El lujo de trabajar y vivir libre

Jacobo Fitz-James Stuart Mart¨ªnez de Irujo, conde de Siruela, de la casa de Alba, se ha instalado hace ya un par de a?os en un espl¨¦ndido paraje del alto Ampurd¨¢n. En una rehabilitada y muy amplia mas¨ªa comparte su placentera vida cotidiana con Inka Mart¨ª, su segunda mujer, y con unos caballos, unos perros, unas gallinas y un gallo que cumple sobradamente todos los requisitos exigibles a su condici¨®n: grande, prepotente, dominador y protector. El terreno y la casa son fruto de su esfuerzo durante 20 a?os al frente de una editorial, Siruela, que fund¨®, dirigi¨®, triunf¨® y finalmente vendi¨®; un proceso que se describe en un par de l¨ªneas, pero que encubre mucho trabajo bien hecho, desde una cuidada selecci¨®n de colaboradores hasta un dise?o gr¨¢fico excelente. Cuando surgi¨® Siruela lo hizo de una forma radicalmente ins¨®lita: una colecci¨®n de libros art¨²ricos por la que nadie del gremio, todo hay que decirlo, daba un duro. Al cabo de los a?os, y con ¨¦xitos tan espectaculares como El mundo de Sof¨ªa, de Jostein Gaarder, la modesta editorial facturaba unos mil millones anuales de las antiguas pesetas. Decidi¨® cerrar la tienda, venderla y afincarse lejos del mundanal ruido.

"Recuerdo a Borges en Sevilla rechazando a las palomas del parque como si fueran la peste"

"Decid¨ª dejarlo todo atr¨¢s, incluso a mis autores, y eso me result¨® sumamente penoso"

"Siendo un artesano me encuentro totalmente libre y al margen de todo lo que detesto"

"Buscar belleza, armon¨ªa de formas y colores frente a las est¨¦ticas imperantes"

"Fund¨¦ una editorial porque me gustaba leer, y m¨¢s tarde vend¨ª mi empresa, en parte, por la misma raz¨®n. Porque ya no pod¨ªa leer todo lo que yo quer¨ªa y de la manera como quer¨ªa. Estaba condenado casi exclusivamente a leer toda la ingente informaci¨®n libresca que me mandaba todo tipo de personas, cada vez m¨¢s ajenas a mi proyecto editorial. Y esto me parec¨ªa pobre y poco estimulante. Hab¨ªa logrado tener una empresa que lleg¨® a facturar mil millones de pesetas al a?o, pero, en el fondo, yo no encajaba en este esquema. Tras la venta total pact¨¦ con el nuevo propietario de la compa?¨ªa, Germ¨¢n S¨¢nchez Ruip¨¦rez, la posibilidad de trabajar, la mayor¨ªa del tiempo, desde la casa que acababa de comprarme en el Ampurd¨¢n. Desde all¨ª dirig¨ªa una editorial que, en el fondo, cada vez se volv¨ªa para m¨ª m¨¢s ajena y fantasmal. Aunque respetaron siempre mis criterios, y mi situaci¨®n pareciese de lo m¨¢s ideal, no me sent¨ªa motivado, y cuando Siruela gan¨® el Premio Nacional de Edici¨®n, en noviembre de 2003, decid¨ª que ¨¦se era el mejor momento para cerrar una etapa de mi vida y empezar otra. La experiencia de trabajar en el campo con un tel¨¦fono y un ordenador me hab¨ªa ense?ado que en el siglo XXI es posible tener una editorial en el campo, y como ten¨ªa bastantes ideas en la cabeza decid¨ª con Inka que har¨ªamos una nueva editorial que llevar¨ªamos los dos con una asistente, y que la llamar¨ªa con el nombre de un mito mediterr¨¢neo. As¨ª naci¨® Atalanta".

