"Europa no es ni ser¨¢ como Estados Unidos"
Cat¨®lico, conservador, furibundamente proamericano y pro europeo al mismo tiempo, ex diputado en Westminster, ex gobernador de Hong Kong, ex comisario europeo, rector de la m¨ªtica Universidad de Oxford. Chris Patten ha agitado esos ingredientes y ha logrado un fuerte ali?o para su ¨²ltimo libro. Not quiet the diplomat (Allen Lane / Penguin), a¨²n sin traducci¨®n al espa?ol, es un vigoroso alegato contra la guerra de Irak y la pol¨ªtica exterior de Tony Blair y una denuncia del aislacionismo antieuropeo de los tories. Pero es tambi¨¦n un encendido canto a la colaboraci¨®n entre EE UU, una apasionada defensa del ingreso de Turqu¨ªa en la UE y una advertencia al mundo: China ya est¨¢ aqu¨ª.
"Me siento muy inc¨®modo con la idea de que la soberan¨ªa nacional es una especie de piedra sagrada que hay que proteger de cualquier ataque"
"Gran Breta?a siempre ha estado muy influenciada intelectual y pol¨ªticamente por lo que est¨¢ ocurriendo en lo que nosotros llamamos Europa continental"
"Seguimos permitiendo dar la impresi¨®n de que la autoridad y el vigor democr¨¢tico en Europa vienen, de alguna manera, de Bruselas. No es as¨ª. Vienen de los Estados-naci¨®n"
"Los Balcanes, Ucrania, o Moldavia son candidatos para la ampliaci¨®n de la UE, pero la cuesti¨®n de Turqu¨ªa es decisiva para ver si somos capaces de desempe?ar un papel estabilizador"
"Blair tiende a creer que la pol¨ªtica exterior consiste en ser encantador. Sobreestima sus capacidades diplom¨¢ticas, su capacidad para convencer a la gente"
"Es imperativo arrastrar a China hacia un sistema basado en reglas globales de buen gobierno. Por eso era importante su ingreso en la Organizaci¨®n Mundial de Comercio"
Pregunta. ?EE UU cree todav¨ªa en el mundo que cre¨® y que anim¨® a los dem¨¢s a apoyar?
Respuesta. Muchos americanos creen en ese mundo, incluyendo muchos de los que conforman la pol¨ªtica exterior republicana. La corriente principal respecto al liderazgo de Am¨¦rica en el mundo sigue viva. El problema es que no ha sido dominante en t¨¦rminos intelectuales o pol¨ªticos desde que lleg¨® esta Administraci¨®n. Es alentador que algunas de las encuestas se?alen que los americanos siguen queriendo cooperar con sus socios; de hecho quieren que la Uni¨®n Europea juegue un papel m¨¢s relevante en el mundo, y creen en las Naciones Unidas e incluso en el Tribunal Penal Internacional y en el Protocolo de Kioto.
P. Usted sostiene que la integraci¨®n europea fue una iniciativa de Estados Unidos despu¨¦s de la guerra, y que de hecho Washington quer¨ªa que Gran Breta?a formara parte de esa estrategia.
R. Despu¨¦s de la I Guerra Mundial, los esfuerzos del presidente Wilson por establecer un nuevo orden internacional fracasaron, en parte por la resistencia del establishment pol¨ªtico norteamericano. Tras la II Guerra Mundial llegaron a la determinaci¨®n de que ten¨ªan que impedir otra lucha entre los Estados-naci¨®n europeos. Cuando los europeos presionaron a los americanos para que les proporcionaran un escudo de seguridad frente a la Uni¨®n Sovi¨¦tica y el Pacto de Varsovia, parte del precio, parte de las condiciones exigidas por los americanos, fue su insistencia en la integraci¨®n pol¨ªtica y econ¨®mica europea. Gran Breta?a crey¨® -aunque se enga?aba- que pod¨ªa seguir siendo no s¨®lo un gran pa¨ªs, sino una gran potencia que pod¨ªa promover la integraci¨®n europea pero quedarse al margen de ella. Nos ve¨ªamos como el coraz¨®n de tres anillos separados: la Commonwealth y el Imperio, la alianza transatl¨¢ntica, y la seguridad europea. Cuando Gran Breta?a decidi¨® no sumarse a la Comunidad Europea del Carb¨®n y el Acero, hubo gente en Am¨¦rica que dijo que nos deber¨ªan negar la ayuda del Plan Marshall porque est¨¢bamos tomando una decisi¨®n mala para nosotros, mala para Europa y mala para Am¨¦rica.
