Biblioteca Nacional, esa desconocida
La Biblioteca Nacional, que atesora millones de libros y documentos, c¨®dices, incunables, manuscritos, grabados o mapas, es todav¨ªa una gran desconocida para la mayor¨ªa de los espa?oles. Su actual directora, Rosa Reg¨¤s, est¨¢ empe?ada en abrir sus puertas de par en par y que los ciudadanos puedan adentrarse en un mundo lleno de maravillosas sorpresas.
La luz natural que inunda los pasillos, salas de lectura y despachos de la Biblioteca Nacional es como un s¨ªmbolo de la apertura que quiere vivir el hist¨®rico centro, que nunca goz¨® de excesiva luz, como no fuera la contenida en sus anaqueles, y que en el ¨²ltimo cuarto de siglo ha permanecido en penumbra para la mayor¨ªa de los espa?oles. Hay una generaci¨®n que pr¨¢cticamente desconoce este sanctasanct¨®rum del libro, que guarda la crema de la crema de nuestras joyas bibliogr¨¢ficas -c¨®dices, manuscritos, incunables, pero tambi¨¦n todo lo publicado en Espa?a desde 1958-, instalado en el mism¨ªsimo coraz¨®n de Madrid. Ni ha entrado en ella, ni sabe d¨®nde est¨¢, ni apenas ha o¨ªdo hablar de su fabuloso contenido. Hay otras generaciones, anteriores, que la conocieron y usaron con frecuencia, estudiaron en su famosa sala de lectura e incluso ligaron por sus pasillos.
Reg¨¤s: "Mi objetivo es convertir la biblioteca en un espacio abierto"
La Biblioteca Nacional no s¨®lo ha abierto su enorme puerta principal, cerrada durante a?os a cal y canto, y en el olvidado y casi inexistente jard¨ªn han surgido unas sillas de dise?o que aprovechan algunos incr¨¦dulos ciudadanos, sino que cuando se penetra en el emblem¨¢tico sal¨®n general de lectura, la sorpresa es total para cualquiera que lo haya conocido en otros tiempos. La luz cenital que se cuela a raudales por la enorme claraboya del techo y altas ventanas, adem¨¢s de facilitar la lectura, descubre al lector aspectos inusitados: la filigrana del balconcillo de hierro forjado, a juego con las fant¨¢sticas librer¨ªas grises-azuladas que rodean la sala; las pinturas del techo; las ornadas paredes, y los cuadros de un recinto cuya atm¨®sfera atrapa de inmediato. Flota el ambiente de una antigua biblioteca, acoplado, sin rechinar, al confort y tecnolog¨ªa del siglo XXI. Silencio de monasterio, aire acondicionado y ordenadores port¨¢tiles en hist¨®ricos pupitres de madera.
Se puede decir sin miedo que la Biblioteca Nacional es una gran desconocida. Traspasar sus puertas en los ¨²ltimos a?os no ha sido f¨¢cil, salvo para unos pocos estudiosos que la conocen bien. Las interminables obras de reforma, las medidas de seguridad y la pol¨ªtica de centro restringido a investigadores hicieron de ella un basti¨®n cultural poco menos que inaccesible. Pero corren tiempos nuevos para la primera biblioteca de Espa?a, y abrir puertas, en todos los sentidos, se ha convertido en una obsesi¨®n para su directora general, la escritora Rosa Reg¨¤s: "La Biblioteca Nacional es todav¨ªa una desconocida, y nos llevar¨¢ mucho tiempo que se conozca bien porque los fondos son impresionantes. Convertirla en un espacio abierto, con todo lo que eso supone, es mi objetivo primordial".