Jacobo Fitz-James es tan ins¨®lito como lo fueron sus comienzos editoriales. Tercer hijo de una familia a la que siempre se describe con un problema protocolario de un ascensor y la reina de Inglaterra, criado y crecido en espl¨¦ndidos palacios, con una educaci¨®n cosmopolita, hippy de oro en la d¨¦cada de la contestaci¨®n, amigo de artistas y compa?ero de farras plebeyas, podr¨ªa ser un perfecto invitado de las mejores fiestas de Barbara Hutton y compartir mesa con Truman Capote, Peggy Gunggenheim y Andy Warhol, por ejemplo. Quiz¨¢ la primera duda surge sobre el cambio de apellidos, pues si originalmente era Mart¨ªnez de Irujo Fitz-James Stuart, ahora es a la inversa.

"Cuando nac¨ª me llamaba Jacobo Mart¨ªnez de Irujo y Fitz-James Stuart, y as¨ª sigui¨® siendo hasta que un d¨ªa mi madre -yo tendr¨ªa alrededor de 23 a?os- reuni¨® a toda la familia para decirnos que para que no se perdiera nuestro apellido familiar en las pr¨®ximas generaciones, el apellido proveniente de nuestro ilustre antepasado bastardo Jacobo Fitz-James Stuart, hijo ileg¨ªtimo de Jacobo II de Estuardo, mi hermano mayor deb¨ªa de cambiarse legalmente el orden de los apellidos, y, de paso, tambi¨¦n pod¨ªa hacerlo quien quisiera. Yo me apunt¨¦ inmediatamente a esta pel¨ªcula sin saber en el l¨ªo en que me met¨ªa, porque en esa ¨¦poca en que todav¨ªa no exist¨ªa la telebasura pasaba c¨®modamente a ser el an¨®nimo se?or Fistss o Fis James, lo cual me parec¨ªa sumamente c¨®modo? M¨¢s tarde, mi madre me dio el t¨ªtulo de conde de Siruela, y desde entonces empec¨¦ a jugar con heter¨®nimos, como si quisiera multiplicar incomprensiblemente mi propia identidad. Como editor firmaba ahora Jacobo Fitz-James Stuart, y como dise?ador, J. Siruela. Solamente he firmado como conde de Siruela, en calidad de vampir¨®logo, cuando publiqu¨¦ mi libro sobre vampiros. ?C¨®mo no utilizar mi t¨ªtulo en esta ocasi¨®n!? En fin, despu¨¦s de tantos a?os y heter¨®nimos, finalmente he decidido firmar como Jacobo Siruela; de una manera pronunciable y escueta. Me da igual que sea una marca registrada. Yo no tengo ning¨²n problema con eso. Y tampoco reniego de nada de mi pasado".

Sus a?os al frente de la editorial y sus peculiaridades geneal¨®gicas le habr¨¢n reportado una buena dosis de an¨¦cdotas. En cierta ocasi¨®n me habl¨® de Calvino y de su asistencia al entierro de Paquirri, por ejemplo. Tambi¨¦n s¨¦ de una cierta etapa en su vida en la que de alguna manera asumi¨® el nomadeo hippy como estilo de vida. ?Podr¨ªa recordar alguna de ellas?

"Conoc¨ª a Borges y a Calvino durante un curso sobre literatura fant¨¢stica que organic¨¦ con Carlos Maier para la Universidad Men¨¦ndez Pelayo de Sevilla, en 1983. Recuerdo a Borges rechazando a las palomas del parque como si fueran la peste, mientras que recitaba en alem¨¢n unos versos en los que s¨®lo pude reconocer la palabra vampir. Con Calvino tuve una relaci¨®n m¨¢s pr¨®xima; digamos que naci¨® una especie de amistad, que se trunc¨® desgraciadamente con su muerte tan prematura, pero que ha continuado con su viuda, Chichita, hasta el d¨ªa de hoy. Sin embargo, cuando le conoc¨ª por primera vez, la cosa fue complicada. Hab¨ªa perdido las maletas y no abri¨® la boca en toda la cena, ni siquiera cuando se le hac¨ªan preguntas directas. Yo ten¨ªa 29 a?os y estaba aterrado. Pero no es que fuera antip¨¢tico, sino una persona muy t¨ªmida y reconcentrada, como pude ver despu¨¦s. Cuando acab¨® su conferencia y le llev¨¦ a nuestra casa familiar en Sevilla, el palacio de las Due?as, y entr¨® en ese maravilloso patio moz¨¢rabe, con la fuente en medio, las palmeras y las flores, se emocion¨® y empez¨® a hablar por los codos. Recuerdo que se habl¨® sobre las diferencias culturales entre Italia y Espa?a, y ¨¦l dijo, prof¨¦ticamente: 'La diferencia entre nuestros dos pa¨ªses es que si en Espa?a alguien roba, lo hace con sentimiento de culpa, mientras que en Italia se roba sin ninguna culpa. Tal vez, dentro de unos a?os seamos iguales'. Durante esa semana muri¨® Paquirri, y Calvino asisti¨® a su emotivo entierro. Iba en medio de una muchedumbre que gritaba fuera de s¨ª '?torero, torero, torero!'. S¨ª, all¨ª iba entre ellos, el m¨¢s silencioso de los escritores que he conocido, gritando tambi¨¦n '?torero, torero!' entre esa desgarrada y vociferante masa humana".

