El h¨¦roe entristecido
Bekele se impone en los 10.000 metros sin ofrecer su mejor imagen, y De la Ossa oficia de especie en v¨ªas de extinci¨®n
No hubo novedad en los 10.000 metros. Gan¨® Bekele, el fen¨®meno et¨ªope que representa mejor que nadie el proceso de selecci¨®n que se ha producido en las pruebas de fondo. En Helsinki s¨®lo corrieron dos atletas europeos, el suizo Belz y Juan Carlos de la Ossa, convertido en el ¨²ltimo representante de una especie en v¨ªas de extinci¨®n. En medio de una marea de rivales africanos, De la Ossa se las ingeni¨® para terminar el d¨¦cimo, un puesto extraordinario en las condiciones actuales, en las que los europeos no es que sean irrelevantes: no existen. En este aspecto, la carrera no fue novedosa.
Los ¨²ltimos a?os han consagrado a dos fondistas maravillosos: los et¨ªopes Gebreselassie y su sucesor, el peque?o Bekele. El traspaso de poderes se realiz¨® hace dos a?os en Par¨ªs y desde entonces la prueba pertenece a Bekele. A su alrededor se mueve un ej¨¦rcito de et¨ªopes, kenianos, eritreos, tanzanos y algunos otros con bandera de conveniencia. Son generalmente kenianos que defienden el pabell¨®n de Qatar o et¨ªopes y somal¨ªes con la camiseta estadounidense. Se pongan lo que se pongan, la realidad es que el ¨¢mbito del fondo ha perdido su condici¨®n universal para convertirse en un asunto del valle del Rift.
Europa busca todo tipo de coartadas para justificar la desaparici¨®n de la raza de los fondistas
El et¨ªope parece todav¨ªa deca¨ªdo por la muerte de su novia cuando se entrenaba en la monta?a
La nueva configuraci¨®n del 10.000 se hizo m¨¢s evidente en la capital del fondo, en la tierra de Nurmi, Kohlemainen, Riitola, Iso Hollo, Vaatainen y Viren. Finlandia puede presumir de una colecci¨®n impresionante de campeones ol¨ªmpicos, atletas legendarios que ahora no tienen sucesores. No hubo un solo finland¨¦s en la final, ni se le esperaba. La hegemon¨ªa de et¨ªopes y kenianos ha tenido un efecto disuasorio en Europa, donde se buscan todo tipo de coartadas para justificar la desaparici¨®n de la raza de fondistas. Se va desde las explicaciones antropol¨®gicas -el efecto que produce vivir por encima de los 2.500 metros- a las econ¨®micas -la necesidad africana frente a la comodidad europea-, pasando por una lastimosa complacencia. La idea es que ning¨²n europeo puede correr los 10.000 metros en 26 minutos y medio, el umbral en el que se maneja Bekele cuando va muy r¨¢pido. Es posible que sea cierto, pero la realidad resulta m¨¢s penosa si se compara con el panorama de hace 20 a?os. A finales de los a?os setenta y principios de los ochenta, fondistas de Portugal, Italia, el Reino Unido, Finlandia y la antigua Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana compet¨ªan perfectamente con los africanos. Consegu¨ªan marcas que ahora parecen inalcanzables para los europeos actuales, con la excepci¨®n de Rondero y De la Ossa. Se ha renegado de las pruebas de fondo, a las que Europa asiste como espectadora y pagadora del espect¨¢culo que ofrecen et¨ªopes y kenianos.
La situaci¨®n es tan dram¨¢tica que el m¨¦rito de De la Ossa se multiplica por su condici¨®n de solitario, ¨²ltimo representante de una estirpe que perece, un dinosaurio del atletismo. De la Ossa se niega a aceptar los depresivos an¨¢lisis que se hacen en Europa sobre el fondo. Se ve a s¨ª mismo como un fondista de raza, procedente de un entorno que ha generado los mejores especialistas espa?oles. Como Mariano Haro, como Antonio Prieto, representa la Castilla profunda, el hombre sacrificado, de una entereza indestructible. Hasta hace dos a?os trabajaba en el matadero de Taranc¨®n, en una situaci¨®n muy precaria para esperar grandes cosas del atletismo.
Peque?o, enjuto, duro, De la Ossa no tiene complejos. Se entrena en Madrid y se mide con los africanos en todas las partes del mundo. En Helsinki fue derrotado por los mejores, encabezados por el genial Bekele, pero super¨® a un buen n¨²mero de atletas del valle del Rift, la factor¨ªa en la que se cuece el fondo mundial.
En el Rift, la falla que corta el oriente africano de norte a sur, los atletas dirimen sus diferencias con orgullo. Los kenianos buscan a alguien que termine con la hegemon¨ªa de los et¨ªopes. No lo consiguieron contra Gebre y tampoco lo han logrado frente a Bekele. El funcionamiento de los et¨ªopes en las grandes competiciones es m¨¢s organizado. Est¨¢ en juego el orgullo nacional y rara vez se permite que se amenacen las jerarqu¨ªas. Bekele recibi¨® el permiso para superar a Gebre en los Mundiales de Par¨ªs. Lo hizo con la certeza de que suced¨ªa a un mito y que deber¨ªa estar a su altura. En la final de Helsinki, Bekele no ofreci¨® su mejor imagen. Todav¨ªa parece un chico deca¨ªdo por la muerte de su novia cuando se entrenaban en las monta?as. Los ojos son menos vivaces que en Par¨ªs, la sonrisa es menos expresiva. En la pista es el mejor, sin duda, pero se impone sin alardes. Gana porque es un atleta prodigioso, pero es un muchacho entristecido.
Durante la carrera tampoco fue expresivo. Pas¨® un buen rato en medio del grupo de cabeza, que funcion¨® con un ritmo discreto, se estir¨® hasta la cabeza cuando su compa?ero Sihine comenz¨® a dirigir las operaciones y se prepar¨® para un sprint que gan¨® con menos comodidad de lo habitual.
Bekele ha perdido energ¨ªa, pero se ha ganado a la gente. No es para menos: a pesar de su drama personal, todav¨ªa es el emperador del fondo.
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