La maldici¨®n del dios ibis
De ave sagrada en el antiguo Egipto a especie "en peligro cr¨ªtico", con s¨®lo 330 supervivientes. La familia de los ibis ha experimentado un extra?o declive en las ¨²ltimas d¨¦cadas. ?sta es la historia de los bi¨®logos espa?oles que luchan por salvar un s¨ªmbolo.
Este p¨¢jaro con cara de pasmado y pintas de estrafalario (Geronticus eremita) realmente lleva una vida peculiar. Los ornit¨®logos todav¨ªa no se explican, por mucho que los humanos hayamos interferido en sus h¨¢bitats, alimentaci¨®n y costumbres (desde luego, el uso y abuso de plaguicidas en la agricultura les ha sentado fatal), qu¨¦ le ha pasado en las ¨²ltimas d¨¦cadas, qu¨¦ le ha llevado a una decadencia tal que ha pasado de ser un ave abundante en el norte de ?frica a la categor¨ªa mundial de "en peligro cr¨ªtico", a que s¨®lo quede, que se sepa, que est¨¦ controlada por los bi¨®logos, una colonia de 300 en la zona costera al sur de Agadir (Marruecos), m¨¢s una peque?a poblaci¨®n de 30 ejemplares en Siria.
Se trata de lograr la convivencia pac¨ªfica entre siete pueblos marroqu¨ªes con 3.000 habitantes y la colonia de ibis
Los padres adoptivos -j¨®venes con un casco con pico y plumas- les han ense?ado a buscar comida en el campo
Y tan raqu¨ªtico es su futuro que el ser humano se ha puesto manos a la obra para que esta ave, muy social a pesar de llamarse eremita, porque cuando fue descrita en el siglo XV se observ¨® su gusto por anidar en cuevas de sitios inaccesibles, sobreviva. As¨ª, el parque nacional emblem¨¢tico de Marruecos, Souss-Massa, fue declarado en 1991 con el objetivo de preservar esta especie de ibis, proyecto que ahora cuenta con el aval de la Sociedad Espa?ola de Ornitolog¨ªa (SEO / Birdlife). Y la Junta de Andaluc¨ªa y el Zoobot¨¢nico de Jerez de la Frontera (C¨¢diz) trabajan en un proyecto para ensayar t¨¦cnicas para acometer la reintroducci¨®n del ibis a partir de poblaciones cautivas, lo que ha llevado a la llamativa situaci¨®n de que una veintena de pollos de eremita ha tenido hasta hace poco a dos seres humanos como padres adoptivos, que les ense?aban a buscar comida y agua y a establecer una residencia acorde con sus intereses. Dos proyectos a favor de este p¨¢jaro tele?eco, primo hermano del ibis sagrado, cuya cabeza era la que adoptaba Thot, el dios de la sabidur¨ªa y protector de los escribas, de la lengua y la palabra, en el antiguo Egipto; ave que, junto al halc¨®n, que representaba al dios Horus, era embalsamada y convertida en objeto de veneraci¨®n. Por eso, los sacerdotes dispensaban a los ibis todo tipo de cuidados en los templos, y estatuillas con su figura sol¨ªan colocarse en las casas o se a?ad¨ªan a los efectos funerarios. En un sentido m¨¢s pr¨¢ctico y realista, estas aves eran siempre bienvenidas porque su presencia significaba la crecida del Nilo, o sea, riqueza para la agricultura, y adem¨¢s control a las temidas plagas de langostas.
Las vueltas que da la vida con el transcurrir de los milenios? De dios de la sabidur¨ªa a identificar como progenitores a dos muchachos con un casco que reproduce su cabeza y pico. Pero ?qu¨¦ est¨¢ pasando aqu¨ª?
