Proceso a una pol¨ªtica
El procesamiento de Lewis Scooter Libby, jefe de Gabinete del vicepresidente Cheney de EE UU, y de otros funcionarios de la Casa Blanca, abre un gran boquete en la Administraci¨®n de Bush que puede llegar a mayores pese a la dimisi¨®n del imputado. Cheney, que con Rumsfeld y los neoconservadores secuestr¨® tras el 11-S la pol¨ªtica exterior de EE UU, est¨¢ seriamente tocado. La muralla de mentiras sobre la guerra de Irak acaba de cobrarse su primera pieza por una v¨ªa lateral y puede acabar por arruinar a quienes la fabricaron. El mago de la demoscopia y la manipulaci¨®n, el asesor presidencial Karl Rove, art¨ªfice de la agenda de Bush, queda en el tostadero mientras prosigue la investigaci¨®n judicial en su contra, lo que puede socavar toda la estrategia republicana.
Como en el caso Watergate, la mentira respecto a un caso no central puede ser el hilo del que salga la madeja. Todo empez¨® cuando, en 2003, algunos periodistas recibieron la filtraci¨®n -contraria a la ley- de que Valerie Plame era una agente de la CIA. Se trataba de un acto de venganza contra su marido, el embajador Joseph Wilson, por denunciar que la acusaci¨®n de Bush sobre el supuesto programa de armas nucleares de Sadam Husein estaba apoyada en documentos falsos. El fiscal especial del caso, Patrick Fitzgerald, ha acusado a Libby, que recibi¨® la informaci¨®n sobre Plame del propio Cheney, de perjurio, falsa declaraci¨®n y obstrucci¨®n a la justicia, tras dos a?os de investigaci¨®n y deliberaci¨®n de un gran jurado federal.
Bush, cuestionado por la propia guerra de Irak y la desastrosa gesti¨®n federal de los efectos del hurac¨¢n Katrina, ha sufrido un serio golpe con este procesamiento, que llega al coraz¨®n de su montaje para la invasi¨®n del pa¨ªs. El caso Libby se suma a otros reveses recientes: la retirada de la candidatura al Tribunal Supremo de su antigua asesora jur¨ªdica, Harriet Miers; la dimisi¨®n de Tom de Lay, l¨ªder de la mayor¨ªa republicana en la C¨¢mara de Representantes, acusado de utilizar informaci¨®n privilegiada en sus negocios familiares, y la aprobaci¨®n por el Senado de una ley contra la tortura que esta Administraci¨®n ha alentado en Abu Ghraib y Guant¨¢namo.
Hay algo maldito en los segundos mandatos presidenciales en EE UU, pero ¨¦ste no lleva siquiera un a?o. Algo parecido le pas¨® a Reagan con el esc¨¢ndalo Irangate, pero aqu¨¦l no toc¨® al eje de su pol¨ªtica exterior, que era la Uni¨®n Sovi¨¦tica. El caso Libby ata?e a Irak, asunto central para Bush y verdadero espectro que se resiste a abandonar a los que irresponsablemente iniciaron esta guerra. La Casa Blanca empieza a hacer aguas, y lo que ahora se abre es un proceso no s¨®lo contra Libby, sino contra toda una forma de hacer pol¨ªtica basada en la mentira y el enga?o permanentes. Pero todo ello es ejemplo tambi¨¦n de la grandeza del sistema norteamericano, en el que la democracia y el Estado de derecho finalmente prevalecen.
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