Pedro Molina, asesor de Reg¨¤s, asegura que lo primero que les llam¨® la atenci¨®n al llegar hace un a?o a la biblioteca fue que un edificio tan imponente y central en Madrid estuviera tan muerto culturalmente. "No figuraba en la agenda de actos interesantes. De alguna manera, esa sensaci¨®n de espacio cerrado, con puertas y verjas siempre medio entornadas, se percib¨ªa como un lugar que ofrec¨ªa resistencia. La seguridad hab¨ªa transformado un espacio cultural en un ministerio". Molina reconoce que la Biblioteca Nacional "impone en s¨ª" porque tiene una consideraci¨®n de centro del saber que, junto con ese dif¨ªcil acceso, complicaba el contacto directo con los ciudadanos. "Nos dec¨ªan: ¨¦ste es un centro para investigadores y no hay por qu¨¦ hacer difusi¨®n hacia fuera; quien tiene que conocerlo lo conoce, y los dem¨¢s no interesan. Pero nos hemos empe?ado en abrir f¨ªsicamente las puertas, y luego seguir abriendo? Ahora la gente dice: ?qu¨¦ maravilla estar aqu¨ª!".
Las obras de remodelaci¨®n, realizadas por los arquitectos Junquera y P¨¦rez Pita -finalizadas en 2000 con ligeros flecos que todav¨ªa colean-, persegu¨ªan convertir un edificio desbordado por el imparable crecimiento bibliogr¨¢fico, y el uso compartido con el Museo Arqueol¨®gico de Madrid, en un nuevo espacio funcional. Preservar y difundir el patrimonio bibliogr¨¢fico espa?ol ten¨ªa que compaginarse con la investigaci¨®n, el uso p¨²blico, las nuevas tecnolog¨ªas y una circulaci¨®n m¨¢s fluida.
El resultado es una nueva Biblioteca Nacional en la que los espacios nobles -como la neocl¨¢sica escalera principal; la sala del Patronato (librer¨ªas de Godoy, alfombras de la Real F¨¢brica de Tapices, l¨¢mparas de La Granja); el gran sal¨®n de lectura, y el sal¨®n italiano, con los retratos de los premios Cervantes; las librer¨ªas estilo Eiffel, o los tradicionales ficheros- conviven en armon¨ªa con las nuevas construcciones encajadas en los patios. As¨ª, en la sala-patio donde se solicitan los libros, el ladrillo de las paredes y los montacargas a la vista alternan con modernas l¨¢mparas en un ecl¨¦ctico espacio arquitect¨®nico de est¨¦tica muy actual.
Cierto que la circulaci¨®n por el edificio, antes demencial, resulta ahora mucho m¨¢s f¨¢cil. Pero todav¨ªa no es extra?o perderse por pasillos y plantas, alguna de las cuales no coincide con la numeraci¨®n de los ascensores. ?Plantas intermedias secretas? "En realidad hay una planta misteriosa donde ocultamos tesoros desconocidos", dice con sentido del humor la jefa del ?rea de Preservaci¨®n y Conservaci¨®n de Fondos, Fuensanta Salvador, cuando explica, en el ascensor, que el bot¨®n del cuarto piso del nuevo edificio tecnol¨®gico, en realidad corresponde al quinto?
Rosa Reg¨¤s est¨¢ satisfecha con la reciente remodelaci¨®n del vest¨ªbulo de la planta baja que da paso a las salas de exposiciones. "El vest¨ªbulo era disuasorio. Aparte de ser un lugar oscuro y polvoriento, hab¨ªa que pasar por muchos controles. Lo hemos agrandado, y retirado unos metros de la entrada los controles de seguridad, que est¨¢n forrados como libros. Ahora tienes la sensaci¨®n de entrar en un sitio que te acoge y no que te repele".
Al fondo del nuevo y espacioso 'hall', la sala Hip¨®stila -antigua tienda de la biblioteca- se ha convertido en una peculiar sala de exposiciones para peque?os formatos, como fotograf¨ªas o mapas. Pero hay m¨¢s novedades: se han abierto espacios para actividades infantiles; se ha iluminado la fachada principal; Alberto Coraz¨®n ha dise?ado el nuevo logotipo de la Biblioteca Nacional, la se?alizaci¨®n de circulaci¨®n interior y los tarjetones de invitaci¨®n a los actos, y la apertura de las pesadas verjas de hierro de Recoletos est¨¢ al caer.
