Camisetas blancas
Ayer por la ma?ana, me encontr¨¦ con un subsahariano, con un africano, con un negro, como los llama la gente por la calle. Su camiseta de Beckham, su sombrerito de Gucci, sus zapatillas de Nike. Los veo a diario, suben de la Cuesta de la Vega, de vuelta del trabajo. El trabajo consiste en hacer que ayudan a aparcar los coches y en vigilarlos, y en hacer pensar a la gente, que los coches necesitan vigilancia. Llevan camisetas del Madrid, del Mil¨¢n, del Manchester, gorritos de Gucci, gafas de sol de Prada. Imagino que son copias, no productos oficiales, estoy seguro de que se llevan lo mejor de las mantas, antes de que las mantas lleguen a Sol y a Preciados. ?stos ya est¨¢n dentro, a este lado de la valla, pero no hay raz¨®n para pensar que se diferencian en nada, de los que a¨²n est¨¢n fuera. De los que han muerto o van a morir en el intento. Seg¨²n la Cope, se trata de un ataque contra posiciones cristianas, dise?ado por el malvado moro, con el permiso del radical Zapatero, al que s¨®lo le mueve la desintegraci¨®n de Espa?a. No merece mayor comentario. Hay gente en este pa¨ªs que se ha vuelto definitivamente loca. El ciudadano Rajoy har¨ªa bien en poner tierra de por medio con las huestes del apocalipsis de saldo, pero no soy qui¨¦n para decirle a nadie c¨®mo barrer su propia casa. A lo que iba, la imagen de estos africanos, contaminada por los virus del consumismo salvaje, infectada por las virtudes reales e imaginarias del progreso, nos lleva directamente al coraz¨®n de las tinieblas. A ese lugar oscuro, al final del r¨ªo, donde el hombre blanco se enfrenta al tama?o de sus cr¨ªmenes.
Si hay algo injusto y cruel, tan injusto y cruel como la muerte que salpica, con insidiosa insistencia nuestro jard¨ªn, es la ristra de eufemismos que acompa?a a las constantes invasiones occidentales en el territorio quemado de la hambruna. Expansi¨®n econ¨®mica, nuevos territorios de consumo, exportaci¨®n de imagen de marca, captaci¨®n de afectos... No parece ¨¦ticamente posible, seguir cruzando esa valla en busca de clientes, cuando no de mano de obra en condiciones de semiesclavitud, para cruzarla luego de vuelta a casa, mientras se cierran tras de nuestras florecientes empresas, los cargadores de nuestras armas. No es posible, tampoco, que el comercio exterior est¨¦ sustentado por derechos que le son negados a quienes reclaman, no ya una vida mejor, sino una vida cualquiera.
Toda pol¨ªtica fronteriza es, o deber¨ªa ser por principio, bilateral. Es decir, que si hay balas y alambre de espino a un lado de las vallas, nada simb¨®licas, que separan el primer mundo del tercero, tambi¨¦n deber¨ªa de haber balas y espinas al otro.
Si se dispara contra el negro que salta la valla, tambi¨¦n deber¨ªan dispararle a Tom Cruise y a Beckham y a m¨ª, cuando nos mandan, en primera, de viaje de promoci¨®n, a China, a Marruecos o a Colombia. Deber¨ªan pegarle un tiro en la nuca al payaso de McDonald's y otro al Quijote.
Desde Hollywood, al Instituto Cervantes, aqu¨ª, quien m¨¢s quien menos, nos dedicamos todos a la expansi¨®n de nuestro negocio. No somos m¨¢s que vendedores de lo nuestro, representantes de una empresa que acepta a los dem¨¢s, a los otros, como consumidores, pero nunca como part¨ªcipes de los beneficios. No deber¨ªamos rasgarnos ahora las vestiduras, al comprobar el tama?o del problema. El mundo que vienen reclamando, se lo hemos vendido nosotros. En nuestros maletines de muestras, llevamos folletos de colores de un para¨ªso que les va a ser luego negado. No se trata, a estas alturas, de mandarles camiones de ayuda humanitaria, o m¨¦dicos sin fronteras, se trata de dejar de robarles el dinero de los bolsillos, con nuestro diab¨®lico merchandising y nuestras estrellas de cine, y nuestros astros del f¨²tbol, y nuestros dibujos animados, y nuestras malditas zapatillas. Se trata de guardarnos nuestros libros, nuestra cultura, nuestros coches, nuestros vinos, nuestros brillantes ejecutivos a comisi¨®n, nuestros canales de televisi¨®n, nuestra libertad y nuestro progreso, donde nos quepa. Zapatero no es el responsable del efecto llamada, llevamos llam¨¢ndoles desde hace a?os, a un tel¨¦fono de ¨²ltima generaci¨®n, que tambi¨¦n les hemos vendido nosotros.
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