La baj¨ªsima participaci¨®n nubla la victoria de Mubarak en Egipto
El presidente logra el 88,6% de votos con una concurrencia del 23%
La Comisi¨®n Electoral confirm¨® anoche lo que adelantaban los peri¨®dicos oficialistas: Hosni Mubarak ha ganado las primeras elecciones plurales de Egipto con el 88,6% de los votos y una participaci¨®n del 23%. Tanto la oposici¨®n como los grupos c¨ªvicos han cuestionado esos resultados, porque el Gobierno rehus¨® la presencia de observadores y permiti¨® numerosas irregularidades. Aun as¨ª, el quinto mandato de Mubarak, de 77 a?os, no podr¨¢ ser como los cinco anteriores.
Durante 24 a?os, Mubarak ha gobernado Egipto obsesionado por la seguridad y la estabilidad. Nunca hasta ahora se hab¨ªa mostrado inclinado a abordar una apertura pol¨ªtica interna. La ley de emergencia decretada tras el asesinato, en 1981, de Anuar el Sadat le ha convertido en un dictador de facto, aunque su alianza con EE UU y el turismo le hayan permitido mantener una fachada de aceptabilidad bajo la etiqueta de "l¨ªder moderado". Con el tiempo, el humor egipcio ha trocado su t¨ªtulo de rais (presidente) por el de fara¨®n.
Sin embargo, durante el pasado a?o, una conjunci¨®n de factores internos y externos le ha obligado a dar un giro a su pol¨ªtica y, por primera vez, salir a la calle a pedir el voto de los egipcios. Por un lado, le pesaba la decisi¨®n de la Administraci¨®n de Bush de promover la democracia en Oriente Pr¨®ximo. Por otro, la presi¨®n de un pu?ado de activistas, el movimiento por el cambio conocido como Kifaya, que ha roto el tab¨² de la cr¨ªtica al poder e incluso se ha atrevido a manifestarse contra el r¨¦gimen (algo prohibido por la ley de emergencia).
La nueva imagen de reformista que Mubarak ha estrenado durante la campa?a electoral s¨®lo ha convencido a los muy adeptos. Desde la oposici¨®n, tanto pol¨ªtica como social, se tiene la sospecha de que esa repentina conversi¨®n al reformismo es s¨®lo una estrategia para mantenerse en el poder.
A muchos egipcios les gust¨® la experiencia del debate pol¨ªtico, de perder el miedo a criticar al poder. As¨ª que Mubarak, lo pretendiera o no cuando acept¨® cambiar el plebiscito por una elecci¨®n con rivales (aunque fueran escogidos), va a necesitar algo m¨¢s que la rejuvenecida imagen de sus carteles electorales para probar que es el presidente del cambio.
Sus promesas econ¨®micas han despertado el escepticismo. No parece f¨¢cil ver en un futuro pr¨®ximo cuatro millones de nuevos empleos, medio mill¨®n de viviendas sociales o incrementos sustanciales de los salarios p¨²blicos. Pero todo el mundo va a estar muy atento a si cumple su palabra de levantar la ley de emergencia, garantizar la libertad de prensa y la independencia de los jueces, y dar mayor poder al Parlamento.
La prueba de fuego ser¨¢n las elecciones parlamentarias de noviembre. Para entonces resulta crucial que, tal como han pedido varias organizaciones c¨ªvicas egipcias, "se hagan las reformas legales y administrativas que permitan la presencia de observadores locales e internacionales, tanto en las votaciones como en el recuento". S¨®lo los partidos que logren al menos un 5% de los 440 esca?os de la C¨¢mara tendr¨¢n derecho a presentar un candidato en 2011.
Procedente de una familia de la burgues¨ªa rural del delta del Nilo, Mubarak se form¨® en el Ej¨¦rcito, donde alcanz¨® categor¨ªa de h¨¦roe en la guerra contra Israel de 1973. Con el poder en manos de los militares desde la Revoluci¨®n de 1952, tuvo el camino abierto para una carrera pol¨ªtica en la que hubo m¨¢s ¨¦xitos internacionales que locales. Logr¨® sacar a Egipto del aislamiento ¨¢rabe por su paz con Israel y convertirlo en un actor imprescindible de la pol¨ªtica regional. Sin embargo, bajo su r¨¦gimen se ha desarrollado una pesada maquinaria burocr¨¢tica y se ha incrementado la brecha entre ricos y pobres.
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