El taxista que descubri¨® a Henry Roth
Acaba de salir en EE UU una biograf¨ªa de Henry Roth, el autor oculto que se hizo famoso a su pesar por una de las grandes novelas del siglo pasado en Am¨¦rica, Ll¨¢malo sue?o. Esa novela, publicada en los a?os treinta, vivi¨® una vida precaria hasta que un conductor de taxis de nombre Peter Mayer, de poco m¨¢s de 20 a?os, la redescubri¨®, compr¨® sus derechos de bolsillo y la public¨® con un entusiasmo que apabull¨® al p¨²blico, a la cr¨ªtica y al propio autor.
"Seguramente esto es bueno para ti, Peter", le dijo la mujer del escritor a Mayer, feliz del ¨¦xito del libro, que lleg¨® a vender m¨¢s de un mill¨®n de ejemplares, "pero es fatal para Henry y para m¨ª". El aislamiento en el que viv¨ªa el matrimonio se rompi¨®, Roth volvi¨® a escribir, y Mayer ascendi¨® en su empresa, Avon, de la que luego fue director.
Era 1964. El joven Mayer se convirti¨® de taxista ocasional en uno de los grandes editores del mundo. De Avon pas¨® a Penguin, que presidi¨® durante 20 a?os; convirti¨® aquella gran editorial brit¨¢nica en crisis en una de las m¨¢s pujantes de la industria del libro.
Para recuperar Penguin, Mayer puso en marcha lo mismo que hizo con Henry Roth: recuper¨® libros de los que la gente se hab¨ªa olvidado, los rehizo con el entusiasmo que us¨® para aquel ¨¦xito, y se convirti¨® en un editor internacional cuyo mayor orgullo ahora es haber afirmado el car¨¢cter brit¨¢nico de la empresa que se le confi¨®.
Durmi¨® en los aviones y en las antesalas, pero su energ¨ªa le hizo un mito. En el libro de su colega Michael Korda, de Simon and Schuster, se dice que si uno ca¨ªa en las redes del entusiasmo de Mayer pod¨ªa dar por descontado que iba a hacer lo que a ¨¦l se le antojara.
Pero nunca se divirti¨® tanto como en Woodstock, donde naci¨® la primera editorial de su vida, Overlook Press, que volvi¨® a dirigir cuando dej¨® Penguin, hace cinco a?os. Overlook se llama la monta?a que mira sobre esta placentera ciudad del norte de Nueva York, y en ella tiene Mayer, desde hace cuarenta a?os, una casa que parece el resumen de su memoria: libros por todas partes, manuscritos, fotograf¨ªas familiares. En las paredes de sus habitaciones es raro ver muestras de su relaci¨®n con los abundantes autores que pueblan las agendas de su vida.
El otro d¨ªa, en aquella localidad norteamericana, que es famosa por un festival que adem¨¢s no se celebr¨® all¨ª, Mayer nos ense?¨® la mesa que ocupaba su padre en aquella empresa que ¨¦l ha retomado ahora y que se inici¨® porque Mayer, hijo de emigrantes alemana y luxemburgu¨¦s que en los a?os treinta huyeron de la probabilidad de Hitler, quer¨ªa rendir homenaje a los exiliados expulsados por el nazismo.
Ese libro, que adem¨¢s se public¨® solo en alem¨¢n, fue un ¨¦xito en Estados Unidos, y las ganancias convencieron a su padre, Fredy, de que el que puso en marcha su hijo pod¨ªa ser un negocio. Fredy era fabricante de guantes, "como el padre de Shakespeare". Era un humanista, y un hombre pr¨¢ctico, y ejerci¨® sobre Mayer una influencia magn¨ªfica, te?ida de sentido del humor. ?l quer¨ªa que Mayer fuera profesor, para prolongar su apetito por saber. No le parec¨ªa serio que fuera un editor, pero en seguida le hizo tan feliz que el hijo triunfara en ese oficio que ¨¦l mismo asumi¨® ese trabajo en 1971. "Debi¨® pensar", dice Mayer, "que si su hijo llegaba a hacerlo bien no deb¨ªa ser tan dif¨ªcil".
Ahora Mayer tiene, adem¨¢s de sus sedes de Nueva York y en Woodstock, una editorial en Inglaterra. En marzo del a?o pr¨®ximo cumplir¨¢ 70 a?os. Cuando se fue de Penguin quiso hacerlo para vivir la vida de un jubilado con aficiones, pero a¨²n tiene el esp¨ªritu del taxista que descubri¨® a Henry Roth.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.