Mirar de frente
Alguna vez un colega consider¨® que cierto tono de sinceridad en la narrativa de Almudena Grandes acababa convirti¨¦ndose en desbordamiento. Como si la escritora no controlara su material. A m¨ª me parece que dicho desbordamiento es premeditado, de la misma manera que es premeditada la contenci¨®n, el ejercicio contrario, en las novelas y cuentos de Soledad Pu¨¦rtolas, por vincular a dos de las mejores narradoras espa?olas en la actualidad. Lo premeditado en literatura tiene que ver con el oficio, con el c¨¢lculo de los elementos que intervienen en una historia al servicio de una idea. Y el desbordamiento a que a veces parecen enfilar algunos personajes de la escritora madrile?a es un elemento constitutivo, tal vez una maldici¨®n, que arrastran en medio de la confusi¨®n en la que transitan, para comprenderla o para iniciarse en ella. La ortodoxia exigir¨ªa que la referencia a usar para calibrar Estaciones de paso, el nuevo libro de relatos de Grandes, fuese otro libro de relatos anterior, Modelos de mujer. Y sin embargo, como la idea del desbordamiento me interesa, prefiero utilizar su ¨²ltima novela, Castillos de cart¨®n, para rescatar de ella el tono con el que Grandes impregna su nuevo t¨ªtulo. De lo que realmente habr¨ªa que hablar cuando se hace menci¨®n de dicho desbordamiento en la autora de Los aires dif¨ªciles es de una sentimentalidad perfectamente controlada, de una instrumentaci¨®n de cierto esp¨ªritu rom¨¢ntico orientado a sublevarse ante lo previsto, ante el incurable tedio. Castillos de cart¨®n es una novela cargada de torturado romanticismo, adem¨¢s de serlo de una generaci¨®n. Una novela sobre los veinte a?os, esa edad de la que Paul Nizan no permit¨ªa que se dijese que es la mejor. De ah¨ª su tristeza y su sabia exacerbaci¨®n de los sentidos a la deriva.
ESTACIONES DE PASO
Almudena Grandes
Tusquets. Barcelona, 2005
287 p¨¢ginas. 18 euros
La ortodoxia tambi¨¦n indica que diga que Estaciones de paso es un libro de relatos. O mejor dicho, de tres relatos tirando a nouvelles y dos relatos a secas. Y sin embargo creo que ser¨ªa m¨¢s estimulante y fruct¨ªfero a efectos de interpretaci¨®n considerarlo una suerte de novela escondida, dividida en cinco momentos de distinta ¨ªndole vital, y cuyos protagonistas (tres hombres y dos mujeres) encarnan lo que constituyen los ejes cruciales del libro: la consecuci¨®n de un lugar ideal y la vida propia. Demostraci¨®n de la existencia de Dios, Tabaco y negro, El capit¨¢n de la fila india, Receta de verano y Mozart, y Brahms, y Corelli son los t¨ªtulos de un volumen cuyos personajes centrales oscilan entre los 14 y los 18 a?os. Un libro de aprendizaje, un texto sobre adolescentes que han de interpretar en el momento justo la llamada de su destino exacto. El segundo, el tercero y el cuarto son los cuentos m¨¢s redondos. Los son por su factura art¨ªstica, por ese empe?o arquitect¨®nico habitual en la escritora en sus novelas ahora transformado en arquitectura de c¨¢mara, ese sentido del equilibrio entre el discurso y la forma, por la contagiosa sentimentalidad de excelente ley y por un muy inteligente criterio a la hora de dibujar los distintos centros de gravedad emocional de cada uno de esos relatos. Y no es menor la verosimilitud est¨¦tica y ¨¦tica que transmite el manejo de las voces masculinas y femeninas. Estos conceptos no est¨¢n ausentes en el primer y ¨²ltimo de los relatos, s¨®lo que mientras en el primero prima la eficacia mim¨¦tica (en el registro del habla de un chico atormentado por la muerte de su hermano, parecido, pero con r¨¦ditos literarios m¨¢s altos, a lo que pone en pr¨¢ctica en Los ojos rotos, en Modelos de mujer) y en el ¨²ltimo no deja de ser atractiva la idea de un adolescente que se inicia en el amor bajo los auspicios de Mozart, Brahams y Corelli, la sensaci¨®n final es de dos textos inspirados pero sin esa intensidad epid¨¦rmica que recorre los restantes.
Tabaco y negro, El capit¨¢n de la fila india y Receta de verano est¨¢n narrados en primera persona. Los tres recrean ambientes familiares, con esas descripciones de la intimidad dom¨¦stica algo enfermizas, agobiantes, tan propicia para que los adolescentes fantaseen desesperadamente una luz, una revelaci¨®n capital. Los tres relatos tienen sus tramos cruciales. Meollos psicol¨®gicos de sutil calado. En uno lo puede ser una muchacha como invisible, salvo para la protagonista, o ese ¨¦xtasis taurino que se apodera de un abuelo y su nieta. En el otro lo es la desilusi¨®n o el descubrimiento de la felicidad absoluta. En el tercero de mis preferidos, la zozobra del desvalimiento humano, la mezquindad o una fulgurante introducci¨®n al amor. Resulta curioso que precisamente en su anterior libro de relatos la autora declarara los alcances de su universo literario: "Un mundo peque?o, personal... y dirigir mi mirada a rincones tan conocidos que nunca terminan de sorprenderme". De ello tiene bastante Estaciones de paso, un mundo peque?o, pero no por ello menos inabarcable y sorprendente, donde sus chicos y chicas buscan el diamante en bruto de un lugar ideal, esa forma de una vida propia que intuyen con porfiada esperanza que se merecen, que los espera, m¨¢s tarde o m¨¢s temprano.
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