El cicl¨®n deja Guatemala sin cosechas y provoca enormes da?os a su econom¨ªa
Rescatados 60 cad¨¢veres de la zona del lago Atitl¨¢n, pero los lugare?os temen miles de muertos
Tras seis d¨ªas de intensas lluvias provocadas por el hurac¨¢n Stan, los guatemaltecos siguen sin tener una idea cabal de la dimensi¨®n de la tragedia. Dos aldeas han sido sepultadas por un alud de lodo y piedras. La furia del Stan destruy¨® las cosechas del altiplano, el granero de Guatemala, lo cual disparar¨¢ los precios de granos, frutas y verduras, pr¨¢cticamente la ¨²nica alimentaci¨®n disponible para la poblaci¨®n de la zona, para la que la carne, la leche y los huevos empiezan a ser un plato de lujo, debido a la imparable inflaci¨®n disparada por los altos precios del petr¨®leo.
Los escasos datos oficiales no pretenden maquillar la realidad. Lo que ocurre es que la tragedia supera la capacidad de respuesta del Gobierno guatemalteco. La red vial est¨¢ destruida, lo que impide el acceso a las regiones m¨¢s castigadas por las lluvias: la costa sur del Pac¨ªfico y el altiplano occidental, en la frontera con M¨¦xico. La zona tambi¨¦n carece de electricidad y servicio telef¨®nico. Ayer se intentaba establecer un puente a¨¦reo para socorrer a los supervivientes, pero su eficacia est¨¢ condicionada a los momentos en que la lluvia remite y permite un poco de visibilidad.
Una muestra es lo ocurrido en Santiago Atitl¨¢n, uno de los destinos favoritos del turismo. Ah¨ª, un alud de lodo sepult¨® dos aldeas y hacia el mediod¨ªa de ayer (tarde en Espa?a) se hab¨ªan rescatado ya los cuerpos de 60 personas. Las autoridades de la Coordinadora Nacional de Desastres (Conred) estiman que podr¨ªa haber 200 muertos, mientras que los lugare?os hablan de 1.000 desaparecidos. Aunque oficialmente, la Conred s¨®lo habla de 146 fallecidos.
El gobernador de la provincia, Julio Urrea, dijo que en el lugar habitaban 900 familias. En la confusi¨®n reinante, nadie sabe a ciencia cierta cu¨¢ntas de ellas lograron ponerse a salvo. Miseria al desnudo.
La historia se repite en otras provincias del altiplano, donde el denominador com¨²n es la pobreza. Se estima que un 80% de los habitantes de la regi¨®n vive en el l¨ªmite de la pobreza (2 euros por d¨ªa) y de ¨¦stos, un 60% sobreviven con menos de 1 euro al d¨ªa. Esto explica el por qu¨¦ la gente construye sus fr¨¢giles chabolas en zonas de alto riesgo, a pesar de los llamamientos para evitarlo que hacen las autoridades para impedir desgracias que, aunque en menor dimensi¨®n, se repiten todos los a?os.
Organizaciones populares, ind¨ªgenas y sindicales han alzado su voz de protesta y responsabilizan de la tragedia a los sucesivos Gobiernos, que nunca han puesto la debida atenci¨®n para combatir las graves desigualdades sociales que hacen posible que los descendientes de los mayas permanezcan, al arranque del tercer milenio, en la m¨¢s absoluta marginalidad.
"Vivimos en las orillas de barrancos o de r¨ªos, porque no tenemos donde ir. Es f¨¢cil pedir que nos mudemos, pero, ?de d¨®nde sacar el dinero para comprar tierras cuando no tenemos qu¨¦ comer?", dec¨ªa un superviviente a la emisora local Radio Sonora. El resto del pa¨ªs habr¨¢ de pagar su factura, y muy cara.
Los testimonios de los supervivientes y las informaciones de la prensa local permiten calificar esta tragedia como una de las mayores cat¨¢strofes naturales que han castigado a este pa¨ªs centroamericano, comparable con el terremoto que el 4 de febrero de 1976 dej¨® unos 26.000 muertos o con la furia de otro hurac¨¢n, el Mitch, que en 1998 destruy¨® la regi¨®n. Las cifras oficiales son s¨®lo un p¨¢lido reflejo de lo que ha ocurrido.
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