El momento m¨¢s prometedor

Catalunya va a presentar y defender hoy en el Congreso de los Diputados un proyecto de Estatut, que podr¨ªa tener o no tener defectos en cuanto a su encaje constitucional, pero que est¨¢ hecho a conciencia y con la voluntad de no tenerlos. No pretende ser una reforma constitucional. Si as¨ª fuere, habr¨ªamos hecho una propuesta de ley del Estatut y un proyecto de ley acompa?¨¢ndolo y proponiendo la reforma de la Constituci¨®n.

El Consell Consultiu que, para entendernos, es el equivalente al Consejo de Estado a escala auton¨®mica, no apreci¨® tales defectos; mejor dicho, se?al¨® en su dictamen hasta 19 puntos de clara fricci¨®n con la Constituci¨®n. La ponencia parlamentaria asumi¨® el dictamen y trat¨® de superar dichas incompatibilidades entre la propuesta de texto estatutario y la Carta Magna. Puede haberse conseguido o no, pero la voluntad de superar la fricci¨®n constitucional ha sido y es manifiesta.

En definitiva, ser¨¢ el Parlamento espa?ol quien decida, democr¨¢ticamente, sobre lo que mejor conviene, l¨®gicamente sin alterar la voluntad esencial del Parlamento de Catalunya. Y en ¨²ltima instancia ser¨ªa el Tribunal Constitucional, si se le pidiere, quien juzgar¨¢ sobre la cuesti¨®n formal. En todo caso, finalmente, corresponder¨¢ al pueblo de Catalunya decidir sobre si el texto es adecuado a sus aspiraciones o no lo es.

Hemos convenido con los cuatro partidos que votaron el Estatut y representan casi el 90% de los votos de la C¨¢mara catalana que no habr¨¢ retirada del texto si no es de com¨²n acuerdo. Y yo, personalmente, me he comprometido a no hacer uso del derecho que me asiste a disolver el Parlament y convocar elecciones durante el proceso.

Todo esto es enormemente complejo y no debe ser tratado con ligereza. Cualquier frivolidad o extremismo puede conducir a un callej¨®n sin salida, de consecuencias impredecibles. Se trata de resolver uno de los tres o cuatro temas cruciales de la gobernaci¨®n democr¨¢tica de este pa¨ªs, el del encaje de Catalunya en la Espa?a plural, y en consecuencia, el car¨¢cter mismo de esa pluralidad de pueblos de Espa?a, tal como contempla la Constituci¨®n.

Estar¨ªamos en el momento m¨¢s delicado pero tambi¨¦n m¨¢s prometedor de la pol¨ªtica espa?ola desde los primeros ochenta y desde la inserci¨®n en Europa y en el sistema occidental de defensa, a mitad de la d¨¦cada.

Nos jugamos muchos a?os de futuro. Y vamos a hacerlo bien, como lo hicimos en las mencionadas ocasiones anteriores.

La verdad es que los 25 a?os pasados han sido a la vez los mejores de nuestra historia contempor¨¢nea, en Catalunya y en toda Espa?a, y al mismo tiempo escenario de un lento -imperceptible pero cierto- desgaste de los conceptos constitucionales que les han dado vida.

El dualismo o la distinci¨®n entre nacionalidades y regiones pr¨¢cticamente ha desaparecido. Los sistemas de solidaridad, como ocurre en la misma Europa, merecen una revisi¨®n, una puesta a punto, tras 25 a?os de rodaje.

Vamos a hacerlo con cuidado. De otro modo, nos har¨ªamos c¨®mplices del eventual fracaso del sistema, ciertamente gastado por los a?os y por el uso, despu¨¦s de su rendimiento satisfactorio durante un cuarto de siglo que podemos calificar como el m¨¢s positivo de la Espa?a contempor¨¢nea.

Pasqual Maragall es presidente de la Generalitat de Catalu?a