Buenos d¨ªas, robot
La b¨²squeda del humanoide perfecto ha llevado a los japoneses a crear robots como Papero, Wakamaru, Actroid o Mujiro. Pronto pueden ser compa?eros habituales en nuestra vida diaria. L¨ªder en rob¨®tica, Jap¨®n se empe?a en abrir al mundo las puertas de un futuro que antes era s¨®lo ciencia-ficci¨®n.
Es la tercera vez que Keiko ha ido a ver a Papero. Hace meses que la casa se le cae encima, que se siente agobiada por la incansable actividad del peque?o Hiroshi y se plantea dar un giro a su vida. Las dudas la hacen dormir mal y comienza a pensar seriamente en volver al trabajo que dej¨® en una multinacional farmac¨¦utica. Su primer encuentro con Papero fue casi la revelaci¨®n que andaba buscando. Camino de los tres a?os, Hiroshi es un hombrecito que necesita relacionarse, y Papero es tan simp¨¢tico y amable que pronto hicieron muy buenas migas. El amor mutuo qued¨® confirmado en la segunda visita: jugaron, se entretuvieron y Hiroshi se qued¨® encantado con el peque?o robot, mientras Keiko, de 39 a?os, confirmaba que el remedio al deterioro de su situaci¨®n psicol¨®gica consist¨ªa en reincorporarse a la vida laboral, llevar al ni?o a la guarder¨ªa y compartir el resto de la jornada con Papero el peso de la atenci¨®n que requiere Hiroshi.
A finales de julio, Keiko -provista de una larga lista de preguntas- y Hiroshi volv¨ªan a la Exposici¨®n Universal de Aichi (Jap¨®n), donde media docena de Paperos descubren a padres e hijos una nueva dimensi¨®n de sus relaciones. El robot, de apenas 38,5 cent¨ªmetros de altura y seis kilos de peso, tiene como principal funci¨®n el cuidado de los ni?os. Dotado de un tel¨¦fono m¨®vil y conectado a Internet sin cable, Papero permite que el ni?o y el adulto se comuniquen a trav¨¦s suyo, y, si el adulto tiene una pantalla abierta, puede ver lo que el ni?o hace, ya que los ojos de Papero son dos c¨¢maras que pueden transmitir im¨¢genes. Sus m¨²ltiples sensores hacen que pueda moverse sin tropezar, responder verbalmente a las caricias o a los golpes, girarse hacia la persona que le est¨¢ hablando y reconocer su voz -es capaz de distinguir simult¨¢neamente distintas voces y la posici¨®n exacta de sus due?os-, bailar, cantar, leer historias y responder a cualquier pregunta, cuya respuesta saca del pozo inagotable de Internet. Fabricado por NEC Corporation, con el apoyo de NEDO, la organizaci¨®n estatal japonesa que promociona el desarrollo y la investigaci¨®n de robots, Papero es ya una realidad cuyas primeras unidades se han introducido este a?o en guarder¨ªas, colegios y centros de recreo infantiles, como paso previo a su comercializaci¨®n en serie.
El Ministerio de Educaci¨®n ha puesto en marcha un programa destinado a familiarizar a los ni?os con los robots, a ense?arles a jugar con ellos y a conocerlos, para que aprendan a aprovechar todas las posibilidades que les ofrecen. Asimismo, el Gobierno y las grandes empresas niponas implicadas en la investigaci¨®n y fabricaci¨®n de la nueva generaci¨®n de robots han utilizado la Exposici¨®n Universal de Aichi para fomentar "un ambiente de coexistencia entre los hombres y los robots".
Para los occidentales no deja de ser sorprendente la confianza que los japoneses tienen en estos artefactos. Keiko dice sentirse m¨¢s segura si tiene un Papero en casa que le ayude a entretener a su hijo mientras ella trabaja, que dejarle al cuidado de una extranjera, porque la escasez y el alto coste de la mano de obra en Jap¨®n no permite siquiera pensar en que los japoneses realicen ese tipo de servicios. No lo confiesa abiertamente, pero deja entrever que Hiroshi puede encontrar en un robot el compa?ero de juegos que rompa la soledad del hijo ¨²nico y le facilite a ella la decisi¨®n de no darle un hermano.