P. Usted es un pol¨ªtico muy pro europeo.
R. Siempre lo he sido. Me siento muy inc¨®modo con la idea de que la soberan¨ªa nacional es una piedra sagrada que hay que proteger contra cualquier ataque. En la UE hemos entregado parte de nuestra soberan¨ªa de iure para ganar mucha m¨¢s soberan¨ªa de facto. Somos mucho m¨¢s influyentes, al establecer un r¨¦gimen internacional de comercio como parte del bloque europeo de lo que ser¨ªamos si actu¨¢ramos fuera de ¨¦l.
P. Es curioso que los dos grandes partidos brit¨¢nicos han cambiado de posici¨®n respecto a Europa y en general les ha ido electoralmente mejor como partidos pro europeos.
R. S¨ª, sin duda. El Partido Conservador ha sido hist¨®ricamente pro europeo hasta el Gobierno de John Major y en particular hasta la debacle del Sistema Monetario Europeo. Desde entonces ha sido casi instintivamente cr¨ªtico con todo lo que venga de Europa.
P. Pero la posici¨®n del partido ya estaba cambiando cuando Margaret Thatcher hizo su famoso discurso en Brujas. Usted mismo dice que hasta entonces Thatcher hab¨ªa criticado determinadas pol¨ªticas europeas, pero ese d¨ªa empez¨® a criticar la propia estructura de las instituciones europeas.
R. S¨ª. Creo que empez¨® a asociar Europa con socialismo. Se juntaron dos cosas. Primero, crey¨® que, habiendo derrotado al socialismo en Gran Breta?a -y Blair es un beneficiario de eso-, Jacques Delors estaba introduciendo el socialismo por la puerta trasera desde Bruselas. Segundo, fue presa con gran facilidad de la instintiva insularidad y nacionalismo brit¨¢nicos a los que tanto irrita la causa europea. Pero Gran Breta?a siempre ha estado muy influenciada intelectual y pol¨ªticamente por lo que est¨¢ ocurriendo en lo que nosotros llamamos Europa continental. Podr¨ªa darle muchos ejemplos, desde la arquitectura y la pol¨ªtica italiana en el siglo XIX a la Guerra Civil espa?ola.
P. ?Por qu¨¦ los brit¨¢nicos est¨¢n obsesionados con la cuesti¨®n de la soberan¨ªa, con no perder soberan¨ªa?
R. En parte porque seguimos ligados a lo que llamamos la visi¨®n d¨¦bil de la historia. La idea de que Gran Breta?a estableci¨® antes que otros y con m¨¢s ¨¦xito que otros la democracia liberal -hay algo de verdad en ello- y que nuestras instituciones son perfectas y nos han llevado a una constante mejora de nuestra calidad de vida y nuestra posici¨®n en el mundo. En realidad, si examinamos nuestras instituciones de Gobierno, no funcionan muy bien. Nuestro Parlamento no funciona muy bien; apenas somos capaces de decidir si queremos dos c¨¢maras o una. El Gobierno opera como una dictadura electa en la primera c¨¢mara porque un peque?o porcentaje del voto popular le puede dar al Gobierno una mayor¨ªa enorme. Tenemos un sistema electoral distorsionado a favor del Partido Laborista. Tenemos pol¨ªticos que atacan a los jueces y a los medios. Sigo creyendo que tenemos una de las redes de Gobierno m¨¢s limpias del mundo y no hay apenas corrupci¨®n en la vida pol¨ªtica brit¨¢nica. Que tenemos un servicio de funcionarios muy bueno y grandes instituciones, como la BBC. Pero la idea de que de alguna manera estamos imbuidos de una forma perfecta de democracia que nadie m¨¢s ha alcanzado es falsa. La obsesi¨®n con la soberan¨ªa nacional es en parte insularidad y en parte esa sensaci¨®n de que somos pluscuamperfectos. Y seguimos sospechando de algunos, en particular de nuestros vecinos.
P. Usted ha servido en el Gabinete brit¨¢nico y en la Comisi¨®n Europea. Es curioso que, cuando los compara, las instituciones europeas salen muy bien libradas. No es exactamente la idea que tienen los brit¨¢nicos sobre Bruselas.
