El Polisario busca desaparecidos
Los independentistas saharauis y la ONU peinan el desierto para localizar a inmigrantes que hayan podido fallecer
A cuentagotas, los subsaharianos abandonados por Marruecos en el muro del S¨¢hara son localizados en medio del desierto, sedientos, hambrientos, con los pies destrozados de caminar sin rumbo y con la piel resquebrajada por el sol. El domingo por la noche llegaron otros tres africanos al campamento improvisado de Bir Lehlu, en la zona controlada por el Frente Polisario. Dos son de Gambia y uno, de Ghana. La misi¨®n de pacificaci¨®n de la ONU en el S¨¢hara Occidental, la Minurso, participa intensamente en la b¨²squeda.
El viernes, Marruecos reclam¨® a la ONU que dejaran de colaborar con el Polisario en el peinado del desierto, pero los militares internacionales no hacen caso. Todos los d¨ªas acuden al campamento para ver c¨®mo est¨¢n de salud los ya localizados, y ayer les llevaron raciones alimentarias. Adem¨¢s, salen por la ma?ana y por la tarde acompa?ados de un saharaui con sus todoterreno -los helic¨®pteros no pueden volar desde el s¨¢bado por las tormentas de arena- para buscar supervivientes y, sobre todo, cad¨¢veres. Los tres africanos localizados el domingo hablan de una mujer embarazada que fue abandonada con ellos, pero nadie logra confirmarlo.
"Los marroqu¨ªes se los quitan de encima y nos los echan a nosotros", afirma los saharauis
La pol¨ªtica se est¨¢ mezclando con la crisis humanitaria. Los saharauis atienden a los inmigrantes, pero, a la vez, no desaprovechan la oportunidad para tratar de debilitar la imagen de Marruecos, su enemigo mortal, que los tiene condenados a vivir en campamentos de refugiados en Argelia desde 1975.
De hecho, patrullas del Polisario buscan ansiosamente a las posibles mujeres muertas (no se ha encontrado ninguna viva) para poder demostrar con mayor crudeza la actitud marroqu¨ª. El comandante saharaui de la zona, Abdelahi Mulai Ahmed, un veterano que perdi¨® un ojo y la mitad de la cara en la guerra, se queja: "Hay ¨®rdenes del presidente para encontrar a las mujeres muertas. No hay ninguna, no nos las podemos inventar; yo creo que no las soltaron aqu¨ª, se las quedaron los marroqu¨ªes para violarlas". En Bir Lehlu hay ya 95 inmigrantes. A 250 kil¨®metros, en Mhairiz, otra base militar del Polisario, se ha recogido a otros 22 en la ¨²ltima semana.
Los inmigrantes recibieron ayer la ayuda de la ONU y de la Media Luna Roja saharaui. Uno de los militares de la Minurso, de apellido Lawluvi, es de Ghana, y ayer atend¨ªa a siete compatriotas suyos acogidos all¨ª, mientras su Gobierno no quiere hacerse cargo de ellos. Lawluvi llam¨® por tel¨¦fono desde la sede de la Minurso a los familiares de sus compatriotas. Poco a poco, los militares van contactando con las familias para avisar de que los africanos no han muerto en el desierto, como seguramente pensar¨¢n. "Tu padre me ha dicho que te pida que vuelvas a casa", le dec¨ªa ayer un militar franc¨¦s a un gambiano. "No puedo; sin dinero no puedo. Tengo que llegar a Europa", le respond¨ªa el chaval, de 19 a?os.
La zona donde fueron encontrados los africanos, visitada ayer por un grupo de periodistas acompa?ados por los saharauis, es un desierto donde no hay nada m¨¢s que alg¨²n camello suelto, restos de la guerra entre el Polisario y Marruecos, y muchas minas. De hecho, los dos gambianos que llegaron el domingo aseguran que unas horas despu¨¦s de haberse separado de su grupo escucharon una explosi¨®n. Ellos creen que una mina revent¨® a uno de sus compa?eros, aunque no volvieron atr¨¢s para comprobarlo. Sin embargo, podr¨ªa ser un camello perdido.
"Los marroqu¨ªes se quitan a los inmigrantes de encima y nos los echan a nosotros. Cre¨ªan que podr¨ªan decir, como siempre, que somos terroristas y tratamos mal a la gente. Pero se han equivocado", se r¨ªe el comandante Abdelahi. De hecho, los saharauis ya han acogido durante m¨¢s de seis meses en Tifariti, cerca de Bir Lehlu, a medio centenar de inmigrantes de Bangladesh. S¨®lo ahora parece que su pa¨ªs va a repatriarlos. Algunos militares saharauis piensan que el final de los subsaharianos ser¨¢ el mismo, aunque ellos repiten que en ning¨²n caso volver¨¢n a su pa¨ªs.
Ayer llovi¨® un rato en el desierto. Eso sin duda ayudar¨¢ a los africanos exhaustos que andan perdidos por la hamada, el interminable manto de piedras y arena naranja. De hecho, los que han sobrevivido narran que los charcos dejados por las pocas horas de lluvia de la semana pasada les salvaron la vida. Todos, inmigrantes, saharauis y hasta los militares de la Minurso, est¨¢n convencidos de que tiene que haber a¨²n mucha gente perdida. Cada uno de los que llega pregunta inmediatamente por otros compa?eros, sobre todo por los compatriotas. En el desierto, en pleno drama, las nacionalidades cuentan, y a¨²n m¨¢s las amistades. Cualquier peque?a discusi¨®n sobre c¨®mo, cu¨¢ndo y por d¨®nde seguir divide a un grupo.
Mientras un gambiano con la rodilla reventada narraba el domingo c¨®mo dos compatriotas lo llevaron a hombros hasta que los localizaron, un ghan¨¦s, el ¨²ltimo en llegar, se qued¨® s¨®lo porque sus tres compa?eros no pod¨ªan seguir. Abdula Ibrahim Tambo es, a sus 35 a?os, el abuelo de un grupo que ronda los 20 a?os. Se queja de un pie que tiene abierto. Una herida recuerdo de su estancia en Nador, en el bosque, cuando esperaba cruzar a Melilla. Apenas puede caminar, pero ha sobrevivido. Tiene los pies totalmente hinchados tras cinco d¨ªas caminando. Da igual. S¨®lo piensa en volver a intentarlo.
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