"Es verdad que estuve un tiempo en T¨¢nger, entre otros sitios, donde conoc¨ª a gente interesant¨ªsima. Paul Bowles, por ejemplo. Sol¨ªa recibir en su casa a las ocho de la tarde, y acud¨ªa todo tipo de gente. Ofrec¨ªa t¨¦ marroqu¨ª a todo el mundo, y sol¨ªa tener puesta una m¨²sica extra?a, entre chinesca y vanguardista, compuesta por ¨¦l. El ambiente de esa casa era ¨²nico. La mayor¨ªa de las personas eran musulmanes que ven¨ªan desde Damasco, Beirut o Marraquech y contaban sus experiencias. No se beb¨ªa alcohol ni se fumaba hach¨ªs. Pregunt¨¦ por qu¨¦. Un marroqu¨ª me contest¨® que hab¨ªa que fumar quif, pero 'no hach¨ªs, demasiada m¨²sica en la cabeza'. Adem¨¢s, eso hab¨ªa que fumarlo a partir de los 30 a?os, me dijo, y en ocasiones especiales. As¨ª que todos fum¨¢bamos en pipa quif y cont¨¢bamos historias. De pronto se abri¨® la puerta y apareci¨® un individuo muy vivaz y simp¨¢tico con dos putas despampanantes y arrabaleras cogidas a cada uno de sus brazos. Era Mohammed Mrabet, un personaje que se comprende que fascinara a Bowles, que fue su amante durante muchos a?os".

Lo cierto es que, cuestiones nominales al margen y an¨¦cdotas sugerentes, tras demostrar su habilidad para sobrevivir con ¨¦xito en un mundo tan competitivo y ¨¢rido como es el gremio editorial decide comenzar de nuevo. Volver a un tajo que nunca es f¨¢cil ni siempre agradecido.

"Empezar de nuevo a los 50 a?os comporta un ejercicio de humildad considerable. Ya no tienes secretarias ni una empresa asentada a tus espaldas. Pero, por otro lado, ?rejuveneces tanto! Mi decisi¨®n fue radical. Decid¨ª dejarlo todo atr¨¢s, incluso a mis autores, y eso, en algunos casos, me result¨® muy penoso. Pero creo que esto era lo m¨¢s limpio y responsable de cara a todos ellos. Adem¨¢s, si quer¨ªa empezar algo nuevo no pod¨ªa hacer una Siruela 2. Resultar¨ªa un poco aburrido. Por eso pens¨¦ en hacer una editorial que inaugurara un nuevo proyecto, totalmente independiente y alejado del mundanal ruido; un proyecto basado en la investigaci¨®n cultural y no en una lucha ajetreada por meter en el saco a cualquier autor de venta. De manera que empezar¨¦ por hacer pocos libros, no m¨¢s de 12 al a?o; pero, eso s¨ª, muy cuidados. La diferencia ahora es sustancial: si antes apenas ten¨ªa tiempo para leer, ahora no solamente leo todo lo que quiero, sino que adem¨¢s soy un especialista de cada uno de los libros y autores que publico. Cada uno de estos libros es fruto de una larga y gozosa investigaci¨®n".

