Un penoso quiero y no puedo

Que Juan Pinz¨¢s se considera injustamente tratado no s¨®lo por cr¨ªtica y espectadores, que han dado ol¨ªmpicamente la espalda a sus anteriores esfuerzos por demostrar que es un director de cine con toda la barba, parece fuera de lugar cuando se ve este El desenlace; no en vano, uno de los personajes principales del filme es un director maldito (Sancho), "m¨¢s apreciado fuera que en su pa¨ªs": ah¨ª nuestro hombre se est¨¢ mirando en un espejo. Y se mira en otro cuando reivindica que su cine es el eslab¨®n hispano del n¨®rdico y sobado dogma de Lars von Trier y Thomas Vintenberg ?y logra que ¨¦stos se lo reconozcan, lo que son las cosas!

Pero conviene aclarar de una vez por todas el entuerto: las pel¨ªculas de Pinz¨¢s se parecen a las de los ilustres daneses s¨®lo en que tienen actores que hablan y parecen contar una historia, y nada m¨¢s.

Porque lo que es all¨¢ contenci¨®n, dominio del oficio y denuncia social despiadada, arteramente vendida como cine rompedor y no domesticado, aqu¨ª se convierte en una pura vacuidad, en un recital de gritos destemplados y supuestos gui?os cin¨¦filos y culturales que no llevan a ninguna parte; en un penoso quiero y no puedo al que se suman, con profesionalidad tal vez nunca bien reconocida, algunos ilustres del cine espa?ol (en esto s¨ª que hay un avance con respecto a los t¨ªtulos anteriores de nuestro hombre); m¨¢s all¨¢ de esto no queda, como en Von Trier y en Vintenberg, ni la provocaci¨®n, ni el desasosiego: no queda sencillamente nada que no sea hast¨ªo.