Saltar o morir

"? Hijos del Gurug¨², yo os pregunto: ?confi¨¢is en Dios?

Hijos del Gurug¨², yo os pregunto: ?cu¨¢l es el pa¨ªs m¨¢s poderoso de la Tierra?

Estados Unidos. ?Por qu¨¦? Leed en el billete del d¨®lar.

?Qu¨¦ hay escrito? "In God we Trust" ("Confiamos en Dios").

Los americanos confiaron en Dios, y Dios les ayud¨® a ser poderosos.

Por eso nosotros debemos confiar en Dios, porque s¨®lo con la ayuda de Dios vamos a ser fuertes. S¨®lo con la ayuda de Dios podremos saltar la barrera

y tener una vida mejor. Al otro lado?".

Extracto del serm¨®n de la misa dominical celebrada en el Gurug¨² (Marruecos).

Amanece. Por el campamento deambulan dos clases de habitantes. Los que no pueden dormir por el fr¨ªo y los que regresan derrotados una vez m¨¢s despu¨¦s de una larga noche intentando saltar la valla.

La valla. La maldita valla. De la miseria a la prosperidad. El ritual de todos los d¨ªas se va a repetir invariablemente. Hay que desmontar las tiendas, construidas con palos y pl¨¢sticos, y esconderlas con las pocas pertenencias en agujeros en el suelo o en las copas de los ¨¢rboles. A media ma?ana llegar¨¢n los militares marroqu¨ªes. Previamente, los vig¨ªas advierten su proximidad y el campamento queda vac¨ªo. Se internan en el bosque o escapan ladera abajo. Nadie presencia c¨®mo todo es arrasado y quemado sin miramientos.

Cuando, un par de horas despu¨¦s, regresan para reconstruir lo destruido es la hora de comer. Hay que ir al supermercado. O lo que ellos llaman eufem¨ªsticamente supermercado, y que, en realidad, es el vertedero pr¨®ximo. Los camiones descargan regularmente la basura de los pueblos colindantes Farjana y Beni Enzar.

La gente aguarda la llegada formando un c¨ªrculo. Cuando el volquete vierte el contenido, se lanzan sobre la monta?a de basura armados con ganchos met¨¢licos para poder rasgar las bolsas de pl¨¢stico que encierran el men¨² del d¨ªa. El africano que est¨¢ en la c¨²spide del mont¨®n de desechos encuentra un tetrabrik de leche. Agita el envase, y al comprobar que todav¨ªa queda algo dentro, sin pens¨¢rselo dos veces se lo bebe.

Otro grupo ha tenido m¨¢s suerte. Un campesino les ha regalado el cuerpo de un macho cabr¨ªo que iba a tirar. Entre todos se organizan para repartirse los pedazos del animal que un matarife improvisado va descuartizando.

Una tarde apareci¨® en las inmediaciones del campamento una tortuga. A la media hora era el ingrediente principal de una sopa para seis.

El agua escasea. Hay que ir a recogerla a un r¨ªo, a unos cinco kil¨®metros.

A pesar de la existencia dur¨ªsima, tienen algo de tiempo para el ocio y el aseo: cortarse el pelo a manos de un peluquero voluntario, jugar al f¨²tbol en el poco terreno llano que hay en el monte, o tambi¨¦n echar una partida de lido (nuestro parch¨ªs).

Un aspecto fundamental en la convivencia diaria de los subsaharianos es la religi¨®n. La mayor¨ªa son creyentes de diferentes confesiones. Para los musulmanes han habilitado una peque?a mezquita: un espacio delimitado en el suelo por piedras pintadas de blanco mirando a La Meca.

Los cat¨®licos y protestantes tienen servicio religioso a diario, pero el gran d¨ªa de celebraci¨®n es el domingo. Feligreses de campamentos vecinos acuden al rito dominical del padre Emanuel -no es exactamente un sacerdote, sino un emigrante m¨¢s-. Cuando lleg¨® al campamento comprob¨® la urgente necesidad de un gu¨ªa espiritual que alimentase de esperanza a sus hermanos, y se ofreci¨® para la tarea. Durante la misa, que se oficia simult¨¢neamente en ingl¨¦s y franc¨¦s, todos cantan al ritmo de instrumentos musicales que Emanuel ha ido fabricando con material reciclado del vertedero.