Es curioso comprobar su proclividad hacia los textos antiguos. Siruela la inicia con una colecci¨®n de libros art¨²ricos, y Atalanta la presenta con un texto chino del siglo XI y una evidente reivindicaci¨®n de la mitolog¨ªa griega. Habla de la memoria y la imaginaci¨®n. ?Supone todo ello un cierto desinter¨¦s por el presente?

"En absoluto. Lo que ocurre es que todo el mundo est¨¢ d¨¢ndose de bofetadas por publicar lo actual, y yo no quiero hacer lo mismo desde mi casa de campo. Creo que cada editor que se precie debe buscar su propio hueco en el mercado, y a partir de ah¨ª desarrollar su propia idea. Pero eso no quiere decir que no publique contempor¨¢neos. Uno de los primeros cuatro libros de Atalanta es de Patrick Harpur, un autor ingl¨¦s, sumamente inteligente y culto, que ha escrito una incre¨ªble y provocadora historia de la imaginaci¨®n, en la cual, adem¨¢s de dar cuenta de todo lo imaginable en este campo desde la antig¨¹edad hasta hoy, al final nos hace dudar de nuestro esquema racionalista del mundo. Su ataque, pleno de iron¨ªa inglesa, a ciertos esquemas cl¨¢sicos de la modernidad, ya lo sit¨²a en una posici¨®n distinta de la modernidad, es decir, en esa especie de ultramodernidad en la que estamos entrando casi sin darnos cuenta. Me refiero a esa nueva forma de pensar que no necesariamente tiene que ser rabiosamente novedosa, sino que recoge y reelabora globalmente muchas ideas culturales diferentes de tiempos y culturas distintas, entre las cuales se encuentran tambi¨¦n muchas de las cosas que llamamos modernas, pero que, en realidad, ya forman parte de nuestra tradici¨®n".

"Si tuviera que buscar un maestro en mi vida", a?ade, "alguien al que he seguido siendo fiel a lo largo de los a?os, ¨¦ste ser¨ªa Borges. De ¨¦l aprend¨ª que la cultura no se limita a un siglo o a unos pocos pa¨ªses lim¨ªtrofes, sino a todo el mundo en todas sus ¨¦pocas. Esto ha producido en m¨ª la circunstancia poco compartida de que solamente me encuentro c¨®modo andando todos los meses por 25 siglos. Esto me ha costado muchos a?os de lectura, de h¨¢bito, pero ahora esta visi¨®n no la cambio por nada, pues limitarse solamente a los dos ¨²ltimos siglos es como ver la imagen de la cultura o la literatura en dos dimensiones. En cuanto uno va a?adiendo diferentes perspectivas surgidas de tiempos y culturas diferentes, esa misma imagen, al menos para m¨ª, va cobrando m¨¢s profundidad, m¨¢s relieves, m¨¢s matices?, hasta volverse tridimensional".

Y puesto que habla de maestros, viene a cuento el que comente su relaci¨®n con otro de los grandes pensadores del pasado siglo, Cioran, con el que mantuvo una cierta relaci¨®n de amistad.

"Cioran viv¨ªa en un ¨¢tico, en Par¨ªs, al que hab¨ªa que subir andando, muy cerca del cementerio de Montparnasse. Le visitaba mucha gente desesperada que le dec¨ªa que quer¨ªan suicidarse. ?l los escuchaba atentamente, y les suger¨ªa que bajasen al cementerio y que se sentaran all¨ª durante una hora, y que despu¨¦s volvieran a subir otra vez. Lo curioso, dec¨ªa, es que nadie despu¨¦s de eso quer¨ªa suicidarse. Al principio se interes¨® por m¨ª -me lo confes¨® m¨¢s tarde- porque le encantaba charlar con gente de la aristocracia. Sobre todo con mujeres ya de cierta edad, pues hab¨ªa descubierto que sus vidas eran de lo m¨¢s profundas y filos¨®ficas que hab¨ªa podido encontrar, por una raz¨®n esencial: todas ellas conoc¨ªan mejor que nadie el t¨¦dium vitae, es decir, la dimensi¨®n m¨¢s sutilmente terrible de la existencia humana. Cada vez que iba a Par¨ªs, le llamaba y le dec¨ªa: monsieur Cioran, siento decirle que no podr¨¢ evitar en los pr¨®ximos d¨ªas la visita de un editor en su casa? Y a partir de ah¨ª nos lo pas¨¢bamos en grande".