Jap¨®n, como Espa?a, tiene una de las tasas de natalidad m¨¢s bajas del mundo, pero sus puertas est¨¢n cerradas a los inmigrantes. La sociedad envejece a marchas agigantadas. Este a?o ya no ha crecido la poblaci¨®n, y, a partir de 2007, se estima que se iniciar¨¢ un descenso que, para mediados de siglo, dejar¨¢ reducida la poblaci¨®n de la segunda potencia econ¨®mica del mundo de los 127 millones de habitantes actuales a tan s¨®lo 100 millones.
Ante estas perspectivas, y de acuerdo con lo que piensa la mayor¨ªa de la poblaci¨®n, Jap¨®n se ha embarcado en una b¨²squeda desesperada del humanoide perfecto. F¨ªsicamente el problema est¨¢ resuelto. La compa?¨ªa Kokoro ha fabricado unas jovencitas de silicona que, colocadas junto a otras reales, son imposibles de distinguir. Bautizadas como Actroid (una especie de conjunci¨®n entre actriz y robot), est¨¢n pensadas para sustituir a las recepcionistas, y, en un primer momento, se comercializar¨¢n dentro de cabinas de informaci¨®n. Las Actroid gesticulan al hablar como los humanos y dominan cuatro idiomas: japon¨¦s, chino, ingl¨¦s y coreano.
"Para la mentalidad occidental cristiana, donde el mundo fue creado por Dios, los robots tienen connotaciones negativas de insumisi¨®n y soberbia del hombre hacia su creador, pero los japoneses tenemos una filosof¨ªa animista. Estamos acostumbrados desde antiguo a vivir con muchas deidades y eso facilita que veamos a los robots como amigos", afirma Tetsuya Yamamoto, director del departamento de desarrollo tecnol¨®gico de NEDO.
La estaci¨®n de robots de Aichi, donde se exhiben m¨¢s de un centenar de estos inventos, que se conectan a distintas horas para que el p¨²blico se familiarice con su uso, ha revelado que hay mucha m¨¢s interacci¨®n entre personas y humanoides que con los dem¨¢s robots. Ante la Actroid se concentra una abigarrada multitud de todas las edades que pugna por hacerle las m¨¢s diversas preguntas. "Nosotros no creemos en la rebeli¨®n de los robots, por eso no nos sentimos amenazados por ellos. Los vemos como instrumentos de nuestra inteligencia. Los podemos hacer mucho m¨¢s fuertes, m¨¢s resistentes que nosotros, pero somos nosotros los que los programamos y damos vida", a?ade este ingeniero de 40 a?os, que dice sentirse fascinado por Wakamaru, el simp¨¢tico robot de un metro de alto, mitad recepcionista y mitad vigilante, fabricado por Mitsubishi. Wakamaru va equipado con una c¨¢mara omnidireccional en la cabeza y otra de captaci¨®n frontal con los ojos ejerciendo la funci¨®n de objetivos. Reconoce voces, habla en cuatro idiomas y usa tambi¨¦n lenguaje corporal. Una rueda y sensores infrarrojos le permiten moverse esquivando los obst¨¢culos.
Los japoneses ven su relaci¨®n con los robots en unos t¨¦rminos ¨¦ticos parecidos a los descritos por Isaac Asimov en sus Tres leyes de la rob¨®tica, recientemente popularizadas con el filme Yo robot. El prol¨ªfico autor estadounidense nacido en Rusia defend¨ªa, ya en 1954, en su obra Las cuevas de acero, que los robots tuviesen un aspecto humanoide para poder utilizar las herramientas de los hombres. Las leyes de Asimov establec¨ªan: Primera. Un robot no puede hacer da?o a un ser humano o, por inacci¨®n, permitir que un ser humano sufra da?o.
Segunda. Un robot debe obedecer las ¨®rdenes dadas por los seres humanos, excepto si estas ¨®rdenes entran en conflicto con la primera ley.
Tercera. Un robot debe proteger su propia existencia en la medida en que no entre en conflicto con las leyes anteriores.
