El castillo de Santa Catalina y la memoria hist¨®rica
El Castillo de Santa Catalina de C¨¢diz, una construcci¨®n del siglo XVI habilitada como espacio cultural y abierto desde hace alg¨²n tiempo al p¨²blico, permanecer¨¢ cerrado durante alg¨²n tiempo por obras a realizar en su interior.
Hasta ahora, como introducci¨®n para los visitantes, un texto con dos partes explicaba la historia del castillo, tanto en el recinto como en las webs que lo promocionan: una, referida a su arquitectura y las fases de su construcci¨®n despu¨¦s del asalto ingl¨¦s y otra que hac¨ªa referencia al uso de la fortaleza como prisi¨®n militar desde los tiempos de Carlos III. En este apartado la informaci¨®n se detiene en 1816 cuando estuvo confinado all¨ª el independentista mexicano Jos¨¦ Mariano de Abasolo aun cuando la verdad es que el castillo sigui¨® desempe?ando esa funci¨®n, que yo sepa, casi hasta 1990. Santa Catalina ha sido c¨¢rcel durante la mayor parte de su historia.
As¨ª, a vuela pluma, habr¨ªa que consignar que Valle Incl¨¢n la retrata varias veces como tal y, en Baza de Espadas, dedica muchas p¨¢ginas a la prisi¨®n en sus dependencias de uno de los "espadones" del reinado de Isabel II, el general Dulce. A finales del XIX fue confinado all¨ª Giner de los R¨ªos y, con toda probabilidad, ide¨® en ese per¨ªodo la creaci¨®n de la Instituci¨®n Libre de Ense?anza; en 1932 estuvo internado el general Sanjurjo -su expediente se conservaba cuidadosamente encuadernado en la oficina del centro- por su intento de golpe de estado en Sevilla; en los pasados a?os 70, hab¨ªa en sus dependencias cientos de presos, entre ellos yo, juzgado y condenado en un Consejo de Guerra por sedici¨®n y en los 80 alguno de los responsables del 23-F.
La poblaci¨®n reclusa durante los a?os que permanec¨ª all¨ª estaba compuesta por soldados, guardias civiles, miembros de la Polic¨ªa Armada y algunos suboficiales juzgados por delitos "comunes" (comunes en la vida militar como deserci¨®n, insubordinaci¨®n, agresiones a superiores...), un peque?o grupo de presos pol¨ªticos y alrededor de 200 Testigos de Jehov¨¢, juzgados reiteradamente por el mismo "delito" -ilegalmente por tanto- de negarse a realizar el servicio militar. Durante mi estancia tambi¨¦n esperaba all¨ª la ejecuci¨®n de su sentencia un guardia civil condenado a muerte por asesinato en los mismos d¨ªas que Puig Antich y al que le fue conmutada la pena.
Los presos pol¨ªticos hac¨ªamos lo que pod¨ªamos para no perder del todo el contacto con la lucha del exterior y, desde 1972 a 1974, aprovechando nuestro trabajo en la oficina y en suministros, pusimos a funcionar en el castillo un "aparato de propaganda" de CC.OO. de C¨¢diz. A este hecho se ha referido Juan Jos¨¦ T¨¦llez en su art¨ªculo sobre estos a?os en Cr¨®nica de un sue?o (C y T Editores. M¨¢laga 2003).
Sin embargo, creo que el castillo deber¨ªa ser sobre todo un memorial de la falta de libertad que padecieron cientos de Testigos de Jehov¨¢, condenados una y otra vez como reincidentes y, por tanto ilegalmente al tratarse de un asunto de conciencia, con un aumento de la pena que precisamente llegaba a la m¨¢xima (12 a?os) cuando s¨®lo les faltaba poco tiempo para recibir la "licencia absoluta" con lo cual sal¨ªan de prisi¨®n, m¨¢s o menos, a los 40 a?os cumplidos.
Aunque yo comparta muy pocas de sus ideas, eran una poblaci¨®n pac¨ªfica, educada y laboriosa, que reproduc¨ªa dentro de los muros del castillo una sociedad civil sin m¨¢s traumas que los de la falta de libertad y que manten¨ªa con el grupo de presos pol¨ªticos (y nosotros con ellos) unas reglas diplom¨¢ticas exquisitas. Por ejemplo, no intent¨¢bamos la captaci¨®n mutua pero ellos nos invitaban cada Jueves Santo a la ¨²nica misa que hacen en el a?o y nosotros hac¨ªamos lo propio el 1 de Mayo.
Se casaban por poderes y ve¨ªan ¨ªntimamente a sus mujeres cuando pod¨ªan y, en particular, en los cortos d¨ªas de la conducci¨®n en barco hasta el batall¨®n disciplinario del S¨¢hara espa?ol y en el de vuelta. Ten¨ªan hijos con los que no conviv¨ªan hasta que ya eran casi adultos.
La recuperaci¨®n de la memoria hist¨®rica es una tarea de estos a?os en toda Espa?a. No he logrado saber si la informaci¨®n sobre el castillo de Santa Catalina ha sido realizada por el Ministerio de Defensa (propietario del inmueble y empe?ado en recientes casos en dar cumplida informaci¨®n de cuanto le ata?e) o por el Ayuntamiento de C¨¢diz, a quien se ha dado el uso del espacio. Pero en todo caso, eso es lo de menos.
Lo adecuado ser¨ªa que cuando en los pr¨®ximos meses se reabra el edificio no s¨®lo se hubiera mejorado su pavimento o sus ca?oneras sino tambi¨¦n la informaci¨®n que debe llegar a cuantos visiten el lugar y las p¨¢ginas web que hablan de ¨¦l. La memoria ha de ser recuperada ¨ªntegramente y dada a conocer a todos o, de lo contrario, la Historia no nos absolver¨¢
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