Simb¨®licamente, las verjas ya cayeron la pasada primavera en una jornada de puertas abiertas que desbord¨® todas las expectativas. "He recibido cartas de expertos temerosos alegando que la Biblioteca Nacional se llenar¨¢ de gente. ?Ojal¨¢!, para eso lo hago. Cuesta mucho poner algo como esta instituci¨®n en el imaginario de la vida cotidiana, pero todo se har¨¢ poco a poco. Las revoluciones incruentas requieren un tiempo?", dice Reg¨¤s, que pasa revista a los actos realizados. Desde la presencia de escritores como Mario Vargas Llosa, F¨¦lix de Az¨²a, Francisco Ayala, y cineastas como Fernando Trueba, Agust¨ªn D¨ªaz Llanes o Aitana S¨¢nchez-Gij¨®n, que contaron al p¨²blico c¨®mo es "su biblioteca", hasta actividades infantiles en la gran carpa surgida en un patio. Sin que faltara, en ese intento de "desacralizar la instituci¨®n", un concierto cervantino de hip-hop, en el jard¨ªn, con un p¨²blico joven y multitudinario.
La directora general no oculta sus intenciones: "Queremos que la biblioteca recupere el puesto que le pertenece, el de biblioteca nacional impulsora de una investigaci¨®n que pueda estar a la altura de las grandes bibliotecas del mundo. Pero tambi¨¦n es importante que la gente pueda entrar a consultar el fondo moderno s¨®lo con el carn¨¦ de identidad y que pierda el miedo a este castillo que parece inexpugnable. Es bueno que pueda conocer lo que tenemos, porque la mayor¨ªa cree que s¨®lo hay incunables. No se sabe que tenemos libros modernos, grabados, fotograf¨ªas, carteles, discos, v¨ªdeos, guiones?".
El fondo de la Biblioteca Nacional da v¨¦rtigo: m¨¢s de 17 millones de piezas. Porque -como insisten todos los folletos y repiten sus funcionarios- no s¨®lo almacena y conserva libros, sino que es el gran centro informativo y documental de la cultura escrita espa?ola e hispanoamericana, y la instituci¨®n depositaria de todo tipo de publicaciones (musicales, audiovisuales, art¨ªsticas, etc¨¦tera) producidas en territorio espa?ol desde comienzos del siglo XVIII y recibidas a trav¨¦s del dep¨®sito legal. Resultado: unos seis millones de libros, cerca de 100.000 t¨ªtulos de publicaciones peri¨®dicas, 30.000 manuscritos y ocho millones de otros materiales. Un fondo que crece al ritmo de unos 800.000 ejemplares al a?o, uno de los m¨¢s ricos del mundo, y, desde luego, la m¨¢s completa colecci¨®n bibliogr¨¢fica de ¨¢mbito espa?ol.
Molina recalca que se han simplificado las normas de acceso para que cualquier lector pueda consultar los fondos desde 1931. Antes s¨®lo se permit¨ªa desde 1959, pero se han incorporado los a?os de la Rep¨²blica y tambi¨¦n se han suavizado las normas para que los investigadores, con un carn¨¦, puedan consultar fondos anteriores a 1931, o fondos reservados. Molina sonr¨ªe al recordar las muchas resistencias iniciales. "Nos dec¨ªan: se va a llenar de estudiantes, de gente que no tiene nada que hacer, de vagabundos a dormir la siesta? Nada de eso ha pasado. Hemos apreciado un incremento de ocupaci¨®n hasta el 60% o el 70%, pero todav¨ªa puede ser mayor".
Entre sus usuarios (112.647 en 2004, un promedio diario de 396 personas, casi un 15% m¨¢s que el a?o anterior) hay eruditos especializados, investigadores, j¨®venes lectores espor¨¢dicos, y otros m¨¢s fieles, que consultan libros, documentos, pinturas, cartograf¨ªa? Imposible resistir la tentaci¨®n. ?Cu¨¢l es el libro m¨¢s consultado de la Biblioteca Nacional? Sorpresa. La obra m¨¢s solicitada -al margen de diccionarios, biograf¨ªas y manuales- es la Enciclopedia her¨¢ldica y geneal¨®gica hispanoamericana, de Alberto y Arturo Garc¨ªa Carraffa, en la que figuran todos los apellidos de origen espa?ol y sus correspondientes escudos her¨¢ldicos. ?Curiosidad por los antepasados? ?Apetencia de linajes nobiliarios?
