A medias
En esta cosa et¨¦rea y surrealista en la que parece se ha convertido la pol¨ªtica, sustituida por la publicidad y donde los mensajes gratificantes al consumidor son los que aparentan modificar la realidad cuando ¨¦sta permanece inalterada; en esta situaci¨®n, el prohibir a medias manifestaciones deja m¨¢s o menos contentos a todos. A los convocantes de Batasuna, que dicen haber conseguido sus objetivos; al consejero del Interior, que puede manifestar que ha suspendido la manifestaci¨®n, al menos la del recorrido solicitado; a los socios del PNV en el Gobierno vasco, que quer¨ªan que Batasuna se manifestara; a los socialistas, que parecen aceptar que realmente se prohibi¨®. Menos al PP y, quiz¨¢s, a Od¨®n Elorza, que vuelve a contemplar la imagen de su ciudad distorsionada por la vuelta a la escena de los que queman contendores de basura justo el d¨ªa del inicio de sus fiestas patronales. Ante esa foto es muy dif¨ªcil hacer un discurso optimista dirigido a los donostiarras.
Casi todos contentos porque se mantiene el statu quo de casi todo. La realidad no se modifica aunque cada cual puede decir de ella lo que m¨¢s guste, aunque lo que diga, siendo cierto, resulte sesgado y parcial. M¨¢s o menos como antes: todo puede ser posible, cualquier cosa puede pasar, hasta que les hagan reina y dama de honor de las fiestas de Amurrio a unos barbudos convictos de ETA sin que su alcalde se sienta especialmente molesto, puesto que, adem¨¢s, era para pasar sus fiestas con tranquilidad, fin sano y encomiable donde los haya.
Hemos vuelto en este tema de la persistencia de Batasuna y la violencia al relativismo de a?os atr¨¢s. Cualquier autoridad puede asumir su presi¨®n, aunque s¨®lo sea a medias, y conformarnos porque en esta ¨²ltima manifestaci¨®n no ha ido tanta gente o ha habido muchos menos lanzadores de piedras e incendiarios que en momentos del pasado que cre¨ªamos haber superado. Me temo que se trata de volver a aceptar, por no complicarnos la vida, la vuelta a aquella situaci¨®n de todos los fines de semana caracterizados por una violencia desatada. Los tanteos los est¨¢n dando, y no les est¨¢ saliendo mal del todo, s¨®lo a medias. Lo que puede permitir la vuelta de una violencia que cre¨ªmos enterra es esta cierta conformidad social, m¨¢s que el enajenado voluntarismo de sus protagonistas, como pas¨®, si tienen memoria, en toda la tragedia puesta en marcha por ETA y sus ac¨®litos.
Aunque hay matices extra?os y nuevos posicionamientos frente al reverdecer de la presi¨®n de los violentos que no debieran considerarse obvios. El PP sigue en su p¨¦trea actitud de firmeza inaugurada hace unos cuantos a?os. El PSE, al estar a la espera de las condiciones que permitan un final dialogado, no le queda m¨¢s remedio que expresar de alguna manera satisfacci¨®n por c¨®mo se est¨¢n encauzando las cosas; al fin y al cabo, ¨¦l tambi¨¦n gobierna y tiene que ir de optimista. Tanto EA como EB, preocupadas por un replanteamiento del tablero pol¨ªtico -un posible encuentro del PNV con el PSOE- encuentran en el tema de la violencia el lugar para distanciarse de los socialistas y aunarse en las tesis m¨¢s favorables a la legalizaci¨®n de Batasuna y la negociaci¨®n con ETA.
Nueva es la firmeza de la Consejer¨ªa de interior, contradicha con una cierta permisividad posterior, y los discursos de algunos representantes del PNV, recordando a los de Batasuna -ense?ando las porras si es preciso- que fuera de ellos no hay salvaci¨®n, por si les cupiera alg¨²n devaneo de negociaci¨®n y acercamiento con los socialistas sin contar con ellos. Se volver¨¢ a cometer el error de acometer el fin de ETA y la civilizaci¨®n de Batasuna en el frontis donde se dirimen las contradicciones entre los partidos democr¨¢ticos. Y es que el terror, la violencia, la ilegalidad, por su dimensi¨®n de traum¨¢tica perturbaci¨®n en la sociedad, da para mucho juego entre los pol¨ªticos.
Se confirma el devenir de los acontecimientos anunciados en este verano de pertinaz sequ¨ªa y fatalismo pol¨ªtico. Lo que iba a pasar tiene que pasar, hasta que no se vuelva a romper el statu quo de los malos momentos del pasado y ese relativismo frente a la violencia y los que la apoyan.
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