Sablistas eclesi¨¢sticos y sablazos gubernamentales
Nunca he acabado de explicarme por qu¨¦ han ca¨ªdo tan en desuso las palabras "sablazo" y "sablista", cuando la pr¨¢ctica de lo primero y la figura del segundo contin¨²an tan vigentes como hace medio siglo y aun uno entero. A los sablistas profesionales -es decir, a los que viv¨ªan sobre todo de eso, de sus sablazos- la gente los rehu¨ªa en cuanto los ve¨ªa asomar por un caf¨¦ o se los cruzaba en la calle, y, si bien se piensa, la raz¨®n para esquivarlos era o es muy curiosa: la dificultad que sentimos tantos para negarle al pr¨®jimo un pr¨¦stamo, aunque sepamos que no va a devolv¨¦rnoslo y, lo que es m¨¢s frustrante, que ni siquiera va a guardarnos agradecimiento. Personalmente, nunca le he reclamado una deuda a nadie, por dos motivos: a) he seguido al pie de la letra un ¨²til consejo que me dio hace muchos a?os mi padre, para estas situaciones ("Nunca prestes m¨¢s de lo que estar¨ªas dispuesto a dar"; esto es, m¨¢s vale que uno considere d¨¢divas los pr¨¦stamos nominales, y haga ¨¦stos a fondo perdido); b) he visto c¨®mo los acreedores, por justa que fuera su causa y generosos que hubieran sido, siempre han sido detestados: lejos de sentirse el sablista agradecido por la ayuda recibida, y por el largo plazo dado para su devoluci¨®n, por lo general se enfurece con el prestador y echa de ¨¦l las m¨¢s desaforadas pestes. Y sin embargo, si se hu¨ªa al sablista era por lo mucho que cuesta, extra?amente, negarle dinero a un conocido, no digamos a un amigo o a un pariente, a pesar de los pesares.
"Hoy lo habitual es que la gente exija, no que pida o solicite"
Quiz¨¢ esas dos palabras hayan dejado de usarse, ahora que caigo, porque la actitud que acabo de describir se ha generalizado, y entonces ya no tienen sentido los vocablos. C¨®mo decir: en un mundo en el que todos mintieran, llamar a alguien "mentiroso" estar¨ªa fuera de lugar, ser¨ªa absurdo; lo mismo que la palabra "corrupto" resultar¨ªa superflua en uno en el que la corrupci¨®n fuese la norma. Hoy lo habitual es que la gente exija, no que pida ni solicite, menos a¨²n que implore o ruegue. Hay mucha publicidad de ONGs que apela s¨®lo a la mala conciencia del posible donante, nunca a su sentido de la solidaridad o de la caridad. Ya saben, esos anuncios que espetan, junto a fotos de desnutridos: "?Vas a dejar que este ni?o muera ??" Aunque no lo expliciten, el receptor completa la frase: "? so cabr¨®n?" A¨²n recuerdo mi indignaci¨®n, que me llev¨® a escribir un art¨ªculo hace a?os, ante la propaganda de una de estas organizaciones, que desde?osamente rezaba: "Si s¨®lo vas a darnos dinero, no te molestes". ?C¨®mo que "s¨®lo", cuando eso era lo que m¨¢s necesitaba la ONG en cuesti¨®n y a la gente le cuesta mucho ganarse el sueldo y ya es un gesto de generosidad apreciable que destine una parte a esas entidades ben¨¦ficas?
Esta actitud de exigencia e ingratitud sumadas ha ido demasiado lejos, y en d¨ªas recientes lo he comprobado al verla en dos de las principales instituciones del pa¨ªs, el Estado o Gobierno y la Iglesia Cat¨®lica. Como ya sabr¨¢n todos ustedes, para mejorar la financiaci¨®n de la sanidad p¨²blica van a aumentarse unos cuantos impuestos. No es que me parezca mal, en modo alguno. Ahora bien, lo que s¨ª me parece fatal, y digno de los sablistas m¨¢s desagradecidos, es que a tal fin se incremente, en un 5%, el ya alt¨ªsimo precio del tabaco, y al mismo tiempo se siga adelante con la brutal y demag¨®gica campa?a en contra de los fumadores, abanderada por la desp¨®tica Ministra de Sanidad, Salgado. Es evidente que, al tomar la medida mencionada por el bien de todos, el Gobierno est¨¢ reconociendo impl¨ªcitamente que le va de perlas que una parte de la poblaci¨®n fumemos y que es una bendici¨®n que lo hagamos. Pero en vez de agradec¨¦rnoslo y reconocer nuestra contribuci¨®n a la salud y al bien p¨²blicos (que viene ya de muy antiguo), nos persigue, nos zahiere, nos pone cortapisas y nos discrimina.
En cuanto a la Iglesia Cat¨®lica, que vive en enorme medida gracias al dinero de todos los espa?oles, sean de su fe o no, a trav¨¦s de las arcas del Estado, lejos de estarnos agradecidos y de darse con un canto en los dientes porque no hayamos exigido que se le retiren las subvenciones, se permite demonizar leyes civiles que no la afectan, se queja sin cesar, aspira a m¨¢s privilegios de los que ya posee y nos amonesta y reconviene sin pausa, y sin criticarse ella nunca. Es m¨¢s, nos prepara un "oto?o caliente". "Hay a?os en los que, aunque llueve poco, las aguas bajan muy revueltas", se ha atrevido a amenazarnos el Presidente de la Conferencia Episcopal, el amanerado Bl¨¢zquez. Su hosco predecesor Rouco apelaba a la oraci¨®n para "hacer frente a la reforma educativa". Y el arzobispo de Pamplona, Sebasti¨¢n, entraba de lleno en el delirio tremendo al proclamar: "Hay que repetir la haza?a de los primeros evangelizadores. S¨®lo la firmeza de los m¨¢rtires pudo quebrar la prepotencia de los emperadores". ?Ustedes ven m¨¢rtires por alg¨²n lado? ?Y emperadores? Les ruego que me lo digan, porque yo lo ¨²nico que veo es sablistas con alzacuellos, y paganos que ni siquiera esperamos que aqu¨¦llos nos devuelvan jam¨¢s los pr¨¦stamos. O fueron d¨¢divas.
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