R. No. Nuestros medios populares que escriben sobre la Comisi¨®n Europea est¨¢n gestionados por la mafia. Es verdad que hay corrupci¨®n en el presupuesto europeo, pero mucha menos que en el del Estado de bienestar brit¨¢nico. En t¨¦rminos de calidad, desde luego la ¨²ltima Comisi¨®n estaba llena de pesos pesados pol¨ªticos. Espa?a envi¨® dos a Bruselas [mien-tras Patten fue comisario, lo fueron tambi¨¦n Pedro Solbes, Joaqu¨ªn Almunia y Loyola de Pala-cio]. Y hab¨ªa gente como Mario Monti, Frits Bolkestein, Franz Fischler, Pascal Lamy. La calidad de la Comisi¨®n era tan alta como la de cualquiera de los gobiernos brit¨¢nicos en los que he estado. Pero no tienen muy buena prensa aqu¨ª.
P. Usted defiende mucho a la UE en su libro, pero parece no tener una soluci¨®n clara al problema de la falta de conexi¨®n entre las instituciones y los europeos.
R. Ofrezco una soluci¨®n, que es m¨¢s una cuesti¨®n de actitud que una cuesti¨®n de vocabulario, de vestimenta institucional. D¨¦jeme ir al que creo que es el origen del problema. El Estado-naci¨®n sigue siendo la entidad m¨¢s amplia hacia la que la gente siente una afecci¨®n o lealtad natural. Los ciudadanos de nuestros Estados-naci¨®n reconocen que tienen que hacer m¨¢s cosas en com¨²n, que tienen que compartir soberan¨ªa en ciertas ¨¢reas importantes. Pero las instituciones que se han establecido para gestionar esa soberan¨ªa compartida son incapaces de atraer la misma afecci¨®n y lealtad que las nacionales. Y una de las razones es que no hay un electorado europeo. Hay electorados europeos en cada Estado-naci¨®n, pero no hay un demos europeo.
P. ?Y qu¨¦ hay que hacer?
R. Puedes intentar solucionar ese problema por la v¨ªa de las instituciones. Puedes dar a los Parlamentos nacionales m¨¢s poderes acerca de la legislaci¨®n europea. Puedes insistir en que los ministros europeos legislen en p¨²blico. Pero creo que hay algo mucho m¨¢s importante que eso, que es reconocer la realidad de lo que es Europa y dejar de hablar de Europa como si fuera lo mismo que Estados Unidos. No lo es y no lo ser¨¢ nunca. Cuando est¨¢bamos redactando el Tratado Constitucional Europeo y la gente comparaba el proceso con la Convenci¨®n de Filadelfia, era un disparate. En Filadelfia se juntaron sub-entidades nacionales para crear un Estado-naci¨®n. En la Convenci¨®n, orgullosos y antiguos Estados-naci¨®n como Espa?a, Gran Breta?a, Polonia, Italia o Francia se juntaron para acordar c¨®mo definen la manera en que comparten su soberan¨ªa. Eso es totalmente diferente. Y seguimos permitiendo la ret¨®rica de dar la impresi¨®n de que la autoridad y el vigor democr¨¢tico en Europa vienen de alguna manera de Bruselas al nivel europeo. No es as¨ª. Viene de los Estados-naci¨®n. El impulso de lo que ocurre en Europa viene de los Parlamentos nacionales y de los Gobiernos nacionales. Y decir eso no disminuye lo que hemos hecho en Europa. Tenemos que describir la naturaleza de lo que estamos haciendo en Europa de una manera que se corresponda con la realidad. Demostrar que la Europa que existe est¨¢ trabajando por su inter¨¦s y le es cercana.