Seg¨²n NEDO, en los pr¨®ximos cinco a?os la comercializaci¨®n de robots orientados a servicios de vigilancia, informaci¨®n, limpieza y ayuda domestica despegar¨¢ con unas ventas entre 15.000 y 20.000 millones de euros. Su director tecnol¨®gico est¨¢ convencido de que eso ser¨¢ s¨®lo el principio. La venta de robots es fundamental para mantener el est¨ªmulo de las empresas que han gastado sumas ingentes en su investigaci¨®n y desarrollo. La inyecci¨®n de fondos facilitar¨¢ la marcha hacia la robotizaci¨®n de la sociedad. El informe de la Comisi¨®n Econ¨®mica para Europa de Naciones Unidas, titulado World Robotics 2004, pronostica una invasi¨®n de robots en los pr¨®ximos a?os: "Los robots no s¨®lo limpiar¨¢n los suelos, cortar¨¢n el c¨¦sped y proteger¨¢n nuestros hogares, sino que adem¨¢s asistir¨¢n a las personas de edad avanzada y con discapacidades. Con un instrumental interactivo y sofisticado, realizar¨¢n operaciones quir¨²rgicas e inspecciones de tuber¨ªas y lugares que son peligrosos para los seres humanos. Adem¨¢s, trabajar¨¢n en la extinci¨®n de incendios, desactivar¨¢n bombas y se emplear¨¢n en muchas otras aplicaciones".
De los 807.000 robots industriales que operaban en el mundo en 2004, el 44% se encontraba en Jap¨®n. Muchas de las compa?¨ªas que se benefician de su ayuda se interesan ahora por los nuevos robots que les permitir¨¢n prescindir de recepcionistas, secretarias, conductores de veh¨ªculos industriales y personal de seguridad. En este campo hay una extensa variedad de modelos a elegir. Desde el juguet¨®n Alsok, pensado para uso dom¨¦stico, a Mujiro y Ligurio, aut¨¦nticos soldados capaces de detectar a un intruso a 50 metros de distancia o a trav¨¦s de una pared y dispuestos a retirar objetos sospechosos. Ya ha salido a la venta, por 38 millones de yenes (unos 300.000 euros), el humanoide HRP-2, desarrollado conjuntamente por empresas privadas y p¨²blicas y que puede sustituir al hombre en inspecciones peligrosas y en el manejo de veh¨ªculos y maquinaria industrial, como gr¨²as y excavadoras. La empresa Kawada, que lo comercializa, conf¨ªa en vender 100 unidades para 2007 y 1.000 para 2010. A finales de 2004 se hab¨ªan fabricado los 10 primeros HRP-2, que tienen fines de investigaci¨®n y desarrollo.
Desde que el emperador Meiji decidi¨® en 1868 revolucionar el Imperio del Sol Naciente para modernizarlo con los avances t¨¦cnicos, industriales y militares de Occidente, los japoneses han tenido fama de copiar todo y de desarrollarse usando modelos de otros. Sin embargo, en rob¨®tica se sienten l¨ªderes y est¨¢n orgullosos de ser ellos los que abran al mundo las puertas de un futuro al que nadie podr¨¢ resistirse. En 1998, el Gobierno invit¨® a toda la poblaci¨®n a investigar en rob¨®tica y se comprometi¨® a premiar los mejores proyectos y a interconectar a peque?as y grandes empresas para dar a conocer sus avances y para facilitar la cooperaci¨®n mutua.
Un a?o antes se hab¨ªa establecido el Instituto de Ciencias del Cerebro (BSI), de Riken, para unificar los esfuerzos de neurocient¨ªficos, investigadores y t¨¦cnicos de los laboratorios de peque?as empresas, universidades y centros de investigaci¨®n desperdigados por Jap¨®n y dedicados a estudiar el cerebro. Uno de los objetivos que se ha impuesto el BSI es conocer el proceso de crecimiento del cerebro humano para poder dise?ar sistemas artificiales m¨¢s eficientes que impulsen la rob¨®tica y la fabricaci¨®n de ordenadores y robots basados en las funciones del cerebro. "A medida que los investigadores comiencen a comprender c¨®mo sentimos y pensamos ser¨¢ posible desarrollar robots que imiten esta experiencia de forma m¨¢s exacta", afirma el director del BSI, Shunichi Amari, en una reciente entrevista del The Japan Journal. Seg¨²n Amari, Jap¨®n se plantea el desarrollo de robots humanoides como un "reto intelectual", pero Estados Unidos y Europa se inclinan por la perspectiva funcional a la hora de dise?arlos.