La nueva editorial, que tiene previsto su lanzamiento en los primeros d¨ªas de octubre, comienza con tres colecciones: Ars Brevis (obras breves de textos literarios de todas las ¨¦pocas con pr¨®logos largos de especialistas en el autor; El copart¨ªcipe secreto, de Joseph Conrad, y Sin ma?ana, de Vivant Denon, ser¨¢n sus primeros t¨ªtulos), Memoria Mundi (recuperaci¨®n de la memoria del mundo, grandes libros asi¨¢ticos, civilizaciones perdidas o peque?as joyas olvidadas de los ¨²ltimos 25 siglos de la humanidad; se inaugura con una de sus grandes apuestas: La historia de Genji, de Murasaki Shikibu) e Imaginatio Vera (una nueva perspectiva sobre una larga y continuada cadena de obras espirituales: mitos, antiguas experiencias metaf¨ªsicas y experiencias visionarias; el primer volumen, Una historia secreta de la imaginaci¨®n, lo firma Patrick Harpur). En cuanto al modo de proceder para conseguir lo deseado, su art¨ªfice lo explica con claridad.

"Deseo intervenir en todos los procesos de elaboraci¨®n de los libros. Reunirme de un buen¨ªsimo equipo e intentar hacer las cosas de la mejor manera posible, vindicando la buena labor artesanal por encima de todo. Quiero tener un excelente taller artesanal de este nuevo siglo. He dicho que Atalanta se basa en una investigaci¨®n cultural. Pero ?en qu¨¦ se basa ¨¦sta? De alguna manera, Atalanta reacciona contra el provincianismo secular que ahoga nuestra cultura. Desde que la cultura se dirige desde los medios de comunicaci¨®n, y sigue los dictados del mercado, todo lo que no es noticia o consumo tiende a ser apartado de las v¨ªas p¨²blicas. De ah¨ª que estemos viviendo un olvido que puede llegar a ser aterrador. La memoria tendr¨ªa que ser uno de los valores para el siglo XXI. A¨²n vivimos bajo el tic de la innovaci¨®n, que fue la bandera del siglo pasado, sin darnos cuenta de que las cosas ya no son nuevas, como quieren aparentar, sino terriblemente viejas. Todo nuestro arte es puro manierismo. Necesitamos hacer una reflexi¨®n, es decir, un buen ejercicio de memoria. S¨®lo de ah¨ª volver¨¢ a surgir lo nuevo. Por eso me interesa la investigaci¨®n cultural, y por eso he elegido esta luminosa frase del escritor checo Gustav Meyrink para definir la filosof¨ªa de Atalanta, en la que dice que quiere aprender a maravillarse de nuevo y 'aprender a ver las formas viejas con ojos nuevos, en lugar de mirar, como hasta ahora, las formas nuevas con ojos viejos', porque tal vez de esta manera 'adquieran la juventud eterna".

Esa apuesta por lo artesanal, por la obra bien hecha, bien editada y presentada, ?no es tambi¨¦n una respuesta inteligente para la supervivencia? Es decir, puesto que no aspiro a competir con quienes aceptan o estimulan las leyes del libre mercado, busco un territorio menos competitivo, m¨¢s amable y, sin duda, con menos riesgos econ¨®micos.

"La idea b¨¢sica es la de una empresa de nuestra ¨¦poca, sin empleados ni seguridad social, compuesta por excelentes trabajadores aut¨®nomos y responsables. Algunos est¨¢n en Madrid, Barcelona, incluso una de mis colaboradoras est¨¢ en la frontera con Laos, o bien en los pueblos cercanos a donde vivo. Esta ¨¦poca es incre¨ªble. Y por supuesto, esta idea de supervivencia a la que alude me interesa mucho, pues en realidad el mundo se ha vuelto tan inh¨®spito y voraz que uno ha de tener una filosof¨ªa propia para poder sobrevivir en ¨¦l; una manera de conducirse por el mundo que est¨¦ lo m¨¢s en consonancia posible con tus ideas y tu car¨¢cter. Y yo lo he encontrado, por el momento, en la investigaci¨®n cultural y en lo artesanal. Siendo un artesano me encuentro totalmente libre y al margen de todo aquello que detesto. Hay una especie de felicidad, de tranquilidad de esp¨ªritu, en el trabajo artesanal que me encanta".