Pepa Jim¨¦nez Armesto, coordinadora del ¨¢rea internacional de SEO, que centra su trabajo en el norte de ?frica y en Latinoam¨¦rica, viaja continuamente a Agadir. A mediados de septiembre estuvo all¨¢. Mantiene tratos con el ibis eremita desde 1998. "Hombre?, bonito, bonito no es?", reconoce. "Pero el mundo no es s¨®lo de los guapos. Y hay un momento, cuando vuelan en grupo y se recogen al atardecer sobre sus zonas de nidificaci¨®n en los acantilados del Atl¨¢ntico, en que la estampa que forman s¨ª es bell¨ªsima. Luego ya cuando se posa?, pues no, es otra cosa?".
Pepa ha decidido entregar su alma a este feo atractivo, el g¨¦rard depardieu de la avifauna, al que en ingl¨¦s y franc¨¦s se le denomina ibis calvo, as¨ª de simple, sin florituras. Es una apuesta dif¨ªcil, delicada, pues ha de trabajar con los habitantes de peque?os pueblos marroqu¨ªes, a los que les cuesta entender que vayan hasta all¨ª europeos interesados por salvar a ese pajarraco negro mientras ellos viven en una econom¨ªa de subsistencia, sin electricidad ni agua corriente en sus pueblos. Ah¨ª precisamente est¨¢ la clave: para sacar adelante al ibis, para salvarlo, hay que remangarse y echar una mano -o dos o tres- a la poblaci¨®n local; es la salida m¨¢s l¨®gica y justa; digamos que no hay otra.
"Dentro del parque nacional", cuenta Jim¨¦nez Armesto, "una estepa costera de dunas, arenales y vegetaci¨®n arbustiva, de ocho kil¨®metros de ancho por unos 70 de longitud, hay siete pueblecitos, con unos 3.000 habitantes, que llevan una vida muy rural y tradicional, que viven de las ovejas y las abejas, de una agricultura muy residual, pues es un terreno muy ¨¢rido, y de la pesca artesanal. Cuando vas a trabajar con aves a un sitio as¨ª, enseguida te das cuenta de que hay que trabajar con la gente a la vez". La poblaci¨®n ha de ver que vivir en un territorio protegido como parque nacional, con la ¨²ltima colonia conocida de ibis eremita, puede tener sus ventajas, puede atraer recursos e inversiones de desarrollo que llegan desde los ricos pa¨ªses del Norte. Se trata de lograr una convivencia de buen rollito entre los 3.000 humanos y los 300 ibis.
Para dar cuerpo a esas buenas intenciones, SEO / Birdlife, que cuenta con la colaboraci¨®n del Ministerio de Medio Ambiente y, sobre todo, de la Fundaci¨® Territori i Paitsage (de Caixa Catalunya), ha llevado a cabo dos grandes proyectos: uno, con patrocinio de la Agencia Espa?ola de Cooperaci¨®n Internacional (AECI), se centra en el aprovechamiento tur¨ªstico con gu¨ªas locales de la desembocadura del r¨ªo Massa; otro, financiado por el Gobierno aut¨®nomo de Canarias, consiste en acondicionar dos peque?os puertos para pescadores, que ahora ponen continuamente en riesgo sus vidas al lanzarse al oc¨¦ano sin medidas de seguridad.
"Da no s¨¦ qu¨¦ verles c¨®mo se meten al agua", a?ade Jim¨¦nez Armesto, que quiere difundir que el parque de Souss-Massa cuenta con un gran equipo, comprometido con lo que hace, con el director, Mohamed Ribi, a la cabeza. Y pregunta si en el reportaje se puede incluir los nombres de Mohamed el Bekay, Widade Oubrou y F¨¢tima Oumzai, pues siempre es de agradecer ver reconocido por escrito su trabajo.
Pero, en fin, cada uno es cada uno, y los ibis tambi¨¦n son muy suyos y tienen sus costumbres y ritmos biol¨®gicos; ¨²ltimamente, por ejemplo, a un buen grupo de p¨¢jaros se les ha metido en la cabeza, entre plum¨®n y plum¨®n, que no les gusta vivir dentro del parque nacional, a pesar de los esfuerzos que est¨¢n haciendo por ellos, y han montado su residencia fuera de los l¨ªmites protegidos, bastante m¨¢s al norte, en torno a la ciudad costera de Tamri.
