El telediario, problema p¨²blico
La regeneraci¨®n y la profundizaci¨®n democr¨¢ticas de Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, con notables logros en el terreno de los derechos y las libertades individuales, han fallado hasta ahora en la prometida mejora de la televisi¨®n p¨²blica estatal. La telebasura sigue dominando la pantalla y contin¨²an presentes el mismo concepto banal de la programaci¨®n, el mismo tratamiento trascendental del f¨²tbol, la misma gangrena publicitaria y, a¨²n peor, no se ha sabido salvar el telediario, la emisi¨®n que deber¨ªa ser m¨¢s rigurosa y formativa de la televisi¨®n p¨²blica. Y esas calamidades a un coste financiero astron¨®mico para la sociedad a la que el llamado Ente P¨²blico dice servir: el endeudamiento acumulado de RTVE se acercar¨¢ a finales de este a?o a 7.600 millones de euros y el Gobierno ha tenido que incluir en el proyecto de los Presupuestos Generales del Estado de 2006 una partida especial de 575 millones de euros para socorrer a tan ruinosa compa?¨ªa a la espera de tener que asumir su deuda hist¨®rica.
La informaci¨®n, principalmente la que se basa en la imagen, por s¨ª sola no es conocimiento -"ver no es comprender", se ha dicho-, pero s¨ª ayuda -y mucho en determinadas culturas y estratos de poblaci¨®n- a la formaci¨®n de la opini¨®n. La mayor parte de los espa?oles se informan, luego forman su opini¨®n, por medio de la televisi¨®n. Como nos recuerda Giovanni Sartori, la democracia puede definirse como un gobierno de opini¨®n. De ah¨ª que los flujos de informaci¨®n que reciben los ciudadanos sobre la marcha de la res publica sean fundamentales para la calidad de la democracia. Facilitar una informaci¨®n lo m¨¢s objetiva posible ser¨ªa, pues, una responsabilidad del Estado democr¨¢tico para tender al objetivo primario de la formaci¨®n de una opini¨®n ciudadana madura, pero tambi¨¦n para contrarrestar los manejos de la poderosa maquinaria de la comunicaci¨®n privada y la perversi¨®n de los valores c¨ªvicos originada por la apabullante ideolog¨ªa individualista de la publicidad.
Se ha alabado la superaci¨®n de la negra etapa informativa de los telediarios de TVE dirigidos por Alfredo Urdaci, propagandista ¨¢ulico de La Moncloa, y el abandono de la t¨¦cnica del bocadillo -se comenzaba la informaci¨®n con el testimonio de un miembro del Gobierno, segu¨ªa uno de la oposici¨®n y cerraba la noticia otro del Gobierno o una intervenci¨®n de un l¨ªder del PP. No obstante, con esa limpieza, con ser mucho y haber dignificado pol¨ªticamente los telediarios, no basta. No habr¨¢ manipulaci¨®n informativa ya, pero los telediarios contin¨²an lastrados por defectos se dir¨ªa que inmutables. El nuevo director de los servicios informativos de TVE, Fran Llorente, afirma que la meta est¨¢ en "hacer unos telediarios ¨²tiles, cercanos, con m¨¢s calidad y m¨¢s comprometidos" (EL PA?S, 11 de agosto de 2005). Tendr¨ªa que aclarar en qu¨¦ consisten y c¨®mo se plasman esos loables prop¨®sitos porque la realidad cotidiana de los noticiarios de TVE es muy otra.
Precedidos los telediarios del mediod¨ªa y de la noche por magacines de telebasura rosa -Coraz¨®n de... y Gente-, forman con ¨¦stos un todo revuelto en el que se pasa sin discontinuidad evidente de la cr¨®nica del coraz¨®n a la cr¨®nica de sucesos, y se conservan incluso en ambas series el mismo sonsonete de una voz en off que cuenta -no se informa, se cuenta- la an¨¦cdota de pretendidos famosos en un caso y la desgracia en el otro. M¨¢s que telediarios de informaci¨®n general son telesucesos frecuentemente contados y filmados por enviados especiales que nos invitan a un voyeurismo imp¨²dico del sufrimiento humano, como ha ocurrido con la dispersi¨®n de los subsaharianos en el desierto por la polic¨ªa marroqu¨ª. M¨¢s ¨²tiles, m¨¢s cercanos y m¨¢s comprometidos con la causa de esos emigrantes forzados habr¨ªan sido unos reportajes valientes sobre las dictaduras genocidas, las guerras libradas con armamento procedente del mundo desarrollado, las mafias del nuevo comercio negrero, la incompetencia y corrupci¨®n de los gobernantes, sobre todo lo que les obliga a huir masivamente de sus pa¨ªses.
Cuando no se dispone de desgracias propias se recurre a las ajenas, no importa de d¨®nde ni de qu¨¦ entidad, y como abundan no queda d¨ªa sin llenar hasta lostopes el noticiario. No s¨®lo se resaltan los aspectos negativos del mundo sufriente, y s¨®lo ¨¦stos se seleccionan como noticias, sino que el mundo entero se presenta como algo ca¨®tico y plagado de amenazas, pero sin analizar las causas del caos ni de las amenazas. Las cat¨¢strofes naturales ser¨ªan fatalidades b¨ªblicas; las desgracias personales, loter¨ªas fat¨ªdicas. Todo lo m¨¢s se salpican las cr¨®nicas de los sucesos con entrevistas casuales de gente que estaba all¨ª, que nada aportan al entendimiento de los hechos. Si hay alg¨²n intento de explicaci¨®n se relega a una hora imposible, como La noche tem¨¢tica emitida por la segunda cadena el 8 de octubre pasado a partir de las 0.40 horas, que ofreci¨® interesantes aproximaciones a las causas del tsunami del sureste asi¨¢tico y del hurac¨¢n Katrina.
La emisi¨®n de cat¨¢strofes sin fin, que se quedan bloqueadas en la retina porque no se entienden, acaba por insensibilizar al paciente telespectador, sometido, adem¨¢s, a la ducha escocesa de una disparatada sucesi¨®n de temas en bloques en los que caben, uno tras otro, el acoso escolar y el Airbus, el virus de la gripe espa?ola de 1918 y las placas solares, la momia de Lenin y un pez robot.
Sin caer en el tremendismo de Karl Popper en su conocida sentencia: "Una democracia no puede existir si no se controla la televisi¨®n", qu¨¦ duda cabe de que la calidad de la democracia depende tambi¨¦n de la calidad de la televisi¨®n y, en buena medida, de la calidad de los noticiarios de la televisi¨®n p¨²blica. Por eso, los telediarios en su estado actual son un problema p¨²blico, de res publica, y tienen, adem¨¢s, el efecto perverso de contagiar su vacuidad a los noticiarios de las televisiones p¨²blicas auton¨®micas.
Jordi Garc¨ªa-Petit es acad¨¦mico numerario de la Real Academia de Doctores.
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