Supongo que su anhelo de leer y controlar todo el proceso de los libros que edite no es incompatible con la posibilidad de que alguno se convierta en un gran ¨¦xito de ventas. El caso de Gaarder es ejemplar. ?Cu¨¢l ser¨ªa su respuesta? Dicho de otra manera: ?el ¨¦xito espectacular de algunos de los t¨ªtulos de Siruela modific¨® sus planteamientos editoriales, o, parafraseando al l¨ªder pol¨ªtico, se puede morir de ¨¦xito?

"S¨ª es algo cada vez m¨¢s frecuente en estos d¨ªas, y que espero que nunca me pase, pues es una de las muertes en vida m¨¢s idiotas que existen. En cuanto a Atalanta, desde luego no puedo negar que me encantar¨ªa que todos nuestros libros fueran lectura obligatoria en bibliotecas, universidades, albergues bohemios, casas burguesas o lupanares?, pero este proyecto no naci¨® con fines comerciales. Yo ya gan¨¦ mi dinero al vender Siruela, y eso me permite ahora ser un liberto acomodado. Una persona liberada de la oficina convencional. Para m¨ª, lo m¨¢s importante, el mayor lujo, es vivir y trabajar de la manera m¨¢s libre posible. El triunfo con letras may¨²sculas es, en muchas ocasiones, ir¨®nicamente, una forma de fracaso, pues comporta demasiadas obligaciones a?adidas, demasiados comportamientos artificiales a tu alrededor y, lo peor de todo, demasiados odios sordos y gratuitos que pueden acabar machac¨¢ndote. Una lata. En realidad, casi todo es una lata. Mi prop¨®sito es, por tanto, modesto; es llegar a tener como esas peque?as tiendas que te encuentras casualmente de viaje, en donde te venden una miel o un pan, fabricado por ellos, que resulta ser sorprendentemente extraordinario. Son lugares que siempre permanecen fieles a su tama?o y a su filosof¨ªa, pero que se convierten en una parada obligada en ese camino".

Siempre es posible una nueva vuelta de tuerca, un paso m¨¢s en cualquier direcci¨®n. La fidelidad al tama?o y a la filosof¨ªa del negocio, y m¨¢s si, como explica, se lo encuentra uno casualmente en un viaje, nos remite directamente a citar a otro cl¨¢sico vivo: Rafael Azcona, quien cuenta que en los a?os cincuenta se pararon en una venta entre Madrid y Zaragoza por indicaci¨®n de uno de los viajeros: "Aqu¨ª hacen y venden unas magdalenas extraordinarias". Y efectivamente, al parecer eran extraordinarias. A?os m¨¢s tarde, y alardeando de conocimientos gastron¨®micos, el guionista y escritor recomend¨® a sus nuevos acompa?antes que pararan en dicha venta para comprar las muy recomendables magdalenas. "Pues no tenemos. Ya no las fabricamos", les contest¨® el ventero. Su explicaci¨®n ante la insistencia de los clientes por conocer los detalles fue impecable e implacable: "Las ped¨ªan mucho". Una forma peculiar de entender el negocio. En estos d¨ªas, en el Instituto Cervantes de Nueva York se est¨¢ celebrando una exposici¨®n sobre el libro espa?ol, con especial atenci¨®n al dise?o gr¨¢fico. Jacobo Siruela redact¨® un texto para su cat¨¢logo del que entresacamos algunas notas:

"Lo ¨²nico estimulante hoy es tener la suficiente libertad como para hacer todo lo contrario de lo que marcan los h¨¢bitos y pautas editoriales del ¨²ltimo cuarto del siglo pasado. Es decir:

- Hacer pocos libros en lugar de muchos. Se trata de elegir, no de abarcar.