En oto?o de 2004 se abri¨® al p¨²blico la sala de lectura del edificio de Alcal¨¢ de Henares, segunda sede de la Biblioteca Nacional desde 1993. "Alcal¨¢ fue un descubrimiento. Cuando vimos el edificio nos quedamos pasmados, nadie sab¨ªa que exist¨ªa", dice Molina. Exist¨ªa, pero, situado en un pol¨ªgono industrial en medio de la nada, termin¨® convertido en un inmenso dep¨®sito. "Nos encontramos con un edificio estupendo y una sala de lectura cerrada que ya est¨¢ abierta al p¨²blico".
Tres gigantescas torres modulares que superan los 30 metros de altura, 51 enormes dep¨®sitos que no paran de crecer, m¨¢s de 12 millones de libros y documentos (carteles, discos, fotograf¨ªas y los fondos de la antigua Hemeroteca Nacional), 600.000 vol¨²menes nuevos cada a?o? Cifras, las de Alcal¨¢, que marean, y s¨®lo se hacen m¨¢s tangibles cuando se contempla el gran dep¨®sito robotizado, equivalente a un edificio de viviendas de cinco pisos. En el interior de este rascacielos de libros, solitario y oscuro, a 18 grados de temperatura, dos millones de libros aguardan, en 18.000 bandejas, el brazo rob¨®tico que se desliza por ra¨ªles y entresaca la bandeja con el libro pedido. Tecnolog¨ªa punta para una biblioteca que naci¨® en 1712 de la mano de Felipe V, como biblioteca real, y que pasar¨ªa a ser de uso p¨²blico en 1717.
No hace mucho, un experto ingl¨¦s en libros antiguos, de esos tan egregios que con s¨®lo ver una p¨¢gina de un manuscrito saben de qu¨¦ siglo es y a qu¨¦ abad¨ªa pertenece, se puso en contacto con la Biblioteca Nacional para informarles de que en una conocida casa de subastas de Londres se iba a pujar por una hoja de pergamino. Y estaba convencido de que pertenec¨ªa a un manuscrito greco-latino de la biblioteca espa?ola. El experto envi¨® unas fotograf¨ªas y se comprob¨® que estaba en lo cierto: las manchas de pergamino coincid¨ªan, y el folio tambi¨¦n, con la p¨¢gina que le faltaba al manuscrito espa?ol. As¨ª que r¨¢pidamente se iniciaron gestiones para que no llegara a la subasta y pudiera volver, con un precio razonable de compra, a la Biblioteca Nacional. "Esa p¨¢gina hab¨ªa sido sustra¨ªda de nuestro manuscrito, posiblemente en el siglo XIX, porque la gente cortaba antes las p¨¢ginas y miniaturas con cuchillas de afeitar?", dice Teresa Mezquita, directora del Departamento de Patrimonio Bibliogr¨¢fico, que admite que, en ocasiones, efect¨²an aut¨¦nticas pesquisas policiacas.
El pasado a?o, la Biblioteca Nacional adquiri¨® 21 incunables (libros impresos en la primera ¨¦poca de la imprenta, entre 1450 y 1500), entre ellos una Biblia latina (Anton Koberger, 1475), para a?adir a su colecci¨®n de unos 2.000 incunables. "Y no se compran m¨¢s porque son car¨ªsimos; no s¨®lo por su valor t¨¦cnico y testimonial, sino porque la calidad es buen¨ªsima. En la primera ¨¦poca de la imprenta, los papeles, las tintas, los tipos, eran estupendos, y es una ¨¦poca muy peque?a", a?ade Teresa Mezquita.