P. Usted es muy cr¨ªtico con la pol¨ªtica exterior de Blair y en particular con su apoyo al presidente Bush en Irak.
R. Blair tiende a creer que la pol¨ªtica exterior consiste en ser encantador, en caer bien a los extranjeros. Sobreestima sus capacidades diplom¨¢ticas, su capacidad para convencer a la gente de que deber¨ªan ceder ante lo que hist¨®ricamente ven como su inter¨¦s nacional para adaptarse a las necesidades de Gran Breta?a. En segundo lugar, en particular en lo que se refiere a EE UU, es incapaz de aceptar que no es necesario estar siempre de acuerdo con un socio. Es muy importante que los amigos y aliados de vez en cuando pongan sobre la mesa sus desacuerdos. Respecto a Irak, que es por lo que va a ser recordado, desde el principio, cuando estaba claro que a los neoconservadores les brillaban los ojos con la idea de invadir Irak, Blair dej¨® claro al presidente y a su Gobierno que, pasara lo que pasara, Gran Breta?a apoyar¨ªa a EE UU. Cre¨ªa que ser¨ªa un error dejar ir solos a los americanos. Eso hizo que los americanos no se pararan a pensar en profundidad sobre lo que estaban haciendo, dificult¨® que se expresaran en voz alta los cr¨ªticos en Am¨¦rica y, dado que los argumentos para justificar la invasi¨®n eran en gran medida fabricados o exagerados, hicimos que en el futuro sea m¨¢s dif¨ªcil convencer a la opini¨®n p¨²blica de que el uso de la fuerza es necesario para prevenir ataques. Soy pro americano, pero eso no significa que tenga que apoyar todo lo que hace una Administraci¨®n americana.
P. Tampoco apoya la posici¨®n francesa en esa crisis.
R. La actitud de Francia no nos ha ayudado a situar a Europa como un socio independiente. Los franceses han opuesto al excepcionalismo americano el franc¨¦s, que tiene la desventaja de ser bastante hueco. Seguir al presidente Chirac tiene tambi¨¦n el inconveniente de ser visto como un rival de EE UU cuando lo que de verdad queremos ser es un socio con criterio propio, que es muy diferente.
P. Muchos europeos creen que es bueno actuar de contrapeso frente a Estados Unidos para mitigar sus posiciones m¨¢s extremas.
R. El problema es que hablamos mucho y hacemos poco. Hablamos de que Europa ha de jugar un papel mundial, pero la mayor parte de los pa¨ªses europeos ni siquiera gastan un 2% de su PIB en Defensa. El gasto de su pa¨ªs en Defensa es lamentable. La verdadera prueba de si a¨²n somos capaces de jugar un papel mundial efectivo se va a jugar en dos planos. Primero, a nivel dom¨¦stico, hay que ajustar las presiones demogr¨¢ficas en Europa con objeto de incrementar nuestro crecimiento subyacente y proteger nuestra capacidad de costear nuestro modelo social. En segundo lugar, ?estamos preparados para seguir adelante con la ampliaci¨®n? Para m¨ª, la cuesti¨®n de la adhesi¨®n de Turqu¨ªa apunta directamente al coraz¨®n de la cuesti¨®n de si somos serios en nuestras aspiraciones de ser un actor mundial de primera clase. La ampliaci¨®n no ha acabado. Los Balcanes, Ucrania, Moldavia, son todos candidatos, o deber¨ªan serlo, para la ampliaci¨®n. Pero, por encima de todo, la cuesti¨®n de Turqu¨ªa es absolutamente decisiva para ver si somos capaces de desempe?ar un papel estabilizador.
P. Usted ha sido gobernador de Hong Kong justo antes de su retrocesi¨®n y conoce bien China. A su juicio, no deber¨ªamos ver su emergencia econ¨®mica como una amenaza.
R. No creo que el hecho de que a China le vaya bien sea una amenaza para los dem¨¢s. La amenaza vendr¨ªa si a China le fuera mal. Durante 18 de los ¨²ltimos 20 siglos la econom¨ªa china ha sido la m¨¢s grande del mundo. Ocurrir¨¢ lo mismo en este siglo. Ser¨¢ el taller del mundo. S¨¦ por mi experiencia en la universidad que China est¨¢ invirtiendo cifras enormes en investigaci¨®n y en sus universidades. Una de mis grandes obsesiones es lo mal que lo estamos haciendo nosotros en todo ese sector.
P. ?Va a ser China una amenaza para la seguridad?
R. China ha incrementado su presupuesto militar, pero s¨®lo gasta una octava parte que Estados Unidos. El crecimiento del nacionalismo chino puede ser una preocupaci¨®n y tambi¨¦n el saber hasta d¨®nde la diplomacia china puede estar influenciada por la necesidad de gas y petr¨®leo. Pero para m¨ª eso simplemente subraya c¨®mo tenemos que implicar a los chinos en el liderazgo mundial no s¨®lo en cuestiones econ¨®micas, sino en pol¨ªticas. La mayor preocupaci¨®n es c¨®mo va a gestionar China la transici¨®n pol¨ªtica que inevitablemente llegar¨¢ alg¨²n d¨ªa. En ese sentido quiz¨¢ es m¨¢s f¨¢cil ser optimista acerca de la India, que es ya una democracia. Es imperativo arrastrar a China hacia un sistema basado en reglas globales de buen gobierno. Por eso era importante que ingresara en la Organizaci¨®n Mundial de Comercio. Y por eso nuestro proteccionismo en los textiles es un error tremendo. El mensaje que env¨ªa a los chinos es que estamos a favor de que ellos act¨²en bajo las normas, pero nosotros no vamos a actuar bajo esas mismas reglas cuando no nos convienen. No creo que pudi¨¦ramos dar una lecci¨®n peor a los chinos.