Por su parte, la poblaci¨®n local tambi¨¦n se mueve por costumbres inapelables. Jim¨¦nez Armesto tiene suerte porque, al ser mujer extranjera, puede trabajar con los hombres y con las mujeres. Por separado. Pero los hombres extranjeros se han de limitar a tratar en aquella zona con los hombres aut¨®ctonos. Es una sociedad muy, muy tradicional, y continuamente surgen peque?os inconvenientes en los que a veces no es sencillo reparar para gente europea. "Por ejemplo", cuenta Jim¨¦nez Armesto, "recientemente quisimos fotografiar al grupo de mujeres trabajando conmigo; pero fue imposible, hab¨ªa que pedir permiso previo a los maridos".
El trabajo para convencerles de que el parque nacional les viene bien ha sido lento y arduo. Al principio, por culpa del ibis, Ribi no pod¨ªa ni acercarse a los pueblos; le tiraban piedras. La gran tormenta estall¨® a ra¨ªz de la prohibici¨®n de excavar los acantilados de arenisca para construirse casetas o incluso viviendas, una costumbre muy arraigada entre la poblaci¨®n aut¨®ctona. As¨ª, con vecinos humanos asom¨¢ndose en terrazas en el mismo acantilado, la poblaci¨®n de ibis, ave asustadiza y amante del sol, no iba a ning¨²n sitio. Jim¨¦nez Armesto dice que la prohibici¨®n puso a la poblaci¨®n frontalmente en contra del parque, pero que poco a poco los ¨¢nimos se han ido apaciguando y ahora hay mucha mayor comprensi¨®n y colaboraci¨®n.
Pasemos de la poblaci¨®n silvestre a la cautiva, que se presenta bastante boyante. Tanto que el centro de referencia para los ibis calvos es el zool¨®gico de Innsbruck (Austria), pues siglos atr¨¢s este p¨¢jaro era tan abundante que incluso estaba clasificado como especie com¨²n en los Alpes.
Veamos ahora qu¨¦ est¨¢n haciendo en Andaluc¨ªa con 22 pollos de ibis eremita criados en el zoo de Jerez de la Frontera. Lo cuenta Miguel ?ngel Quevedo, veterinario de este centro y coordinador, junto a Jos¨¦ Manuel L¨®pez, del programa conjunto con la Consejer¨ªa de Medio Ambiente de la Junta de Andaluc¨ªa destinado a encontrar el mejor m¨¦todo para acometer futuras sueltas y reintroducciones en sus h¨¢bitats naturales. Explica Quevedo que se ponga as¨ª, tan largo, porque, si no, surgen suspicacias y malentendidos por todas partes. Que tiene que estar muy claro que es un programa conjunto con la Junta de Andaluc¨ªa y que ahora no se est¨¢n acometiendo todav¨ªa reintroducciones, que Andaluc¨ªa s¨®lo se est¨¢ tomando como laboratorio, que no consta que en Espa?a hubiera nunca poblaciones de ibis eremitas, que las reintroducciones futuras se realizar¨¢n en el norte de ?frica.
Pero, claro, llama mucho la atenci¨®n ver por la sierra del Ret¨ªn, en terreno militar, cerca de Zahara de los Atunes, en el municipio de Barbate (C¨¢diz), a dos mocetones con camisetas negras y un casco con pico y cola, extra?os cruces de ibis y humanos. El proyecto comenz¨® en 2003 y durar¨¢ hasta 2008. "Estamos aprendiendo a liberar, c¨®mo hacer sueltas para consolidar en el futuro las poblaciones silvestres", dice Quevedo. "El problema del ibis es que es un ave muy social, y necesita aprender de sus mayores para saber desenvolverse, incluyendo las migraciones y la b¨²squeda de comida. ?C¨®mo dar ese paso a la libertad con poblaciones que viven en cautividad?". Eso. ?C¨®mo?