Pero, pese al valor de los incunables, las aut¨¦nticas joyas de la biblioteca son los manuscritos, de los que posee unos 23.000. Y dentro de los manuscritos, la aristocracia por excelencia del libro, los tesoros, siempre han sido los c¨®dices - t¨¦rmino t¨¦cnico de un libro medieval manuscrito-. Y la Biblioteca Nacional posee algunos de los mejores existentes: beatos, biblias, libros de horas; c¨®dices medievales iluminados, ejemplares de precio incalculable, contados y bien identificados en todo el mundo. "Tenemos una buena colecci¨®n de libros de horas, unos 50 miniados, y dos beatos de valor incalculable. Uno de ellos, el de don Fernando y do?a Sancha, del siglo XI, es fastuoso. A m¨ª me parece el mejor de los beatos existentes, aunque, claro, es una cuesti¨®n de gustos? Y una serie de obras maravillosas, c¨®dices procedentes de las incautaciones que Felipe V hizo en el siglo XVIII, como el Skylitzes, y otros producto de las desamortizaciones, como la Biblia de ?vila, c¨®dices italianos, varios Triunfos de Petrarca y muchas obras miniadas del Renacimiento", se?ala Mezquita, que puntualiza el nefasto uso del t¨¦rmino beato: "Lo del Beato de Li¨¦bana es un error sem¨¢ntico que se repite continuamente. No hay ning¨²n libro concreto que sea Beato de Li¨¦bana; lo son todas las obras que ilustran los comentarios de un monje, llamado Beato, que vivi¨® en el valle de Li¨¦bana [Cantabria] y que hizo unos comentarios al Apocalipsis de san Juan, sin m¨¢s. Por cierto, Umberto Eco dice que eran muy aburridos? Ni siquiera sabemos si el texto original, escrito en el siglo VIII, ten¨ªa miniaturas o no. Posteriormente se hicieron varios libros en el norte de Espa?a que ten¨ªan ese texto, siempre el mismo, y unas ilustraciones maravillosas. ?sos son los beatos, y s¨®lo hay unos 14 o 15 ejemplares en todo el mundo. Gen¨¦ricamente se llaman beatos, pero ni est¨¢n hechos en Li¨¦bana, ni por un beato?".
Mezquita se refiere una y otra vez a estas joyas como vit-res (ni m¨¢s ni menos que la signatura, que en este caso es la de "vitrinas y reservas", que es como ellos los conocen). Pues bien, para poder ver los vit-res, los tesoros de la Biblioteca Nacional, es necesario traspasar muchas puertas de acero con acceso restringido y tarjeta codificada de seguridad.
Tras una de ellas reposa el libro de horas de Isabel la Cat¨®lica, con su maravillosa funda, y tambi¨¦n el de Carlos VIII; la Historia bizantina, de Skylitzes; el beato de Fernando I; el c¨®dice ¨¢rabe de los Evangelios, o las Etimolog¨ªas, de san Isidoro de Sevilla (el libro completo m¨¢s antiguo de la Biblioteca Nacional), por citar s¨®lo algunos tras los que se van los ojos. Est¨¢n dentro de cajas anti¨¢cidas, en plantas con la temperatura y humedad adecuadas. No son dep¨®sitos hermosos ni acorazados; son dep¨®sitos as¨¦pticos en los que reina la penumbra, y la luz, tenue, se enciende a medida que se avanza entre estanter¨ªas, algunas de un disc¨ªpulo de Eiffel. Hay, s¨ª, una peque?a caja fuerte, simb¨®lica, que guarda unos 20 libros. All¨ª est¨¢ el Poema del M¨ªo Cid, un manuscrito humilde en sentido art¨ªstico, un pergamino peque?o y deteriorado, pero valioso por tratarse del primer texto escrito de una tradici¨®n oral como era el poema del M¨ªo Cid. Y tambi¨¦n los manuscritos de Leonardo da Vinci, las ¨²nicas obras de absoluta atribuci¨®n a Leonardo existentes en Espa?a, y la edici¨®n pr¨ªncipe del Quijote de Juan de la Cuesta (ahora en la exposici¨®n de Cervantes de la planta baja).
Y este mundo bell¨ªsimo de papel y tintas tiene detr¨¢s un equipo humano que atesora los ¨²ltimos conocimientos t¨¦cnicos del siglo XXI y unas manos propias de artesanos medievales.