P. ?Ocurre lo mismo con la agricultura? ?Por qu¨¦ es tan importante reformar las ayudas agr¨ªcolas europeas?
R. Primero, porque distorsionan el presupuesto. Dedicar un 40% del presupuesto a ayudas ineficientes a un sector tan peque?o de nuestra econom¨ªa... Estoy a favor de subsidiar el desarrollo rural. Tengo una casa en la Francia profunda donde estoy rodeado de agricultores muy pobres. No hay autobuses rurales y tienen que hacer cosas que ellos saben que no tienen sentido medioambiental. Pero no estoy a favor ni de subsidiar tanto la producci¨®n agr¨ªcola ni de subsidiar las exportaciones agr¨ªcolas. Y no estoy a favor de mantener fuera de Europa productos que son superiores y m¨¢s baratos que los nuestros. El otro argumento a favor de la reforma es que impide que gastemos el dinero en las cosas que realmente producen los empleos del futuro. Las inversiones en nuestras universidades est¨¢n muy por debajo de lo que necesitamos. Gastamos la mitad que los americanos en investigaci¨®n y desarrollo. Hace 10 a?os, la mitad de los j¨®venes europeos que iban a Am¨¦rica para hacer el doctorado volv¨ªan. El a?o pasado s¨®lo regres¨® una cuarta parte. ?Eso no importa? Claro que importa. ?Qu¨¦ ofrecemos nosotros al mundo? Gran Hermano, reality shows, ?Qui¨¦n quiere ser millonario? Tenemos que examinar muy seriamente las razones econ¨®micas y de fondo que han llevado a la crisis a nuestra educaci¨®n.
El hombre que gan¨® las elecciones, pero perdi¨® el esca?o
CHRISTOPHER FRANCIS PATTEN, bar¨®n Patten de Barnes, nacido el 12 de mayo de 1944, ha ejercido numerosos cargos en los Gobiernos brit¨¢nicos con Margaret Thatcher y John Major. Parad¨®jicamente, vivi¨® en una misma noche uno de sus mayores triunfos y uno de los tragos m¨¢s amargos de su carrera: en 1992, siendo presidente del Partido Conservador, fue el cerebro de la campa?a electoral que desemboc¨® en el inesperado triunfo de Major. Pero los electores de Bath le dejaron a ¨¦l sin esca?o.
En la pol¨ªtica brit¨¢nica es impensable estar en primera l¨ªnea sin estar en el Parlamento, y Major premi¨® sus desvelos nombr¨¢ndole gobernador de Hong Kong. Era un regalo envenenado porque su tarea consist¨ªa en preparar a la colonia para su retrocesi¨®n a China cinco a?os despu¨¦s, en junio de 1997. Patten, empe?ado en prolongar las instituciones democr¨¢ticas de Hong Kong m¨¢s all¨¢ del traspaso de poderes, vivi¨® momentos de fuerte tensi¨®n con las autoridades chinas, pero eso no le impide ser ahora un defensor del papel pol¨ªtico y econ¨®mico que debe jugar China en el mundo del siglo XXI.
A la vuelta de Hong Kong elabor¨® el famoso informe que lleva su nombre sobre la reforma de la polic¨ªa en Irlanda del Norte, en el marco de los acuerdos de paz del Viernes Santo de 1998. El laborista Tony Blair le envi¨® a Bruselas, donde desempe?¨®, entre enero de 2000 y noviembre de 2004, la cartera de Relaciones Exteriores. Pero ni eso ni su conocido atlantismo le frenan a la hora de levantar la voz para criticar con dureza la pol¨ªtica exterior del primer ministro brit¨¢nico, y en particular su ciego apoyo al presidente Bush en la guerra de Irak. Rector de las universidades de Newcastle y de Oxford, la penuria econ¨®mica de las universidades europeas se ha convertido en una de sus grandes obsesiones.
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