"Pasaron 10 a?os antes de que nos creyeran"
Algo tan australiano como tomar cerveza. Eso era lo que hac¨ªan Robin Warren y Barry J. Marshall el pasado 3 de octubre, en Perth (Australia Occidental), cuando se enteraron de que hab¨ªan ganado el premio Nobel de Medicina 2005. Miles de enfermos de ¨²lcera y gastritis les deben haberse librado del quir¨®fano, de las dietas, del estigma del estr¨¦s e incluso del c¨¢ncer de est¨®mago. El pat¨®logo Robin Warren, de 68 a?os, recientemente jubilado, y el m¨¦dico Barry J. Marshall, de 54, descubrieron en 1982 una bacteria que causaba la ¨²lcera gastroduodenal y la gastritis. Sus colegas tardaron a?os en creerles, en parte debido a que la calidad cient¨ªfica de sus primeros trabajos no era muy consistente. Marshall, que hab¨ªa mostrado una precoz vocaci¨®n investigadora -cuando comenzaba su carrera m¨¦dica sujet¨® varios tubos de ensayo con sangre al ventilador de su cocina para centrifugarlos y separar los gl¨®bulos rojos- lleg¨® a tragarse en 1984 un cultivo del germen, conocido como Helicobacter pylori, para provocarse una gastritis y comprobar as¨ª su hip¨®tesis. Marshall contest¨® ayer por tel¨¦fono a EL PA?S desde su casa de Perth, en Australia.
"El 50% de la poblaci¨®n est¨¢ infectada por el 'helicobacter'. Todos conocen a alguien" "Tuvimos que esperar a que todos consiguieran nuestros resultados. Fue pesado y frustrante"
"Warren encontr¨® la bacteria en una biopsia, era extra?o porque no resisten al ¨¢cido" "En los setenta hab¨ªa m¨¦dicos espa?oles que estaban tratando ¨²lceras con antibi¨®ticos"
Pregunta. ?C¨®mo se enter¨® de que hab¨ªa ganado el premio?
Respuesta. Fue divertido. Estaba tomando una cerveza con el doctor Warren a la orilla del r¨ªo. Le llamaron al m¨®vil, le dieron la noticia y le advirtieron de que no se lo dijera a nadie en media hora. ?l respondi¨®: "?Y al doctor Marshall?", y contestaron que no. Tuvo que convencerles de que le dejaran pasarme el tel¨¦fono. Despu¨¦s, un vecino m¨ªo recibi¨® un fax de los Nobel anunci¨¢ndole el galard¨®n. Ten¨ªan el n¨²mero mal. Si no llega a ser por el doctor Warren, quiz¨¢ no hubiera conseguido el premio (risas). Luego nos llevamos a la familia a cenar. Al volver a casa, el tel¨¦fono segu¨ªa sonando y el buz¨®n del correo estaba saturado. Creo que he recibido 12.000 e-mails. Todo el mundo est¨¢ muy contento.
P. Su hallazgo ha cambiado la vida a muchas personas.
R. La verdad es que la mitad de la poblaci¨®n mundial est¨¢ infectada con el Helicobacter pylori, y todo el mundo conoce a alguien para quien esto ha sido importante. Se trata de algo grande porque afecta a mucha gente.
P. Ustedes aislaron la bacteria en 1982. Hasta 1994, el tratamiento con antibi¨®ticos para el helicobacter no fue respaldado por los Institutos de Salud de Estados Unidos. ?Qu¨¦ sent¨ªan ustedes durante esos a?os en los que la comunidad cient¨ªfica no respaldaba sus descubrimientos?
R. Durante aquella ¨¦poca me invitaban a hablar en un debate, en vez de hacerlo para impartir una conferencia. Pasaron 10 a?os hasta que la gente se lo crey¨®, aunque tambi¨¦n el apoyo fue creciendo gradualmente. Los a?os m¨¢s dif¨ªciles fueron desde 1983 hasta 1986. Cuando mi trabajo consegu¨ªa alguna difusi¨®n, la gente llamaba al hospital e incluso a veces se satur¨® la centralita. As¨ª que mis compa?eros estaban malhumorados y me culpaban. Hubo un fen¨®meno boca a boca, pero pasaron dos a?os hasta que consegu¨ª fondos para continuar la investigaci¨®n. Todo el mundo era muy esc¨¦ptico, yo era un desconocido. Cuando me march¨¦ a los Estados Unidos (en 1986) tuve las mismas dificultades para conseguir financiaci¨®n. Fue dif¨ªcil, pero siempre es dif¨ªcil para los investigadores, no tienes un trabajo garantizado ni una carrera. No sabes qu¨¦ va a ocurrir durante el siguiente a?o.
P. Pero usted cre¨ªa firmemente en sus hallazgos.
R. S¨ª, no ten¨ªamos ninguna duda de que la bacteria estaba all¨ª. S¨ª que ten¨ªamos dudas de cu¨¢l era su importancia en las ¨²lceras porque al principio no pudimos erradicarla, as¨ª que era dif¨ªcil probar que estaba relacionada con este tipo de lesiones. Pero despu¨¦s de tres o cuatro a?os encontramos el tratamiento que pudo eliminar la bacteria en la mayor parte de los pacientes. As¨ª que nos sentimos cada vez m¨¢s seguros sobre nuestras investigaciones. Pero tuvimos que esperar a que todo el mundo obtuviera los mismos resultados. No est¨¢bamos preocupados porque sab¨ªamos que finalmente iba a ser cierto, que la bacteria era importante. Pero, claro, era pesado y frustrante porque todo parec¨ªa ocurrir de una manera tan lenta... y pens¨¢bamos que era fundamental porque la gente todav¨ªa se somet¨ªa a cirug¨ªa y se cre¨ªa que la ¨²lcera era una enfermedad muy grave. Al final era tan f¨¢cil de tratar, cuando sab¨ªamos c¨®mo, con antibi¨®ticos, que no era tan peligroso.