En la gran sala de restauraci¨®n y encuadernaci¨®n, que har¨ªa las delicias de cualquier pintor, escultor o artesano, Esther Alegre y Domingo -prefiere ocultar su apellido-, dos veteranos del Departamento de Bellas Artes, se afanan sobre unas pinturas y grabados que ir¨¢n a diferentes exposiciones. Domingo manipula un peque?o dibujo de Goya, a dos caras, de la duquesa de Alba: por un lado, la duquesa aparece vestida, y por el otro, desnuda. Es de una simpleza de l¨ªnea incre¨ªble, una preciosidad. Forma parte de la colecci¨®n de dibujos y grabados de la Biblioteca Nacional y viajar¨¢ a Berl¨ªn. A su lado, dos dibujos de Rembrandt se preparan para ir a Vitoria. Hasta finales de a?o hay 11 exposiciones comprometidas. "Las exposiciones nos permiten ir restaurando fondo que queda en excelentes condiciones", dice Domingo. "Por mis manos han pasado muchas joyas de la biblioteca, como este libro de Francisco de Holanda, ¨²nico en el mundo. Te acostumbras a manejar estas obras de arte como algo natural", a?ade Esther, 30 a?os en la Biblioteca Nacional, mientras maneja De aetatibus mundi, un libro de 1545 ilustrado a mano.
Al otro lado de la gran mesa, una curiosidad, que Domingo se?ala como una "restauraci¨®n complicada": la copia en papel vegetal de un papiro egipcio, el Papiro Koller, que perteneci¨® a la biblioteca de Usoz, y que est¨¢ bastante deteriorado. Una especie de Kamasutra egipcio bastante ins¨®lito. No lejos se restauran distintos mapas (entre ellos, unos Paluzie de principios del siglo pasado). "Este atlas, de finales de 1500, es fant¨¢stico; es el que utilizaban los navegantes en los barcos, y tiene un valor hist¨®rico y documental insuperable. Son grabados calcogr¨¢ficos iluminados a mano. No se puede pedir m¨¢s", dice Paloma Balaguer.
La jefa de este taller-laboratorio -que, igual que los de reprograf¨ªa y microfilmaci¨®n, se han renovado por completo en los ¨²ltimos a?os-, Fuensanta Salvador, admite que son exigentes. "Somos un poco como la polic¨ªa? Algunas veces o¨ªmos las quejas: ya est¨¢n los de rehabilitaci¨®n prohibi¨¦ndolo todo". De esta ¨¢rea han salido los cojines-atriles de poliuretano y loneta gris en los que hay que depositar los libros antiguos para que no sufran; la absoluta prohibici¨®n de entrar en las salas de fondo antiguo con plumas, rotuladores o elementos cortantes, incluidas las tarjetas de cr¨¦dito -no ser¨ªa la primera vez que se utilizaran para cortar p¨¢ginas-, y el uso del cello, causa de tantos destrozos.
Salvador y su equipo est¨¢n empe?ados en una feroz batalla con el fondo ¨¢cido. Son los libros que, a partir de 1780-1800, dejaron de hacerse con el papel tradicional de pasta de trapo y comenzaron a fabricarse en papel industrial, con celulosa. Un papel que transcurrido un tiempo se acidifica, se deteriora y se hace polvo. Son los t¨ªpicos libros de hojas fr¨¢giles y bordes amarillentos que todos hemos visto alguna vez. "Ahora mismo trabajamos en la identificaci¨®n del fondo ¨¢cido de la biblioteca para microfilmarlo y guardarlo en cajas libres de ¨¢cidos. El lector ver¨¢ el microfilme. Podemos tener m¨¢s de un mill¨®n de libros y much¨ªsima prensa en estas condiciones. Hay ¨¢cidos de ediciones ¨²nicas, y ¨¦sos son prioritarios". Los ¨¢cidos, adem¨¢s de ser muchos, contagian su acidez a los vecinos? "Ahora mismo es nuestro programa estrella. El microfilme dura 300 a?os y ocupa mucho menos espacio", a?ade F¨¦lix Gonz¨¢lez, jefe del laboratorio de microfilmaci¨®n y digitalizaci¨®n.
