La br¨²jula y el radar
Desde hace bastantes a?os, la socialdemocracia europea y, m¨¢s en general, la otrora izquierda pol¨ªtica del continente se debaten entre la dificultad para ofrecer alternativas al capitalismo global que nos gobierna y la necesidad de adaptarse de alguna manera al mismo como ¨²nica forma de hacerse presente en la vida institucional y permanecer as¨ª en la esfera del poder. Como suele decir un buen amigo m¨ªo, la mayor¨ªa de los pol¨ªticos carece de br¨²jula para guiar su actividad, y utiliza el radar como instrumento para navegar por las procelosas aguas de los asuntos p¨²blicos, asunto ¨¦ste que, en el caso de la izquierda, resulta m¨¢s ostensible. Tal vez por ello, la publicaci¨®n por parte de un l¨ªder de la socialdemocracia de un libro con pretensi¨®n de diagn¨®stico sobre algunos de los principales problemas del mundo actual constituye siempre una noticia.
Es el caso del reci¨¦n aparecido texto del ex primer ministro franc¨¦s Lionel Jospin, como hace unos a?os lo fue el de Oskar Lafontaine en Alemania, los cuales abordan cuestiones que suelen ser debatidas con intensidad en c¨ªrculos acad¨¦micos e intelectuales, pero que a muchos pol¨ªticos parecen producirles cierta alergia. Acostumbrados a detectar problemas con el radar para intentar sortearlos, se ven casi siempre limitados para analizar las corrientes de fondo que atraviesan la sociedad. Y cuando se lanzan a la piscina y reflexionan sobre los grandes temas que marcan nuestra existencia, casi nunca aportan alternativas. Seg¨²n quedaba reflejado en la rese?a de EL PA?S (3l de octubre) Jospin insiste una y otra vez en todas las presentaciones de su libro en que la obra no es program¨¢tica, al no pretender aportar soluciones a los problemas que plantea. El radar le permite detectarlos, pero carece de br¨²jula para orientar la nave hacia el punto deseado.
Sin embargo, no otra cosa que la ausencia de br¨²jula es lo que puede explicar el problema diagnosticado por Jospin sobre el comportamiento de las ¨¦lites econ¨®micas y pol¨ªticas de Francia y la clamorosa ausencia de un proyecto capaz de proponer alternativas: no hay programa pol¨ªtico, no hay propuestas coherentes, no hay m¨¢s opci¨®n de futuro que adaptarse a las exigencias del capitalismo global y las nuevas reglas de la competencia. Es como si la aceptaci¨®n resignada del actual estado de cosas se convirtiera en gigantesca coartada para medrar a favor de los propios intereses. Y as¨ª, en ausencia de un programa claro que defender, de iniciativas de cierto calado que poner en marcha, y de unas cuentas precisas que rendir ante la opini¨®n p¨²blica, las instituciones y los n¨²cleos de poder pasan a estar habitados por lo que Jospin considera nueva casta formada por una "alianza impl¨ªcita de empresarios, financieros, altos ejecutivos de la industria y de los servicios, altos funcionarios, y privilegiados de los medios de comunicaci¨®n".
Pero ?qu¨¦ puede hacer la izquierda ante esta situaci¨®n? Jospin se queja de la ausencia de un proyecto alternativo, asunto que asocia a la falta de patriotismo econ¨®mico de las nuevas ¨¦lites que han ido accediendo al control de los principales resortes del poder. Sin embargo, es dudoso que, en las actuales circunstancias, la apelaci¨®n al patriotismo pueda constituir algo m¨¢s que un se?uelo para ganar los votos de los incautos que, ante la falta de perspectivas en otros campos, buscan est¨ªmulos en el plano identitario, como bien ha detectado y explota la derecha. Pero la izquierda deber¨ªa tener ya suficientemente aprendido que, tras los cambios operados en la econom¨ªa mundial en las ¨²ltimas dos d¨¦cadas, el Estado-naci¨®n no puede constituir ya el fundamento principal de un proyecto emancipador.
Hacen falta otros planteamientos, otro mapa, otra hoja de ruta, que identifique con mayor rigor lo que puede impulsarse en los diferentes ¨¢mbitos locales, lo que cabe esperarse del Estado-naci¨®n, y lo que necesariamente requiere de una acci¨®n concertada en el ¨¢mbito internacional. De momento, no parece que vaya a haber avances significativos a la hora de dibujar ese mapa. Cabe pensar que, en consecuencia, la br¨²jula contin¨²e guardada y el radar siga constituyendo el principal, y casi ¨²nico, instrumento de navegaci¨®n.
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