P. ?C¨®mo surgi¨® la idea de que la ¨²lcera la causaba una bacteria?
R. El doctor Warren vio la bacteria [en una biopsia] y eso era muy extra?o porque con el ¨¢cido que tiene el est¨®mago, las bacterias mueren. Primero investigamos qu¨¦ bacteria era porque no hab¨ªa sido descrita y despu¨¦s hicimos an¨¢lisis a todos los pacientes que pudimos encontrar para ver si ten¨ªan s¨ªntomas relacionados con la bacteria. Hicimos eso durante casi un a?o. Comprobamos que la bacteria estaba presente en la mayor parte de los pacientes con ¨²lcera. Y luego buscamos en la literatura cient¨ªfica si hab¨ªa antecedentes de hip¨®tesis en las que se considerase que el helicobacter fuese causante de las ¨²lceras. Una de las publicaciones que encontramos era espa?ola. Entre los a?os setenta y 1983 hab¨ªa m¨¦dicos en Espa?a que estaban tratando a pacientes con ¨²lcera con antibi¨®ticos.
P. Adem¨¢s, ustedes se dieron cuenta de que la bacteria estaba en todas las ¨²lceras, pero que las im¨¢genes que de ellas se obten¨ªan mediante microscopio electr¨®nico ten¨ªan tanto aumento que ni siquiera se pod¨ªan reconocer.
R. S¨ª, y nos dimos cuenta cuando yo estaba pidiendo dinero a las farmac¨¦uticas. Los laboratorios me contestaban que no y me mandaron revistas con art¨ªculos y anuncios de medicamentos para la ¨²lcera. En las im¨¢genes de esos anuncios sal¨ªa la bacteria. Yo les repliqu¨¦ que el helicobacter estaba ah¨ª, en sus propios documentos. As¨ª que algunas farmac¨¦uticas se interesaron y consegu¨ª alg¨²n respaldo.
P. ?Y estaba tan convencido su colega, el doctor Warren?
R. S¨ª, adem¨¢s ¨¦l tambi¨¦n estaba infectado con la bacteria. Le di antibi¨®ticos y le hice el test del aliento. Su esposa tambi¨¦n estaba infectada.
P. ?En qu¨¦ trabaja actualmente?
R. Una investigaci¨®n interesante es hallar una vacuna. Tambi¨¦n nos planteamos el uso de la bacteria para otros prop¨®sitos. Estudiamos su carga gen¨¦tica e introducimos genes que pudieran ser ¨²tiles. Pero pasar¨¢n 10 a?os hasta que consigamos algo.
"La bacteria me supo a huevo crudo"
Barry J. Marshall ten¨ªa 33 a?os y un est¨®mago perfectamente sano. As¨ª lo hab¨ªan constatado tanto una biopsia como una endoscopia. Una ma?ana de 1984, en el hospital Fremantle, en Perth (Australia), se trag¨® 20 mililitros de un l¨ªquido que conten¨ªa un cultivo de Helicobacter pylori, esa bacteria con forma de sacacorchos que causa nueve de cada diez ¨²lceras gastroduodenales. "Fue como tomar un huevo crudo", recuerda el cient¨ªfico. "La verdad es que no sab¨ªa muy mal".
Marshall y su colega Robin Warren hab¨ªan tratado de infectar a cerdos. Pero no funcion¨®. "Tras varios frustrantes experimentos, el siguiente paso era ver qu¨¦ ocurr¨ªa en humanos", dice Marshall. "Y fue exitoso, porque me ense?¨® mucho sobre la infecci¨®n, al experimentarlo en carne propia".
Luego se sent¨® a esperar. "Despu¨¦s de cinco d¨ªas empezaron los ataques de v¨®mito. En general me sent¨ªa mal". El investigador se despertaba en plena noche, empapado en sudor, no pod¨ªa comer y ten¨ªa dolores. Una nueva biopsia y otra gastroscopia confirmaron los s¨ªntomas. El helicobacter se hab¨ªa asentado en su est¨®mago. "La infecci¨®n puede comenzar en la infancia, y, aunque muchos casos se curan espont¨¢neamente, la bacteria se mantiene en el est¨®mago para el resto de tu vida y puede llevar a una enfermedad cr¨®nica, como la ¨²lcera", dice. Marshall no consult¨® a su esposa sobre sus intenciones de infectarse con el helicobacter. Lo hizo despu¨¦s, cuando ya hab¨ªa tragado el cultivo. Ella se enfad¨®. "Se preocup¨®, porque, aunque no hab¨ªa muchas posibilidades, pod¨ªa hab¨¦rselo contagiado a mis hijos. Por suerte, eso no ocurri¨®".
Veinti¨²n a?os despu¨¦s de aquella gesta, Marshall planea cruzar el mundo con su esposa y sus cuatro hijos para recibir el Nobel en Suecia y destinar el dinero del premio en pagar parte de su hipoteca. "Bueno", a?ade, "y a actualizar mi ordenador y arreglar el coche".
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