La conservaci¨®n y seguridad han llevado de cabeza a Reg¨¤s, hasta el punto de que, al principio de su mandato, so?¨® que la Biblioteca Nacional ard¨ªa. "Me entr¨® el temblor y empec¨¦ a preguntar c¨®mo estaban los mecanismos de seguridad. Y todo estaba m¨¢s o menos bien, pero no se hab¨ªa hecho un estudio serio del conjunto. Una comisi¨®n de ingenieros ha realizado un an¨¢lisis exhaustivo de c¨®mo est¨¢, y ahora tengo una informaci¨®n general s¨®lida para poder actuar".
La directora general reconoce que su primer a?o al frente de la biblioteca no ha sido precisamente f¨¢cil. El a?o Reg¨¤s ha sido rico en problemas que ella prefiere olvidar ahora que est¨¢n controlados. "Esta biblioteca no se ha tocado en muchos a?os. Es como cuando est¨¢s en un sitio en ruinas que parece que se aguanta, y levantas una piedrecita y todo se empieza a caer. Y hay que cambiarlo en conjunto porque una cosa lleva a la otra". As¨ª que ha hecho un nuevo organigrama -"mucho m¨¢s racional"- y una relaci¨®n de puestos de trabajo que ayude a los funcionarios a trabajar m¨¢s motivados. "Los sueldos del personal de la biblioteca est¨¢n entre los m¨¢s bajos de la Administraci¨®n, y eso tambi¨¦n hay que cambiarlo".
Por ahora, la directora prefiere hablar de los proyectos a corto plazo, como la pr¨®xima exposici¨®n Biblioteca en guerra, que mostrar¨¢ c¨®mo funcion¨® la biblioteca en el periodo comprendido entre 1936 y 1939.
Pero de todos los planes inmediatos hay dos que suponen un aut¨¦ntico reto: la digitalizaci¨®n de la Biblioteca Nacional y el futuro Museo de la Biblioteca. El primero, que llaman "la gran migraci¨®n", implica el cambio de la actual base de datos Ariadna, ya obsoleta, lo que significa pasar millones de libros de la misma a un nuevo sistema inform¨¢tico. "Hay dos maneras de hacerlo", dice Pedro Molina, "poco a poco y manteniendo el servicio, o cerrando, y vamos a optar por lo segundo. Pero la operaci¨®n durar¨¢ m¨¢s de tres a?os, y este proceso tecnol¨®gico es nuestro gran desaf¨ªo". Para el nuevo Museo del Libro, cerrado en la actualidad, se planea un cambio total. "El museo cost¨®, hace 10 a?os, 700 millones de pesetas; pero no se mantuvo y ha envejecido r¨¢pidamente. En el nuevo museo, que se llamar¨¢ Museo de la Biblioteca, habr¨¢ una sala con poca luz en la que se exhibir¨¢n entre 15 y 20 libros-joyas de forma rotatoria. Se ir¨¢n cambiando cada dos o tres meses para que la gente pueda contemplarlos", asegura Molina.
La directora de la Biblioteca Nacional se muestra optimista: "La situaci¨®n ahora es muy gratificante; nunca pens¨¦ en los primeros meses de tanto des¨¢nimo, de tanto andar por un bosque en el que no ve¨ªa nada, que acabar¨ªa viendo las cosas un poco m¨¢s claras, y que, poquito a poco, adelantar¨ªamos. El trabajo que hacemos enlaza con los que estuvieron antes y con los que vendr¨¢n despu¨¦s. Lo que quiero es poner las bases para la racionalizaci¨®n de la Biblioteca Nacional, que dure muchos a?os, que lo que hagamos tenga una continuaci¨®n". Y Reg¨¤s vuelve, en un bucle de la conversaci¨®n, a su prioridad: "?sta no es una biblioteca de pr¨¦stamo, pero si de consulta, y ahora la gente consulta hasta el d¨ªa que naci¨®?".
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