"En 2004", repasa Quevedo, "liberamos los primeros ejemplares; hab¨ªamos criado 21 pollitos a mano desde que eran huevos, y ellos desde el primer d¨ªa, desde la eclosi¨®n, vieron a sus padres adoptivos caracterizados y los identificaron como sus progenitores. Se acostumbraron a ellos as¨ª. Cuando ten¨ªan un mes los llevamos a un aviario de suelta, a una repisa a unos cuatro metros de altura, porque son rup¨ªcolas, y los padres adoptivos siguieron d¨¢ndoles de comer. A los dos meses comenzaron a volar". ??? "No, no, claro, los padres humanos no les ense?an a volar. Ni a reproducirse. Eso es algo instintivo. Pero s¨ª a buscar comida. Los padres adoptivos van andando por los pastizales de la zona buscando lagartijas, caracoles y saltamontes. Les ayudan adem¨¢s a reconocer la zona, a impregnarse de ella".
"De los 21 que soltamos quedan s¨®lo nueve", sigue Quevedo en lo que parece el cuento de los Diez negritos de Agatha Christie. "Tres murieron capturados por b¨²hos reales; tres, de perforaciones de est¨®mago por tragar peque?os alambres en vez de bichitos; uno, por electrocuci¨®n; otro, por atropello, y otros cuatro han desaparecido, no sabemos qu¨¦ ha sido de ellos, si se han ido a otra parte o qu¨¦. Pero ya hemos criado otros 15, que han aprendido de los pollos del a?o pasado y de los padres adoptivos".
El asunto tiene su intr¨ªngulis. No es tan sencillo como pudiera parecer a los legos en familia y protocolo de ibis. Junta y zoo han puesto en marcha otra novedosa metodolog¨ªa, que consiste en confiar a las garcillas bueyeras que ense?en a los ibis eremitas. Es arriesgado. La mitad de los que criaron a mano pasaron su ni?ez junto a polluelos de garcillas, con la esperanza de que cuando los soltaran por los acantilados de Barbate supieran imitar a estas aves blancas, abundantes, listas, oportunistas y adaptables". ?Funcion¨®? "Bueno, hemos comprobado que acuden juntos a comer mezcl¨¢ndose con las vacas retintas. Pero a¨²n es pronto para sacar conclusiones de todos estos experimentos".
Hagamos recuento de pollos: de los 15 de la nueva hornada, dos se dispersaron, se marcharon hacia Algeciras y no se ha vuelto a saber de ellos. Perdidos para la ciencia. Quedaron 13. A esa pandilla hay que unir otros seis ibis que han llegado procedentes de la cr¨ªa en cautividad en otros zoos europeos; pero cr¨ªa natural, con padres-aves, no padres-humanos. "Es una aportaci¨®n importante al proyecto para ganar tiempo y dinero, y mejorar la l¨ªnea gen¨¦tica".
Total, que ahora tienen 28; los nueve supervivientes del a?o pasado, m¨¢s los 13 de la nueva generaci¨®n, m¨¢s los seis nacidos en otros zoos. Para evitar que se escaparan m¨¢s -el final del verano y el inicio del oto?o es ¨¦poca propicia, parece, para hacer las maletas, lo que se llama dispersi¨®n juvenil-, desde agosto hasta noviembre los han tenido encerrados en el aviario. Justo ahora, en la primera quincena de noviembre, coincidiendo con su aparici¨®n en EPS, est¨¢ previsto abrirles y que vuelen. "Es ya el destete", cuenta Quevedo, no sin advertir en ¨¦l un grado de inquietud. "Entramos en una etapa crucial para el proyecto. Se supone que ya pueden actuar de forma independiente, sin los padres adoptivos".
Extra?a trayectoria, en fin, la de este p¨¢jaro, que ha pasado de dios de la sabidur¨ªa a imitar a las garcillas bueyeras y a humanos con un casco con pico y plumas.
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