El tangerino que abraz¨® el horizonte
Ibn Battuta (1304-entre 1368 y 1377) figura desde siempre en la n¨®mina de "gal¨¢cticos" del mundo musulm¨¢n. Su cr¨®nica viajera, Rihla (t¨ªtulo original, Regalo de curiosos sobre peregrinas cosas de ciudades y viajes maravillosos), supone el m¨¢s alto exponente del g¨¦nero en una cultura en gran medida en el contacto y ¨®smosis con gentes y paisajes absolutamente dispares. Adem¨¢s de la reverencia que le otorga el mundo isl¨¢mico como h¨¦roe, aventurero y sabio, modernamente en Occidente se ha enriquecido su fama con la fascinaci¨®n que ejerce la patria chica de Ibn Battuta, T¨¢nger, ciudad que siempre fue cosmopolita, seguramente en raz¨®n de su situaci¨®n geogr¨¢fica abierta a mares y continentes y donde en la actualidad hay una presunta tumba del viajero.
En Espa?a el inter¨¦s por Ibn Battuta viene de lejos. Esta edici¨®n espa?ola de A trav¨¦s del islam data de 1986, ha conocido numerosas reediciones y ahora ha vuelto a ser revisada. Fanjul y Arb¨®s son desde hace mucho pesos pesados en el arabismo espa?ol y, al estudiar a Ibn Battuta, dejan demostrada la categor¨ªa de su rigor. El personaje y sus correr¨ªas quedan perfectamente fijados hasta donde permiten los datos historiogr¨¢ficos. Y la traducci¨®n posee un sabor perfectamente adecuado al lector contempor¨¢neo, sin ceder en el respeto al estilo preciso de un viajero que, por fortuna, sab¨ªa ser metomentodo sin sacar pecho.
Ibn Battuta quiso peregrinar a La Meca y viaj¨® de Marruecos a China y, durante las tres d¨¦cadas de periplo, fue registrando cuanto ve¨ªa o le contaban. Paisajes, toponimia, ritos, agricultura, poes¨ªa, pol¨ªtica, la peste negra, todo est¨¢ en la Rihla. Se trata en consecuencia del gran compendio sobre la civilizaci¨®n musulmana de una ¨¦poca cuyos ecos sobreviven incluso en las crisis de hoy. Egipto, Oriente Medio, Arabia, Mesopotamia, Turqu¨ªa, Asia central, el Indostan¨ª, Ceil¨¢n, Indonesia, China... y por supuesto Al Andalus. La incansable curiosidad, la amenidad constante de un viajero incomparable.
El hechizo de Ibn Battuta
atrap¨® a un estudiante brit¨¢nico de ¨¢rabe cl¨¢sico, Tim Mackintosh-Smith, y le llev¨® a traducir la Rihla y a viajar por tierras ¨¢rabes. Su Yemen: Travels in Dictionary Land (vive en Sanaa hace 20 a?os) fue galardonado en 1998. Concibi¨® el l¨®gico sue?o de repetir el gran viaje del tangerino. Por ahora s¨®lo ha podido llegar hasta Estambul, partiendo de T¨¢nger y pasando por Egipto, Siria, Om¨¢n, Anatolia y Crimea. La cr¨®nica de esa aventura corrobora, una vez m¨¢s, la calidad de los escritores-viajeros brit¨¢nicos. El soporte erudito, el atenerse al legado del ilustre modelo, sirven como argamasa al relato de las peripecias que salen al encuentro en esa decisiva parcela del mundo musulm¨¢n de hoy. Mackintosh-Smith se pertrecha ante todo, como Ibn Battuta, de una curiosidad insaciable y procede a decantar y a elegir lo que puede avivar la pasi¨®n del lector. Estas p¨¢ginas dejan la magn¨ªfica impresi¨®n del viaje aprovechado a fondo: cuando el placer y los riesgos del camino se funden arm¨®nicamente con la herencia, consciente o no, de las gentes que el viajero va encontrando.
La complementariedad de estos dos libros resulta sumamente atractiva. Permiten al lector otro tipo de viaje, comparar ¨¦pocas, visiones. Evidentemente, por ejemplo, el testimonio que da Ibn Battuta sobre las pir¨¢mides majestuosas difiere sobremanera de El Cairo atosigado que ve Mackintosh-Smith: pero ambos viajeros se rinden a una ciudad de ciudades donde todo, absolutamente todo, no s¨®lo es posible sino que adem¨¢s es simult¨¢neo. Y ante el B¨®sforo en Constantinopla, Ibn Battuta recuerda sensatamente la desembocadura del Bu Regreg entre Sal¨¦ y Rabat, pero constata la grandeza de su puerto, y la suciedad de sus bazares e iglesias. El brit¨¢nico, en cambio, conoce un templo de Santa Sof¨ªa que fue convertido en mezquita otomana en 1453 y que hoy es un monumento secularizado. Constantinopla hace siglos que s¨®lo es una parte de la historia de Estambul. Pero en much¨ªsimos sentidos la ciudad a orillas del B¨®sforo sigue siendo la misma para ambos viajeros.
La actitud de Mackintosh-Smith ofrece un buen ejemplo de c¨®mo aprender de la Historia y de quienes han contribuido a relacionar a las gentes, como es el caso de Ibn Battuta. Mackintosh-Smith, simplemente, sigue las huellas del maestro con humildad. Y ello le permite a ¨¦l, y por ende al lector, hacerse cargo de la trascendencia de una civilizaci¨®n, la musulmana, que en tiempos de Ibn Battuta y tambi¨¦n en los nuestros requiere ser abordada con el inter¨¦s m¨¢s c¨¢lido, sin prejuicios: exactamente como se asom¨®, durante treinta a?os de peregrinaje a trav¨¦s del mundo vario, el propio tangerino.
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