Para¨ªso vendido
Un pueblo, igual a otros muchos, tanto en el interior de la profunda y poco conocida provincia de Madrid como en cualquier lugar de Espa?a. El ciudadano, en estas inmediatas vacaciones estivales, ha querido buscar o volver a los or¨ªgenes y cree haber encontrado el asentamiento de su Aracadia: la paz, el transcurso pausado de las horas, el lejano horizonte entre los bosques o perdido entre la azul neblina de cualquiera de los mares bajo ¨¢rboles meneados por la brisa en su samaritano oficio de dar sombra y frutos que los que vivimos en la ciudad apenas nos atrevemos a separar de la rama. En alg¨²n sitio, durante dos o tres semanas, hemos disfrutado de la calma ociosa del est¨ªo, en un ambiente acolchado a la hora de la siesta que disfrutamos con los sentidos en suspenso. Hasta los perros guardan silencio en las horas de la tarde, con el sol a¨²n alto y subrayado el aire por la estela de un avi¨®n lejano.
Atr¨¢s qued¨® la dura can¨ªcula urbana a la que volvemos, el af¨¢n cotidiano, la prisa, el renovado empe?o y la amistosa rutina. Aqu¨ª, all¨¢, tierra adentro o en los litorales imaginamos encontrar el espacio donde hincar la vida que nos queda, hartos de hormigueo ciudadano. Se han regocijado nuestros ojos con los verdes del campo, aunque este a?o la enteca maldici¨®n de la sequ¨ªa haya amarilleado incluso los prados del norte y adelgazado la corpulencia de los bosques. Se ven cada vez menos animales pastando una yerba escasa; les han encerrado en enormes y desalmados establos mientras crece el pulular de los seres humanos recorriendo sin cesar las carreteras, turbando la modorra de los cafetines y las posadas pueblerinas. Villorrios que estaban siendo abandonados por sus habitantes vuelven a ser visitados y ruinas decr¨¦pitas se remozan para albergar la riada estacional de forasteros, que no va a durar m¨¢s all¨¢ de siete semanas y media. Pero la gente ha recuperado el gusto por el para¨ªso perdido y cada cual, seg¨²n sus recursos, se dispone a recobrarlo o, al menos, sue?a con hacerlo.
Es innegable el problema de la vivienda en su dimensi¨®n de exigencia vital pero, como un eco pr¨®spero, toma forma el h¨¢bito, y pronto la urgencia de una segunda vivienda, la casita en el campo, el refugio para las vacaciones intempestivas y la m¨¢s larga estad¨ªa veraniega. Hace apenas medio siglo el autom¨®vil era un art¨ªculo de lujo casi extravagante, alejado de las posibilidades de la mayor¨ªa; hoy se ha convertido en instrumento indispensable y casi de uso personal. Son muchas las c¨¦lulas familiares que cuentan con un veh¨ªculo para cada integrante mayor de edad y en cualquier hogar de la mayoritaria burgues¨ªa trabajadora cada miembro dispone de su medio de locomoci¨®n propio. Desde hace muy poco se ha extendido el uso de los tel¨¦fonos m¨®viles, port¨¢tiles, celulares o como quiera llam¨¢rseles. Parece que los espa?oles vamos a la cabeza en este asunto sin que la funci¨®n se corresponda siempre con la utilidad y ni siquiera con la necesidad.
El modesto pueblecito que iba despobl¨¢ndose, poco a poco parece renacer. Por encima de sus casas, de una o dos plantas, en competencia ventajista con la torre de la iglesia, se alzan ya, como enormes insectos futuristas, los desmesurados tent¨¢culos de las gr¨²as que, en corto plazo, levantar¨¢n nuevas moradas que alterar¨¢n el paisaje y exigir¨¢n carreteras, servicios, calles y pronto se har¨¢ realidad el sue?o de los alcaldes ped¨¢neos: colocar sem¨¢foros, direcciones prohibidas, plazoletas, guardias de tr¨¢fico y talonarios de multas. Casi de repente, terrenos a los que nadie atribu¨ªa la propiedad son reivindicados a toda prisa y, como por ensalmo, en la aldea se abre una oficina de transacciones inmobiliarias. Es Eldorado repetido, donde parece haber ganancia para todos, lugare?os, forasteros, comerciantes, restauradores, bares y tascas. Ello es muy cierto, en la mayor¨ªa de los casos, durante los dos o tres meses de verano y los largos puentes, pero quedan los interminables meses, semanas y d¨ªas restantes. ?Qu¨¦ hacer con los empleos precarios en temporadas bajas? Se presiente un pa¨ªs de urbanizaciones desiertas durante largos periodos. Dicen que pas¨® en Galicia y otras regiones: la fiebre constructora podr¨ªa tener relaci¨®n con el complicado tr¨¢mite del blanqueo del dinero de dudosa procedencia. ?Vaya usted a saber! porque nadie le informar¨¢. El para¨ªso rural est¨¢ en venta, a tanto el metro cuadrado. La fantas¨ªa so?adora de los ediles anticipa en cada lugar un Benidorm, multiplicada Babilonia de la que va a ser dif¨ªcil escapar.
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