Las escaleras. La labor m¨¢s importante de cada d¨ªa es fabricar las escaleras para saltar la valla. Deben ser ligeras para transportarlas sin esfuerzo, pero tambi¨¦n resistentes para soportar el peso de varias personas al mismo tiempo.

En el bosque seleccionan las ramas m¨¢s adecuadas. Largos troncos para los laterales y ramas delgadas para las traviesas.

A los troncos se les despoja de la corteza para aligerarlos. Las piezas se atan con tiras de caucho que cortan con cuchillas de afeitar de las cubiertas de neum¨¢ticos. Entre cada escal¨®n hay una separaci¨®n de 55 cent¨ªmetros, una distancia que consideran perfecta para la longitud de sus piernas.

Se tarda aproximadamente alrededor de tres horas en fabricar cada una de estas primitivas escaleras. Las hacen de dos medidas diferentes: de 3,5 metros, para sortear la valla corta, y de 6,5 metros, para escalar la valla alta. Cuando est¨¢n terminadas hay que esconderlas en el bosque para evitar que los militares marroqu¨ªes las confisquen en su registro diario.

El asalto. Al anochecer, los que van a intentar saltar la valla bajan del monte hasta el punto de encuentro. Hoy se van a reunir en lo que llaman el campo de los olivos, a unos 500 metros de la frontera espa?ola. Al otro lado, las luces del aeropuerto de Melilla les sirven de referencia.

Los cerca de 20 hombres se dividen en dos grupos con dos escaleras, una corta y otra larga. Visten ropa gruesa y guantes de trabajo para minimizar los cortes provocados por el alambre de espino. Los que no han conseguido hacerse con unos guantes se vendan las manos con tiras de tela enrollada.

A medida que se aproximan a la zona de seguridad caminan con mayor sigilo, cada vez m¨¢s agachados. Saben que la Guardia Civil dispone de visores nocturnos que detectan el calor de un cuerpo en la oscuridad. Afortunadamente para ellos, estos equipos son escasos, caros y se estropean con mucha frecuencia. Como no hay suficientes c¨¢maras t¨¦rmicas para vigilar toda la frontera a la vez, las patrullas circulan continuamente.

Cuando el primer grupo se ha arrastrado hasta unos 50 metros de la valla, aguardan a que el otro grupo alcance su lugar y el jefe (una especie de coordinador) d¨¦ la se?al de partida. Durante la espera, alguno reza una plegaria. Un grito lejano rompe el silencio y todos echan a correr. En vanguardia van los que llevan las escaleras. Las apoyan sobre la valla. El primero sube con la destreza de quien lo ha hecho ya muchas veces. Salta al otro lado. El que va detr¨¢s cae mal y produce un ruido seco al golpear el suelo de cemento. Le ayudan a incorporarse. Pasan la escalera larga, y cuando ya est¨¢n a mitad de camino, un todoterreno de la Guardia Civil llega al otro lado frenando en seco. Los guardias descienden y comienzan a disparar pelotas de goma. Los africanos dan media vuelta. Hay que salvar las escaleras.

La accidentada vuelta atr¨¢s provoca que a uno de ellos se le quede el pantal¨®n y la chaqueta enganchados al alambre de espino. Se revuelve y, tras unos segundos, consigue liberarse. Dos agentes que han pasado la valla por una puerta auxiliar suben corriendo por el terrapl¨¦n disparando m¨¢s pelotas de goma. El grupo huye a esconderse entre la espesura. Antes de desaparecer gritan a los guardias: "?Racistas!".