- Dedicar todo el tiempo que requiera cada uno de los libros en su realizaci¨®n, en lugar del menos posible 'porque es m¨¢s rentable'.

- No seguir las pautas del mercado, sino intentar adecuar al mercado tus propias propuestas.

- No buscar nada nuevo ni 'original' en el dise?o, sino algo aut¨¦ntico y perdurable. Lo nuevo es lo que antes envejece.

- Tratar de buscar belleza -es decir, armon¨ªa de formas y colores- frente al relativismo (un poco gregario) de las est¨¦ticas instant¨¢neas.

- ?Guerra al pl¨¢stico! Es un material anticuado y desagradable. Las encuadernaciones plastificadas son una r¨¦mora del siglo pasado. El pl¨¢stico representa el triunfo de lo funcional frente a lo sensual. Y la sensualidad es el mejor acompa?ante de lo intelectual.

- Revindicar la encuadernaci¨®n en papel, un material m¨¢s acorde con el sentido del tacto. Estudiar a fondo todos los problemas que esto puede producir para la durabilidad del libro.

- Estudiar que el libro pueda abrirse perfectamente en las manos. (Lo contrario es una descortes¨ªa elemental con el lector).

- Cuidar al m¨¢ximo las tipograf¨ªas, interlineados, espacios blancos para los dedos, tama?o de la letra, etc¨¦tera. Son los fundamentos para un buen uso del dise?o".

Revalorizaci¨®n de lo artesanal y utilizaci¨®n de las nuevas tecnolog¨ªas. Esa mezcla se ha tratado de aplicar tambi¨¦n a la comercializaci¨®n y venta de los libros a trav¨¦s de la Red. ?Qu¨¦ conclusiones saca de las, al parecer, inicialmente fallidas experiencias?

"Soy un gran defensor de Internet. Creo que es lo ¨²nico verdaderamente nuevo que ha sucedido en los ¨²ltimos 20 a?os. Sin Internet, Atalanta no existir¨ªa como es. Esto es una prueba contundente de que la tecnolog¨ªa es lo que hoy transforma nuestras vidas y no la cultura humanista. De esto no me alegro, por supuesto, pero es as¨ª, y no hay espacio para lloriqueos. Quiz¨¢ es mejor ver su parte positiva, que la tecnolog¨ªa es un medio y, como tal, algo tambi¨¦n fundamental para el desarrollo de la cultura. Pienso que la alta cultura no ser¨¢ definitivamente engullida por la cultura de masas gracias a la existencia de dos mundos antit¨¦ticos: por un lado, los buenos libreros que seleccionan y mantienen la calidad de la oferta editorial, y por otro lado, Internet, que permite a cada usuario informarse adecuadamente desde su casa de los libros que le apetece comprar. Lo novedoso de Internet es que todos los libros, desde P¨ªndaro hasta Zaf¨®n, se encuentran en el mismo nivel. No hay mesas de novedades, y cualquiera de estos dos libros tienen la misma facilidad o dificultad para encontrarse. Amazon, Abebooks, Chapitre son hoy d¨ªa las mejores librer¨ªas del mundo, y esto da que pensar. Las peque?as editoriales independientes necesitan tanto de los libreros, de los buenos libreros, como de Internet para su supervivencia. Por eso, la p¨¢gina web es fundamental. Espero recibir muchas visitas, entre otras cosas porque, aunque es una editorial completamente campestre, tambi¨¦n es profundamente cibern¨¦tica".

Tradici¨®n y alta tecnolog¨ªa, reivindicaci¨®n de la sabidur¨ªa antigua y utilizaci¨®n de la inform¨¢tica. Jacobo Fitz-James Stuart Mart¨ªnez de Irujo, de la casa de Alba y conde de Siruela, con residencia en el Ampurd¨¢n y un indiscutible amor por los libros, anuncia su vuelta a los ruedos sin preocuparse en absoluto de qui¨¦n tiene m¨¢s derecho a entrar antes en un ascensor. Sin duda, los lectores se lo agradeceremos.