionaba con nuevas adquisiciones. Pero no fue as¨ª".
Durante gran parte de la relaci¨®n comercial entre Lang y Bertelli, sus en¨¦rgicos temperamentos estuvieron igualados. Cuando Jil Sander dimiti¨® de su empresa por primera vez, tras un enfrentamiento con Bertelli a ra¨ªz de los productos que ¨¦l quer¨ªa que dise?ara, Lang afirm¨® p¨²blicamente que ¨¦l no ten¨ªa "ning¨²n problema" con Bertelli. Puede que eso se debiera a que Lang, al que sus amigos describen como extremadamente fiel, divid¨ªa su responsabilidad y la de Bertelli entre el dise?o y la empresa, y no se quejaba cuando no estaba de acuerdo con las estrategias del ejecutivo.
Bertelli se neg¨® a hacer comentarios sobre su estrategia a la hora de dirigir Helmut Lang o a confirmar si la firma est¨¢ en venta. Jason Jacobs, portavoz de Prada, se?ala que la empresa ha contactado con varias partes que han expresado su inter¨¦s por la marca. "Nuestro objetivo es posicionar la marca para el ¨¦xito a largo plazo y generar resultados comerciales positivos".
Lang, que rara vez concedi¨® entrevistas o acudi¨® a fiestas de la moda cuando m¨¢s solicitado estaba, ha mantenido silencio sobre Prada desde su partida. Lleva cultivando su imagen de marginal desde sus primeros a?os en Viena, en los que estaba m¨¢s interesado en disc jockeys y artistas como Jenny Holzer y Louise Bourgeois que en el mundo de la moda. Sus austeros dise?os transmit¨ªan un mensaje de g¨¦lida superioridad paralelo a su comportamiento y su aura misteriosa. "Le encanta la moda, y, curiosamente, le apasiona ese mundo, pero no es la persona m¨¢s sociable de la Tierra", comenta Kate Betts, directora de los suplementos de estilo y dise?o de la revista Time. "No creo que esa parte de la moda le guste".
Cuando Lang mostr¨® su primera colecci¨®n en Par¨ªs en 1986, sus modelos rectos y sobrios dieron origen a una nueva ola de minimalismo que le convirti¨® en una estrella. Su influencia no hizo sino crecer cuando se traslad¨® a Nueva York en 1998 y anunci¨® que mostrar¨ªa su colecci¨®n a principios de septiembre, antes que los desfiles europeos y los de los dise?adores estadounidenses, que tradicionalmente segu¨ªan a Mil¨¢n y Par¨ªs. Casi inmediatamente, otros dise?adores siguieron su estela, y la Semana de la Moda de Nueva York se adelant¨® seis semanas. Cuatro a?os despu¨¦s, cuando Lang se retir¨® de las pasarelas neoyorquinas para volver a desfilar en Par¨ªs, dej¨® un vac¨ªo creativo. Pero su influencia ya comenzaba a desvanecerse cuando un nuevo torrente de talento irrumpi¨® en Par¨ªs, con dise?adores como Alber Elbaz, Nicolas Ghesquiere y Olivier Theyskens. Actualmente, despu¨¦s de renuncias tan sonadas como las de Sander, Tom Ford o incluso Wolfgang Joop, minoristas y consumidores parecen estar hartos.
M¨¢s leyenda que fracaso. La desaparici¨®n de Lang del mundo de la moda no da la impresi¨®n de haber provocado muchos lamentos. No parece que las tiendas se hayan visto asediadas para hacerse con sus vestidos de cuerda blanca y las chaquetas de rayas, la ¨²ltima colecci¨®n de Helmut Lang dise?ada por Lang. "Estamos empezando a aprender que estos cambios de dise?ador son cosas que pasan", se?ala Julie Gilhart, la directora de moda de Barneys New York. Dado que Lang cultiv¨® la imagen de dise?ador cuyo ¨¦xito se basaba en aparentar que estaba por encima de la moda, algunos de sus admiradores opinan que su lugar en la historia de la moda ser¨¢ similar a la de una estrella del rock: m¨¢s una leyenda que un fracaso.
"Helmut me llev¨® a creer que ser dise?ador era lo peor del mundo", comenta la fot¨®grafa Elfie Semotan. Ella le describe como un amigo atento, cuya imagen p¨²blica de frialdad poco tiene que ver con el hombre de verdad. Semotan dice que no se sorprendi¨® al saber que Lang, del que dijo que se hab¨ªa vuelto m¨¢s serio desde que vendi¨® su firma a Prada, iba a dimitir. "Cuando le ve¨ªa trabajar de ese modo? Era muy agotador", comenta. "S¨¦ que le encantaba su trabajo, que seguir¨ªa haci¨¦ndolo, pero al mismo tiempo sab¨ªa que no quer¨ªa sacrificarse por completo. No quer¨ªa ser propiedad del mundo de la moda".
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