Uno de ellos se ha quedado atr¨¢s, entre las dos vallas. A los detenidos, unas veces los liberan y otras los entregan a las autoridades marroqu¨ªes, que los deportar¨¢n a la frontera con Argelia. Los que han logrado escapar esta vez lo seguir¨¢n intentando dos veces m¨¢s esa misma noche sin conseguir burlar la vigilancia. Cuando regresan al campamento est¨¢ amaneciendo.

Desesperados. Germaine. Tiene 19 a?os. Se march¨® de Camer¨²n hace siete. Su madre muri¨® apu?alada en Chad cuando intentaron robarla a la salida del hotel donde trabajaba. Su padre muri¨® envenenado. Tiene cuatro hermanos. Lleva tres a?os en el campamento. Ha conseguido saltar la valla 16 veces y llegar a la comisar¨ªa en cinco ocasiones, pero la Guardia Civil le esper¨® a la salida. Le rompi¨® el impreso de la denuncia de ingreso y volvi¨® a expulsarle a territorio marroqu¨ª. Si consigue entrar en Espa?a quiere trabajar como pintor. Hace unos meses, su primo Joseph Bertrand lleg¨® desde Camer¨²n. Al segundo d¨ªa consigui¨® saltar. Ahora vive en Madrid.

Patience. Es la ¨²nica mujer del sector camerun¨¦s. Sali¨® de su pa¨ªs en 1997 dejando atr¨¢s una hija, Precious, que ahora tiene 11 a?os. De los dos a?os que lleva intentando saltar la valla lo ha logrado ocho veces. Siempre la detuvieron al caer al otro lado. Reconoce que es m¨¢s dif¨ªcil para ella porque le falta la fuerza f¨ªsica necesaria para correr y escapar. Sus compa?eros la respetan porque ahora es la pareja del pastor Emanuel. Sin embargo, se queja de que, como mujer, cuando los hombres hablan, ella tiene que callar. Dice que lo que peor lleva de vivir all¨ª es tener que comer de la basura. Cuando entre en Espa?a quiere trabajar como top¨®grafa y ganar el dinero suficiente para tener a su hija consigo.

Cyrille. Con 13 a?os, es el m¨¢s joven del campamento. Lleg¨® hace siete meses. Se fue de noche de su casa en Douala (Camer¨²n) sin hacer ruido para no despertar a su madre. No se despidi¨® de ella porque nunca le habr¨ªa dejado marchar. Tard¨® cuatro meses en recorrer la distancia hasta Marruecos. S¨®lo en pasar el S¨¢hara emple¨® tres semanas viajando en un cami¨®n con m¨¢s africanos, y otras dos, andando. Afirma que la inmensidad del horizonte le daba tanto miedo que se vend¨® los ojos para no verlo. Ha podido traspasar la valla en tres ocasiones. Dice que los guardias le dieron porrazos en los brazos y las rodillas. Al que iba con ¨¦l le dispararon balas de goma cuando estaba en lo alto, haci¨¦ndole caer al otro lado. Si consigue entrar en Espa?a no quiere ir a ning¨²n otro sitio que no sea Barcelona. Cyrille juega muy bien al f¨²tbol y quiere conocer al gran ¨ªdolo camerun¨¦s, Samuel Eto'o. Si no pudiera ser futbolista estar¨ªa contento con ser conductor o mec¨¢nico.

Pitagore. Tiene 22 a?os. Lleva nueve meses en el bosque. De las 24 veces que ha intentado el asalto, ha franqueado la barrera siete veces, pero siempre le cogieron. Cuenta que no est¨¢ desanimado. No piensa ni por asomo en volver a Camer¨²n porque se sentir¨ªa un derrotado. Va a seguir intent¨¢ndolo el tiempo que sea necesario. Tiene miedo de que le peguen, como le ha pasado a otros compa?eros. Quiere entrar entero y sin romperse nada. Desear¨ªa trabajar como electricista.

(Al d¨ªa siguiente de hablar con Pitagore, la polic¨ªa marroqu¨ª le detuvo junto a la valla y le deportaron a Argelia. Est¨¢ intentando volver a entrar en Marruecos).