La cara
Harold Pinter sali¨® magullado a la puerta y blandi¨® un rudimentario bast¨®n: o le hab¨ªa estallado una casta?a o le hab¨ªan dado el Premio Nobel. Me quedo con esa imagen. Ya pueden maullar los mandarines y quejarse los rostros p¨¢lidos, que s¨®lo detectan "pol¨ªtica" en la literatura rebelde y a?oran las producciones cortesanas o se embelesan con el nuevo cinismo reaccionario. Le han dado el Nobel a un hombre herido que trabaja con palabras heridas. Y con preguntas que desnudan ese Pu?o Secreto que se esconde tras la Mano Invisible. Y con pausas. En estos tiempos en que se acumulan los residuos t¨®xicos del lenguaje, las pausas son las intervenciones m¨¢s impertinentes y esclarecedoras que existen. Imaginen que en la tertulia incendiaria de la radio del Santo Oficio tuvieran que entrevistar al se?or Pausa. ?Qu¨¦ momentos de cordura! Existe una ¨ªntima relaci¨®n entre las palabras y los cuerpos. El lenguaje va tallando el rostro de quien lo usa. Es un laborioso cincel hecho del mismo hueso. Llega un momento inevitable en que la gente se parece a lo que dice o a lo que calla. Hay bastante gente que habla con Dios y eso tambi¨¦n se nota mucho en la cara. Hablar con Dios tiene muchas implicaciones, aunque dependen de la conversaci¨®n. Al parecer, fue Dios quien le indic¨® a Bush que deb¨ªa invadir Irak, o eso al menos fue lo que Bush entendi¨®, a la manera de la primera cruzada: "?Dios lo quiere!". Antes Dios utilizaba siempre intermediarios, pero los neocon han prescindido de los arc¨¢ngeles, pues pertenec¨ªan al sector p¨²blico. Frecuenta mi calle un mendigo que tambi¨¦n habla con Dios. En este caso creo que la comunicaci¨®n debe ser m¨¢s f¨¢cil, pues se trata de un hombre sin techo, a cielo abierto, y atento a la menor murmuraci¨®n. Cuando te pide una moneda, tiene esa confianza de contarte el mandato divino. "?Sabes, Manolo? Hoy me habl¨® Dios y me dijo: Guillermo, t¨ªo, vete al antiguo caf¨¦ Linar y t¨®mate un banana split a mi salud". No es lo mismo que Dios te mande tomar un pa¨ªs a que te mande tomar un banana split. El efecto en la cara es diferente. Cuando son¨® el timbre del Nobel, tal vez Harold Pinter estaba hablando con Dios. Y estaba en desacuerdo. F¨ªjense en la cara.
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