Canciller de hierro con pies de barro
La buena noticia es Angie. La mala noticia es su Gobierno. Por desgracia, lo m¨¢s probable es que lo malo eche a perder lo bueno. Aunque la se?ora canciller es de hierro, una coalici¨®n complicada e inestable har¨¢ que tenga los pies hundidos en el barro. Y como consecuencia, toda Europa cojear¨¢.
Pero primero veamos lo bueno. Es estupendo que la Rep¨²blica Federal de Alemania tenga una mujer canciller, que adem¨¢s procede de Alemania del Este, dos cosas que, hace 20 a?os, parec¨ªan impensables. Son dos pasos importantes hacia la modernidad normal en una Alemania en la que ya no existe la divisi¨®n entre el Este y el Oeste, ni entre hombres que mandan y mujeres que obedecen. El canciller saliente, Gerhard Schr?der, dec¨ªa siempre que quer¨ªa que Alemania se convirtiera en un pa¨ªs m¨¢s normal. Su marcha es su ¨²ltima y, tal vez, su mayor contribuci¨®n a dicho fin.
Merkel creci¨® en el mundo espartano del clero protestante germano oriental; en medio de la ¨¦tica del trabajo, una gran seriedad y el hablar claro
Los j¨®venes alemanes aut¨¦nticamentente libres de hoy aprovechan las oportunidades que les ofrece la Europa integrada y el mundo globalizado
Como todos los a?os hay elecciones en alg¨²n Estado federal, no existe nunca un periodo de reposo en el que se puedan hacer reformas duras
Adem¨¢s, Merkel, personalmente, est¨¢ bastante bien. Es pr¨¢ctica, directa y est¨¢ llena de sentido com¨²n. Est¨¢ preocupada por la libertad. Parece comprender lo que necesita la econom¨ªa alemana mucho mejor de lo que jam¨¢s lo hizo su gigantesco predecesor en la democracia cristiana, Helmut Kohl. Al mismo tiempo, no es ninguna Thatcher. Uno no se la imagina diciendo que la sociedad no existe. Habla ruso con soltura y no va a caer en la vergonzosa debilidad de la que daba muestras Schr?der respecto al Gobierno semidictatorial de Vlad¨ªmir Putin. Con un s¨®lido historial proatl¨¢ntico y un ingl¨¦s pasable, est¨¢ en buena posici¨®n para reparar la crispada relaci¨®n de Alemania con EE UU.
Creci¨® en un paisaje y un medio que conoc¨ª bien en su d¨ªa, el mundo intenso y espartano del clero protestante germanooriental en los pueblos de ladrillo y adoqu¨ªn de la regi¨®n de Uckermark, al noreste de Berl¨ªn. Las se?as de identidad de ese mundo eran su ¨¦tica protestante del trabajo, su gran seriedad y la afici¨®n luterana a hablar claro. Desde luego, su biograf¨ªa en Alemania del Este no fue la de una disidente. A diferencia de la mayor¨ªa de los hijos del clero protestante, se afili¨® a la organizaci¨®n juvenil comunista, que ten¨ªa el inapropiado y orwelliano nombre de Juventud Alemana Libre. Incluso lleg¨® a ser una organizadora local de aquel horrendo movimiento, mientras realizaba sus estudios de posgrado en la academia de ciencias de Alemania del Este. Sin embargo, sali¨® de todo aquello con muchos valores m¨¢s propios de los antiguos disidentes de Europa central. En una UE que hoy combina el antiguo Occidente y el antiguo Este, es positivo que tengamos a una dirigente que re¨²ne las dos cosas en su persona.
La pregunta es: ?qu¨¦ puede hacer? La Constituci¨®n alemana concede al canciller federal unos poderes considerables a la hora de fijar las grandes l¨ªneas pol¨ªticas, y lo normal ha sido que los cancilleres, desde el primero de la posguerra, Konrad Adenauer, hasta Gerhard Schr?der, hagan pleno uso de esos poderes. Es lo que se ha llamado una Kanzlerdemokratie, una democracia con canciller. Pero la Constituci¨®n -y el sistema pol¨ªtico federal, a medida que ha evolucionado- tambi¨¦n somete al canciller a unos controles m¨¢s rigurosos que los que tiene cualquier primer ministro brit¨¢nico. Lo ir¨®nico es que el hecho de tener un sistema pol¨ªtico dotado de controles y equilibrios, dise?ado as¨ª para impedir la aparici¨®n de otro Hitler, ahora hace m¨¢s dif¨ªcil que se pongan en marcha las reformas necesarias.
