Identidades entrecomilladas
W., esforzado poeta in¨¦dito y -con el seud¨®nimo Cambert- confidente de la Stasi
[la polic¨ªa pol¨ªtica de la antigua RDA], debe vigilar los pasos de un autor misterioso que causa furor en Berl¨ªn con sus lecturas clandestinas. A sus jefes, muy aficionados a la literatura, les preocupan los ¨²ltimos textos experimentales y su supuesto valor subversivo. Para seguir la pista del ominoso "Reader", Cambert se instala en la red de pasadizos subterr¨¢neos que comunica buena parte de los s¨®tanos de Berl¨ªn Este y recapitula, en este apestoso submundo, sobre el poco exitoso proceso de observaci¨®n, a la vez que recuerda su lenta conversi¨®n en sopl¨®n. Cuanto m¨¢s se cre¨ªa insobornable para la colaboraci¨®n, m¨¢s se ve¨ªa enmara?ado en chantajes improbables. Y si bien se resist¨ªa a convertirse en un "personaje inventado" por la polic¨ªa secreta, sucumbi¨® por falta de alternativa. Su identidad ha quedado al final irremediablemente entrecomillada. (A ello corresponden las comillas del t¨ªtulo original, "Ich", que en esta edici¨®n incomprensiblemente est¨¢n suprimidas).
YO
Wolfgang Hilbig
Traducci¨®n de Cristina Arranz
Losada. Madrid, 2005
284 p¨¢ginas. 27 euros
La literatura y los servicios secretos generan mundos de ficci¨®n an¨¢logos que se diferencian, m¨¢s que nada, por su capacidad de aplicaci¨®n pr¨¢ctica: ah¨ª es donde las posibilidades de los "servicios de inteligencia" superan a los de la literatura, como se ha demostrado tantas veces. Con la apertura, a principios de los a?os noventa, de los archivos de la Stasi, se derram¨® sobre Alemania un v¨®mito de las cloacas del espionaje que salpic¨® a los escritores en una medida imprevista. Las revelaciones acerca de la identidad de los colaboradores oficiosos afectaron no s¨®lo al sector de la literatura considerado af¨ªn al r¨¦gimen de la antigua RDA, sino tambi¨¦n al que se hab¨ªa proclamado disidente. Todav¨ªa en plena vor¨¢gine de las incriminaciones, descubrimientos y desmentidos, Hilbig (Meuselwitz, Sajonia, 1941) public¨®, en 1993, esta espl¨¦ndida y exuberante s¨¢tira, que supuso un par¨¦ntesis reflexivo en medio de la indignaci¨®n moral. Yo no es una novela que enfoque cuestiones morales; los papeles de v¨ªctima y verdugo, de perseguidor y perseguido, no est¨¢n definidos n¨ªtidamente. Tampoco es una novela sobre las maquinaciones sucias de la Stasi; su autor ha ignorado intencionadamente la informaci¨®n disponible y el relato est¨¢ plagado de errores e imprecisiones respecto a la realidad externa de sus pr¨¢cticas.
Wolfgang Hilbig cala m¨¢s
hondo: Yo apunta al conflicto entre esp¨ªritu y poder, centr¨¢ndose en la ilimitada capacidad de manipulaci¨®n de la realidad de los sistemas totalitarios y su efecto psicol¨®gico en los intelectuales. Aplicado al pa¨ªs concreto en el que se desarrolla, significa la resignaci¨®n de parte de la inteligentsia germano-oriental a esta pesadilla. El autor, probablemente el mayor talento de la literatura alemana actual, logra una perfecta simulaci¨®n del ambiente de desconfianza, amenaza omnipresente y humillaci¨®n en una RDA a punto de hundirse con una prosa contundente, sensual y opulenta. Especula, polariza, delira y se desborda este "yo" descompuesto. Su universo mental es el de la incertidumbre y el interrogante continuo, del que surgen proyecciones realmente originales: "Me pregunto desesperado, qu¨¦ van a hacer todos los que vengan despu¨¦s de nosotros si ya no podemos oprimirles ni censurarles. Qu¨¦ hace alguien sin su creador.
Los hemos 'hecho' a todos, y los hemos hecho imprescindibles. Tiene toda la raz¨®n al decir que, al mismo tiempo, nosotros nos hemos hecho imprescindibles... ?ja, ja! -se ri¨®-. Tan imprescindibles como los poetas". (La traducci¨®n descuidada confunde el "imprescindible" del original con "prescindible"). Hilbig se presenta aqu¨ª como un corrosivo desarticulador de la realidad, un artista del desconcierto, un metaf¨ªsico de lo imposible, caracter¨ªstica patente tanto en su narrativa como en su extraordinaria obra po¨¦tica. Yo s¨®lo es la punta del iceberg. Pero con este libro se empieza a descubrir un gran saboteador literario.
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