Reencuentro con Andy Warhol
Pittsburgh, su ciudad natal, recuerda al artista en un museo de Richard Gluckman
En esta historia, Pittsburgh pone la geograf¨ªa, lo industrial, y Andy Warhol, el arte, lo popular, la iconograf¨ªa, los botes de sopa Campbell, el rostro de Marilyn, el color, la provocaci¨®n... A ambos, lugar y ser, el destino los junt¨® un d¨ªa. Igual que lo hacen esos tres r¨ªos -el Ohio, el Allegheny y el Monongahela- en el llamado Tri¨¢ngulo de Oro, el centro de esta urbe estadounidense fundada en 1758 tras la famosa batalla de Monongahela que enfrent¨® a brit¨¢nicos contra franceses e indios. Luce esta ciudad del Estado de Pensilvania un paisaje sorprendente, por tanta agua, por su perfil afilado de modernos rascacielos, su sabor provinciano, sus barriadas, su mezcla de culturas... A Pittsburgh la llaman la capital del acero y est¨¢ considerada hoy un milagro de la planificaci¨®n urbana.
Tan controvertido como influyente, el m¨ªtico creador del arte pop atrae las miradas a su complejo mundo y a esta asombrosa urbe del noreste de Estados Unidos, capital del acero del siglo XX.
Warhol muri¨® en 1987 convertido en mito del siglo XX, el dios de la creaci¨®n pop. Hab¨ªa nacido en Pittsburgh el 6 de agosto de 1929, en plena crisis econ¨®mica, cuando el mundo rodaba a trompicones entre el fragor de entreguerras, el fervor industrial y el p¨¢nico social. No era nadie, salvo pobre hijo de eslovacos emigrantes, los Warhola. Y la ciudad ol¨ªa entonces a hierro y carb¨®n, a cristal y acero; luc¨ªa su puerto hiperactivo que a¨²n hoy es el m¨¢s transitado de la Norteam¨¦rica interior. Era este lugar un meeting point de los m¨¢s pobres, concentraci¨®n de masas de trabajadores llegados de Italia, Irlanda, Ucrania, Grecia, Polonia, del subcontinente indio y el continente africano... Todos movi¨¦ndose al comp¨¢s de las m¨¢quinas y la necesidad; sobrevivientes y buscavidas del mundo.
Pittsburgh era un sembrado de casas modestas, de colinas embarradas por donde se extend¨ªan y mezclaban antes (y ahora, ya definitivamente arraigadas) las 23 comunidades ¨¦tnicas del lugar, dejando aqu¨ª y all¨¢ su impronta social y cultural. Hab¨ªa y hay peque?os tranv¨ªas para ascender a alguna de sus 88 barriadas de altura -los incline entonces eran de uso industrial; hoy, residencial y tur¨ªstico- desde las que se puede admirar (especialmente desde el monte Washington y Duquesne Heights) un gran espect¨¢culo de edificios mastod¨®nticos aprisionados por los r¨ªos, avenidas sorteadas por algunos de los 720 puentes que se cuentan en el centro; m¨¢s del doble en todo el condado de Allegheny.
Lo que era reino de la poluci¨®n y la contaminaci¨®n se fue transformando poco a poco en est¨¦tica de altura arquitect¨®nica, de regeneraci¨®n, gracias a un plan (al que ciudades como Bilbao han mirado mucho en busca de inspiraci¨®n) al que llaman Renacimiento, iniciado en los a?os cincuenta y que sigue hoy en su siempre pen¨²ltima fase.
Andrew Carnegie
Hubo anta?o tambi¨¦n en Pittsburgh nuevos ricos y afamados empresarios, amantes de la tecnolog¨ªa y las artes, como Andrew Carnegie, el industrial que en 1895 fund¨® el Instituto Carnegie con el objetivo, aseguraba, de "ayudar a la gente a mejorar su vida mediante la educaci¨®n y la cultura". Hoy la Fundaci¨®n Carnegie gestiona cuatro museos de la ciudad. A saber: el de arte moderno, el de historia natural, el de ciencia y el Warhol. ?ste ¨²ltimo naci¨® hace una d¨¦cada en un edificio que supone el reconocimiento debido hacia uno de los muchos oriundos famosos. Porque de Pittsburgh (400.000 habitantes en su centro; un mill¨®n y medio uniendo los tent¨¢culos de alrededor) proceden tantas cosas que su nombre podr¨ªa colgar en carteles repartidos por el mundo: el ketchup de los ketchup, el Heinz (el que fuera candidato a la presidencia americana John Kerry sabe mucho del lugar: su esposa, Teresa, es la heredera de ese imperio); el director teatral Peter Sellars; el matem¨¢tico Thomas C. Hales, que mantuvo en vilo a la comunidad del c¨¢lculo con la Conjetura de Kepler; la KDKA, primera emisora de radio comercial, creada en 1920 por la Westinghouse; Lycos, conocido buscador de Internet; su famoso instituto de rob¨®tica...