Mientras Jap¨®n se levantaba de las cenizas a que qued¨® reducido por la Segunda Guerra Mundial, los ni?os nacidos a partir de entonces crecieron junto con h¨¦roes de ciencia-ficci¨®n, tanto de tebeos (manga) como de dibujos animados. Personajes como Astro Boy, aparecido en 1952, fueron muy populares y tuvieron una fuerte influencia hasta bien entrada la d¨¦cada de los setenta. Ahora, esos h¨¦roes se hacen realidad y sus peripecias imaginarias se transforman en tecnolog¨ªa punta para facilitar la vida a los ciudadanos.
La primera compa?¨ªa que comenz¨® a tomarse en serio la investigaci¨®n de humanoides fue Honda Motors, all¨¢ por 1986. Diez a?os m¨¢s tarde, Honda exhibi¨® el b¨ªpedo P2, capaz de andar, subir escaleras y empujar un carrito, pero, con 182 cent¨ªmetros de altura y 210 kilos de peso, no parec¨ªa muy pr¨¢ctico. Nueve meses despu¨¦s apareci¨® P3, con dimensiones m¨¢s reducidas. Pero el robot estrella de Honda no lleg¨® hasta 2000. Se llama Asimo, mide 120 cent¨ªmetros y pesa 43 kilos. Sus creadores est¨¢n convencidos de que Asimo ser¨¢ el que haga realidad el lema de la empresa: "Un robot en cada hogar". "Acabo de comenzar a trabajar y compagino bien el trabajo con las tareas dom¨¦sticas, pero, si necesitara ayuda, preferir¨ªa un robot. En Jap¨®n no estamos habituados a que nadie entre en nuestras casas. Lo ¨²nico que me preocupa del auge de los robots es que ser¨¢ m¨¢s dif¨ªcil encontrar un empleo", se?ala Fusae Nakamura, de 25 a?os.
Reservados, castigados por terremotos, volcanes y tifones, y sujetos a una estricta moral confuciana en la que prima la jerarqu¨ªa y la represi¨®n de cualquier manifestaci¨®n externa de los sentimientos, los japoneses tienen dificultades para comunicarse con sus semejantes, como han puesto de manifiesto los resultados de una reciente encuesta en la que m¨¢s de un tercio de los entrevistados aseguraba preferir la compa?¨ªa de un animal dom¨¦stico a la de un hombre.
A?o a a?o, mes a mes, la sociedad japonesa se va robotizando sin apenas darse cuenta de c¨®mo la tecnolog¨ªa se ha infiltrado en su vida diaria. Ascensores que hablan, aspiradores que limpian solos, ba?eras que se llenan autom¨¢ticamente, diccionarios electr¨®nicos del tama?o de una agenda que traducen palabras y frases a varios idiomas, inodoros que sueltan agua al sentarse, se han integrado con naturalidad en el paisaje cotidiano. En el bosque de rascacielos de Tokio y en las peque?as comunidades rurales se multiplican las viviendas y cocinas inteligentes, donde los ni?os juegan con mascotas como el perro Aibo, de Sony, o el tamagochi, de Bandai, peque?os ingenios que responden a sus cuidados y mimos.
Los robots, sin embargo, no son santo exclusivo de las nuevas generaciones. En el pa¨ªs con mayor esperanza de vida del mundo -79 a?os para los hombres y 84 para las mujeres-, millones de jubilados conf¨ªan en que pronto se fabrique en serie el humanoide que les resuelva las tareas dom¨¦sticas y les acompa?e en su vejez. En 2015, uno de cada cuatro japoneses habr¨¢ cumplido 65 a?os, y para entonces, seg¨²n un informe del Gobierno hecho p¨²blico en mayo, los gastos relacionados con los servicios de robots habr¨¢n superado los 10.000 millones de euros anuales. "Un robot no te traiciona, no te roba y s¨®lo habla cuando t¨² quieres. Adem¨¢s, mi casa es peque?a y un extra?o me quitar¨ªa intimidad. No me sentir¨ªa a gusto, pero con un robot es distinto", se?ala Mariko Suzuki, quien desde que enviud¨® hace 10 a?os -sus dos hijos est¨¢n en Tokio- vive sola en Osaka.
