Terry Gilliam propone un divertimento sobre los cuentos de los hermanos Grimm

Los cuentos de los hermanos Grimm han educado en el horror a decenas de generaciones. Brujas que engordan a los ni?os para com¨¦rselos, padres que abandonan a sus hijos porque no pueden alimentarles, ni?as de rojo que caminan solas por el bosque para visitar a una abuelita reci¨¦n ingerida por un lobo... El de los Grimm es un universo esencialmente malvado, ¨®ptimo terreno de caza para tipos como Terry Gilliam. No es f¨¢cil entender qu¨¦ hace una pel¨ªcula como El secreto de los hermanos Grimm, una superproducci¨®n de horror-humor que ha costado 80 millones de d¨®lares (m¨¢s de 65 millones de euros), entre los aspirantes al Le¨®n de Oro. El caso es que est¨¢ ah¨ª, como una rareza m¨¢s de la Mostra.

Como espect¨¢culo visual, cuesta encontrarle defectos a la pesadilla fant¨¢stica del antiguo miembro de los Monty Python. La obra rezuma color, monstruos y fuegos de artificio, y es de suponer que m¨¢s de un adolescente la considerar¨¢ durante varios meses su pel¨ªcula favorita. El autor de Brazil, Las aventuras del bar¨®n Munchausen y Doce monos tiene un mundo particular, y El secreto de los hermanos Grimm lleva su firma en cada secuencia, humor pythoniano incluido.

El rodaje fue tormentoso (interrupciones, dimisiones, despidos, fallos de coordinaci¨®n), cost¨® un dineral y requiri¨® el traslado y posterior destrucci¨®n de 700 ¨¢rboles en unos estudios checos. Si se hablara estrictamente de cine, habr¨ªa que concluir que la inversi¨®n, los disgustos y el delito ecol¨®gico no merecieron la pena. Pero no es el caso. Hablamos de un espect¨¢culo montado sobre un soporte cinematogr¨¢fico. No hay nada que recordar a la salida del cine ni necesidad de reflexi¨®n. En ¨²ltimo extremo, tiene las virtudes de los programas de v¨ªdeos dom¨¦sticos: puede ser muy entretenido ver a la gente cay¨¦ndose por la escalera o perdiendo los pantalones mientras baila. El entretenimiento que ofrece Gilliam es, en el fondo, de ese tipo. Un "tiemble despu¨¦s de haber re¨ªdo" sin mayor trascendencia.

'Cazafantasmas' del XIX

Para mezclar en la batidora todos los cuentos de los Grimm, Gilliam convierte a los hermanos en charlatanes, una especie de cazafantasmas de principios del XIX que esquilman a aldeanos supersticiosos en la Alemania ocupada por las tropas napole¨®nicas. Los dos hermanos (interpretados por Matt Damon y el ubicuo Heath Ledger, protagonista de otras dos pel¨ªculas en la Mostra) topan finalmente con la brujer¨ªa aut¨¦ntica y por un tiempo viven dentro de sus futuros libros, en combate con una reina muy p¨¦rfida (Monica Bellucci en doble versi¨®n, como momia de 500 a?os y como sex symbol decimon¨®nico) y con un general franc¨¦s no menos malvado.

La pel¨ªcula ser¨¢ agradecida por padres que por alguna raz¨®n deseen traumatizar a sus hijos peque?os, por chicos en plena verbena hormonal, por adultos que quieran pasar un rato con la mente en blanco y por los vendedores de DVD.

La otra pel¨ªcula presentada ayer fue Persona non grata, de Krzysztof Zanussi, productor de la trilog¨ªa tricolor de Kieslowski y con una carrera como cineasta de casi cuarenta a?os. Persona non grata constituye un comentario sutil sobre la decepci¨®n de la vejez, sobre el conflicto entre los ideales y la realidad, y sobre el dulce veneno de la paranoia, iluminado por la presencia solar del director ruso Nikita Mijalkov como actor secundario.

La trama es de las que espantan: un embajador polaco en Montevideo, antiguo opositor al r¨¦gimen comunista, sufre la muerte de su esposa y de su perro mientras intenta cerrar un contrato para la venta de helic¨®pteros al Ej¨¦rcito uruguayo.

Se aprende bastante sobre la disfuncionalidad de los funcionarios del servicio diplom¨¢tico polaco (o de cualquier otro pa¨ªs), pero las miserias burocr¨¢ticas son solamente un lienzo sobre el que Zanussi traza el mapa de un fin de vida. El viejo embajador, alcoh¨®lico, desconfiado y triste, ofrece un interesante panorama del alma humana en fase terminal. No se trata de ninguna maravilla. Persona non grata dif¨ªcilmente pasar¨¢ a las antolog¨ªas. Pero es cine, que ya es mucho.