Una mirada especial sobre el artista, su obra y su mundo -ese mundo saturado de informaci¨®n e im¨¢genes banales repetidas una y otra vez, donde el rostro de una celebridad o un logotipo se vuelven protagonistas de "un arte que no afecta", seg¨²n el cr¨ªtico Robert Hughes- es lo que alberga el Museo Warhol de Pittsburgh. Y lo hace a trav¨¦s de una colecci¨®n permanente y muestras temporales. Se trata de un edificio renovado a modo de recipiente de varios pisos; un antiguo almac¨¦n modificado en 1994 por Richard Gluckman (autor del Museo Picasso de M¨¢laga y de los proyectos de reforma de varias de las m¨¢s celebradas galer¨ªas de arte del barrio neoyorquino de Chelsea), con blancos espacios vac¨ªos y grandes ventanales, como t¨²neles de luz natural tal como le gusta hacer a este arquitecto al que llaman "alquimista de la luz", que miran a edificios de antiguas f¨¢bricas y talleres cercanos, a muros vestidos con enormes anuncios publicitarios propios de la american way of life, como huellas de un tiempo ya desaparecido. En el piso de abajo, la tienda de souvenirs, el caf¨¦ Warhol, el hall para actos, la librer¨ªa... "Intento siempre estrechar al m¨¢ximo la relaci¨®n del visitante con el artista", dijo Gluckman. En este museo de techos altos y suelos de cemento pulido se pueden contemplar vitrinas que guardan tesoros personales: fotograf¨ªas de la infancia pobre del artista, postales escritas por ¨¦l o recibidas de otros, por ejemplo, de Keith Haring, que le habla con una graf¨ªa imposible sobre su viaje a Brasil y la confluencia de las culturas africana y cat¨®lica.
Elvis y Marilyn
Hay paquetes de detergente amontonados por el suelo, cajas de sopa, la misma flor repetida una y otra vez con distintos colores... Por las paredes cuelgan los iconos de un tiempo: Elvis luciendo pistola, la cara bonita de Marilyn, Marlon Brando con su moto... Ah¨ª est¨¢n Jacqueline Onassis, las botas de los Beatles, cuadros de camuflaje, las portadas de la revista Interview que Warhol fund¨® en 1969... Y se pueden contemplar v¨ªdeos de la ¨¦poca de la Silver Factory, el estudio del pintor en Nueva York en el final de los sesenta. Aquellos que filmaba con Nico, con Paul Morrisey, con Mario Montes, con la Velvet...: "Despu¨¦s de las Chicas de Chelsea, se nos empezaron a aplicar regularmente t¨¦rminos como degenerado y homosexual y drogata y exhibicionista", escribe el artista en sus Quotations from A.W. Popismus. La casa del artista pop en la ciudad renacida. Un fil¨®n.
GU?A PR?CTICA
Datos b¨¢sicos.Prefijo telef¨®nico: 00 14 12. Moneda: d¨®lar estadounidense (unos 0,82 euros)C¨®mo ir- Spanair (www.spanair.es; 902 13 14 15). Vuela a Pittsburgh junto con US Airways v¨ªa Philadelphia, ida y vuelta desde Madrid, en octubre y noviembre, a partir de 410 eurosm¨¢s tasas (59 euros) y gastos.- Iberia (www.iberia.com; 902 400 500) vuela desde Madrid, ida y vuelta, con escala en Nueva York, donde el viaje sigue con American Airlines, desde 546 euros m¨¢s tasas y gastos.Visitas- The Andy Warhol Museum (237 83 00; www.warhol.org). 117 Sandusky Street. Pittsburgh. Hasta el 8 de enero de 2006 se puede ver la exposici¨®n temporal Andy Warhol y los Rolling Stones. Hasta finales de diciembre de este a?o se exhiben obras del grupo de artistas canadienses General Idea Editions: 1967-1995. El museo abre de martes a domingo, de 10.00 a 17.00 (los viernes, hasta las 22.00). Precio de la entrada individual (adulto), 8,25 euros (los viernes, de 17.00 a 22.00, 50% de descuento).- Carnegie Museums of Pittsburgh (www.carnegiemuseums.org).Informaci¨®n- Oficina de turismo de Pittsburgh (www.visitpittsburgh.com; 281 77 11). Ofrece adem¨¢s en su web una base para encontrar hoteles y bed & breakfast.
- P¨¢gina de la ciudad de Pittsburgh: www.city.pittsburgh.pa.us.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.