Que la realidad va m¨¢s all¨¢ de la ciencia- ficci¨®n se comprueba cuando se asiste a un concierto en el pabell¨®n de Toyota en Aichi. Con andar pausado, casi como si sus pies rozaran el suelo, tres humanoides de 1,45 metros de altura avanzan hacia el centro del escenario. Llevan en la mano una trompeta. Saludan con voz clara de tintes met¨¢licos, pero -?¨²nico fallo?- sin la tradicional reverencia japonesa. Les acompa?an otros cinco robots rodantes. Todos ellos tienen pulmones y labios artificiales, las manos y los dedos est¨¢n perfectamente articulados y, con movimientos naturales, tocan las teclas de trompetas y tubas en una envolvente sinfon¨ªa.
Hace tres a?os que el primer fabricante de veh¨ªculos del mundo decidi¨® dar un paso m¨¢s en su investigaci¨®n de la movilidad y, sobre la base de la tecnolog¨ªa de control del autom¨®vil, desarroll¨® una nueva t¨¦cnica para dar estabilidad a los cuerpos de los humanoides. Toyota est¨¢ m¨¢s que familiarizada con los robots industriales que trabajan de forma intensiva en sus plantas de fabricaci¨®n y ensamblaje de veh¨ªculos, lo que ha permitido a este gigante multiplicar su producci¨®n sin depender de una contrataci¨®n masiva de mano de obra. Toshimitsu Suzuki, subdirector general del pabell¨®n de Toyota, asegura que el dise?o de la orquesta de humanoides ha permitido avances extraordinarios en el laboratorio de rob¨®tica de la empresa, que seguir¨¢ centrada en todo lo que es automoci¨®n, aunque no se descarta la penetraci¨®n de la empresa en los hogares. Toyota, a diferencia de Sony y de Honda, que se mantienen al margen, opera ya en el sector empresarial de la vivienda.
De momento, el gigante del autom¨®vil ha sacado el coche monoplaza inteligente, i-unit, capaz de reconocer a su due?o por la palma de la mano, de desplazarse sin conductor y de esquivar cualquier obst¨¢culo. Y, para facilitar el paseo a quienes no est¨¢n en condiciones de hacerlo por sus propios pasos, Toyota ha inventado el robot i-foot, especie de sill¨®n con piernas.
Dotar de movilidad a los ancianos y los impedidos es uno de los grandes retos del futuro y muchas empresas se empe?an ya en distintas f¨®rmulas de ayuda. Aisin Seiki, de Fujitsu, ha sacado una silla de ruedas inteligente que, con s¨®lo tocar un panel, lleva a su due?o a la peluquer¨ªa, el hospital o la casa de un amigo. Para que esta silla funcione se necesitan ciudades inteligentes, cuyas calles est¨¦n dotadas de sensores que permitan a la silla reconocer los lugares. Nada descabellado. Tanto el Gobierno como las grandes empresas tienen ya en proyecto este tipo de urbanizaciones especiales para la tercera edad que pronto poblar¨¢n la geograf¨ªa japonesa. En estos entornos, todo ser¨¢ inteligente y manipulable a control remoto.
Hirochika Inoue, inspector general de la Sociedad Japonesa para la Promoci¨®n de la Ciencia, sostiene que para 2010 ser¨¢n de uso com¨²n muchos de los robots que se exhiben en Aichi, y, para 2020, ya ser¨¢ funcional la ciudad inteligente en la que hombres y robots vivir¨¢n y trabajar¨¢n juntos. Para entonces, emerger¨¢n nuevos prototipos de humanoides, incluidos los cu¨¢nticos, que, apoyados en una infraestructura constituida por la tecnolog¨ªa de ordenadores y comunicaciones cu¨¢nticos, realizar¨¢n tareas much¨ªsimo m¨¢s complicadas que servir de ayuda a los seres humanos. Los robots cu¨¢nticos desempe?ar¨¢n funciones de canales de comunicaci¨®n multidimensionales, tanto en el sector p¨²blico como en el privado; superar¨¢n las limitaciones del tiempo y el espacio, y realizar¨¢n sus funciones junto con los seres humanos o solos. Igual que el XX fue el siglo del autom¨®vil, el XXI ser¨¢ el de los robots humanoides. Jap¨®n ya les ha dado la bienvenida.
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