Una quintana en la llanura manchega
PARADOR DE MANZANARES, un alto en plena N-IV cargado de an¨¦cdotas y literatura
Durante varias d¨¦cadas, el viaje a Andaluc¨ªa por la antigua carretera nacional invitaba a aliviarse entre los carros y tinajas que significaban la entrada al parador de Manzanares. La Mancha era, entonces, un horizonte inabarcable de llanuras vac¨ªas, vi?edos retorcidos, tierras en barbecho y pueblos olvidados en la distancia. No valdr¨ªa otro escenario para dar trote a Don Quijote, ni aunque se abrieran mil ventas camineras o posadas encantadas. S¨®lo tras la puesta en servicio de la autov¨ªa, que hace ya innecesario el desv¨ªo, esta parada y fonda adquiere sentido en s¨ª misma, libre de los avatares del viaje, inmarcesible en su apariencia de quintana manchega, redecorada dos a?os atr¨¢s para agradar a quienes se detienen en ella por el placer de comer bien, dormir mejor y contemplar a trav¨¦s de los cristales el paisaje manchego.
PARADOR DE MANZANARES
Categor¨ªa: 3 estrellas. Carretera N-IV, kil¨®metro 174. Manzanares (Ciudad Real). Tel¨¦fono 926 61 04 00. Fax: 926 61 09 35. Central de reservas 915 16 66 66 (Paradores de Turismo). 'Web': www.parador.es. Instalaciones: garaje, jard¨ªn, piscina, salas de convenciones para 300 personas, sal¨®n, bar, comedor. Habitaciones: 50 dobles con ba?o, calefacci¨®n, aire acondicionado, tel¨¦fono, minibar, TV sat¨¦lite, secador. Servicios: no hay facilidades para discapacitados, no admite animales dom¨¦sticos. Precios: temporada alta, 100 euros + 7% IVA; temporada baja, 95 + 7% IVA; desayuno, 11 euros + 7% IVA. Tarjetas de cr¨¦dito: American Express, Diners Club, Eurocard, MasterCard, Visa, 6000.
Arquitectura ... 5
Decoraci¨®n ... 7
Estado de conservaci¨®n ... 8
Confortabilidad habitaciones ... 7
Aseos ... 7
Ambiente ... 6
Desayuno ... 6
Atenci¨®n ... 7
Tranquilidad ... 4
Instalaciones ... 6
Una interiorista de la casa, Susana Garc¨ªa, ha comprometido su nombre en modernizar las habitaciones del parador sin desle¨ªr en el caldo de la historia un rico anecdotario de caminantes escrito tras el viejo p¨®rtico de entrada. En pie desde la Segunda Rep¨²blica, estos muros relatan en el imaginario viajero c¨®mo se encapill¨® el torero Ignacio S¨¢nchez Mej¨ªas la noche antes de su muerte, en 1934. Luego fueron las cinco en punto de la tarde en la pluma tambi¨¦n condenada de Garc¨ªa Lorca. Cliente fiel de los paradores nacionales, Pedro Mu?oz Seca cita al de Manzanares en su obra teatral El refugio. Textiles dram¨¢ticos en beis y rojo, esteras azules y verdes, muebles de madera noble, apliques de forja, escenas campestres pintadas por Gloria Merino... Importan los detalles, pero ante todo la melancol¨ªa que produce su arquitectura sin nombre, espectral en la noche manchega. Vitalizante en verano, la piscina trasera alimenta esa sensaci¨®n de gravidez extempor¨¢nea en medio del tapiz oto?al de hojas ca¨ªdas y soledad en saz¨®n. M¨¢s alegres relucen ahora los portones de carruajes y el arco principal, te?idos de azul ultramar.
Escenas del azafr¨¢n
Por dentro, el edificio reviste toques de dise?o en los paneles de arpillera intercalados entre las habitaciones, o en los perfiles de las puertas y carpinter¨ªas, m¨¢s estilosos que lo que hab¨ªa. Incluso el restaurante Azafr¨¢n, instalado en la antigua rotonda, aparece bajo un gran mural de cer¨¢mica con escena de recolecci¨®n azafranera, lamparitas de rafia y un mobiliario actual ambientado en verde. Un expendedor de hielo en servicio las 24 horas del d¨ªa en cada planta evoca sin complejos una innovadora propuesta formulada por la cadena de hoteles AC.
Todos los dormitorios est¨¢n medianamente bien insonorizados, a pesar del zumbido sordo de la autov¨ªa que flanquea el parador a s¨®lo cinco metros de su escudo vegetal, perceptible en cuanto se abren las ventanas. Un consejo: solicitar aquellos de numeraci¨®n inferior, m¨¢s alejados del asfalto.
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ALREDEDORES
LA ESPINA DORSAL de La Mancha tiene entre sus v¨¦rtebras principales la localidad de Manzanares. Desde all¨ª se tiene a tiro de piedra Valdepe?as y sus vi?edos; Santa Cruz de Mudela y su plaza de toros cuadrada, alzada en 1645, de la cual se dice que es la m¨¢s antigua de Espa?a; Tomelloso y sus destilados espirituosos; Ossa de Montiel y el parque natural de las Lagunas de Ruidera, espl¨¦ndidas para el ba?o aunque superpobladas por el turismo de fin de semana; Daimiel y el parque nacional de Las Tablas, por cuyos humedales discurren esparcidos los r¨ªos Cig¨¹ela y Guadiana; Almagro y su plaza t¨ªpica manchega, en uno de cuyos flancos se encuentra el c¨¦lebre Corral de Comedias; Villarrubia de los Ojos, Argamasilla de Alba, El Toboso... Las localizaciones literarias de El Quijote y su escudero Sancho, los paisajes de molino y llano que conforman la postal ineludible y siempre apasionante de la regi¨®n manchega.
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