La C¨¢mara alta, o Bundesrat, formada por representantes de los Estados federales, tiene mucha m¨¢s capacidad de limitar y hasta bloquear iniciativas de gobierno que la C¨¢mara de los Lores. Dado que todos los a?os hay elecciones en varios Estados federales, en la pr¨¢ctica no hay nunca un periodo "de reposo", en el que un Gobierno puede llevar a cabo reformas impopulares pero necesarias sin miedo a sufrir un castigo inmediato en las urnas. Con la representaci¨®n proporcional, el pa¨ªs siempre tiene Gobiernos de coalici¨®n, lo cual significa m¨¢s compromisos. Sobre todo cuando se establece lo que se llama una gran coalici¨®n entre los dos principales partidos rivales, con m¨¢s carteras para los socialdem¨®cratas que para los democristianos. Imag¨ªnense una coalici¨®n entre republicanos y dem¨®cratas en EE UU, una alianza entre socialistas y PP en Espa?a, o un Gobierno de laboristas y conservadores en Gran Breta?a.
Consenso y cambios
Hace 15 a?os, cuando Alemania estaba en pleno proceso de unificaci¨®n y Angela Merkel comenzaba su carrera pol¨ªtica, un observador perspicaz escribi¨® que la gran prueba que aguardaba a la rep¨²blica federal era saber si su tradici¨®n de "cambiar mediante el consenso" pod¨ªa producir cambios suficientes. Al ver el resultado de estas elecciones, me temo que ya tenemos la respuesta: a m¨¢s consenso, menos cambio. Y muchos comentaristas tienen la sensaci¨®n de que es la respuesta con la que se siente m¨¢s a gusto gran parte del electorado alem¨¢n, aunque nadie votara verdaderamente por ella. En las pr¨®ximas semanas veremos qu¨¦ pactos concretos alcanzan democristianos y socialdem¨®cratas, a medida que intenten conciliar sus posiciones absolutamente opuestas en materia de impuestos, sanidad y reforma del mercado laboral. Podemos esperar sentados.
Otros m¨¢s optimistas que yo sobre la capacidad de cambio de Alemania destacan lo que ya est¨¢ sucediendo entre los j¨®venes y en las empresas alemanas. Es verdad que es frecuente conocer a j¨®venes alemanes admirables, muy preparados, capaces de explicar con todo detalle, en un ingl¨¦s o un franc¨¦s fluido, lo que necesita su pa¨ªs. Lo malo es que casi todos est¨¢n en Oxford (que cuenta con muchos y magn¨ªficos estudiantes alemanes), Harvard, Par¨ªs o Tokio, m¨¢s que en Heidelberg, M¨²nich o Berl¨ªn. Los j¨®venes alemanes aut¨¦nticamente libres de hoy aprovechan las oportunidades que les ofrecen una Europa integrada y un mundo globalizado, y votan march¨¢ndose. Muchos de los mejores y m¨¢s brillantes parecen dispuestos a desarrollar su vida profesional, en gran parte, fuera de Alemania. Salvo que las cosas cambien en casa.
En cuanto a las empresas alemanas, las mayores compa?¨ªas del pa¨ªs, desde luego, han experimentado grandes cambios en el ¨²ltimo decenio. Se han internacionalizado sin reparos. Varias celebran las reuniones de sus consejos en ingl¨¦s. Son m¨¢s eficientes, m¨¢s agresivas, m¨¢s competitivas. Tienen unas balanzas de exportaciones que para s¨ª quisieran casi todas las empresas brit¨¢nicas o estadounidenses. Ahora bien, todo eso lo han conseguido, en general, a base de reducir puestos de trabajo en Alemania y crear nuevos puestos en la Rep¨²blica Checa, Polonia, India o China, un factor que no ha ayudado precisamente a los m¨¢s de cinco millones de parados alemanes. En uno de los infinitos programas de debate de la televisi¨®n alemana (puede que a los alemanes no les guste el cambio, pero les encanta hablar de ¨¦l) vi a un ex ministro del Gobierno de Helmut Kohl, Norbert Bl¨¹m, llevarse las manos a la cabeza, horrorizado, ante la idea de que la Bolsa estaba recompensando a las empresas alemanas por haber eliminado 10.000 empleos.
?sa es la cuesti¨®n. El mercado, por s¨ª solo, no lo va a hacer. Necesita que el Estado alem¨¢n ofrezca las condiciones para que las empresas alemanas creen puestos de trabajo en su pa¨ªs, y no en el extranjero. Eso significa modificar leyes laborales, impuestos, prestaciones sociales y otras cosas similares. Precisamente las cosas que una alianza con los dem¨®cratas liberales -partidarios del libre mercado- habr¨ªa fomentado, y que la alianza con los socialdem¨®cratas va a retrasar. Y en un momento en el que Alemania afronta una doble competencia feroz: en el ¨¢mbito regional, la de las econom¨ªas del centro y el este de Europa, con sus bajos salarios y bajos impuestos, y en el ¨¢mbito mundial, la de Asia. Ahora, m¨¢s que nunca, sospecho que cualquier cosa que haga Alemania ser¨¢ demasiado poco y llegar¨¢ demasiado tarde.
En alem¨¢n hay una expresi¨®n muy curiosa que indica que algo se recibe con sentimientos encontrados: "Con un ojo riendo y otro llorando". La perspectiva de la canciller Angie la recibo con un ojo riendo. Pero la perspectiva del punto muerto que va a ser su Gobierno me hace llorar.
Traducci¨®n de M. L. Rodr¨ªguez Tapia
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