Un milagro espa?ol
Uno de los grandes milagros de Espa?a en estos a?os es que al ritmo que ha crecido, la inmigraci¨®n no haya provocado el surgimiento de una extrema derecha significativa. Casi ninguno de los pa¨ªses de nuestro entorno que ha pasado por experiencias intensivas como ¨¦stas, sea Italia, Austria tras la ca¨ªda del Muro, Suiza o Dinamarca entre otros (adem¨¢s de Francia o Alemania, con ritmos distintos) se ha librado de este mal. La gran excepci¨®n es quiz¨¢s el Reino Unido, protegido por su pasado colonial multicultural y por un sistema electoral que favorece el bipartidismo. En Espa?a, es cuesti¨®n de tiempo. ?O no?
En la Espa?a de 1980, la inmigraci¨®n neta era un 0,3% de la poblaci¨®n. En 2004, seg¨²n los ¨²ltimos datos de Eurostat, es de 610.000, la segunda mayor del mundo en t¨¦rminos absolutos despu¨¦s de Estados Unidos, y un 1,62% de nuestra poblaci¨®n. Es el tercer pa¨ªs con mayor crecimiento relativo de inmigraci¨®n de la UE por detr¨¢s de, con otros patrones, Chipre e Irlanda. La tendencia al alza fue constante en los 80, pero el despegue de este fen¨®meno en Espa?a tuvo lugar en 2000 y 2001, a pesar de las leyes restrictivas del Gobierno del PP. A finales de 2004, seg¨²n la Secretar¨ªa de Estado de Inmigraci¨®n y Emigraci¨®n, hab¨ªa casi dos millones de extranjeros en Espa?a (20% m¨¢s que el a?o anterior) o 4,58% de la poblaci¨®n, lo que puede llegar a un 7% si se a?aden los ilegales estimados. Tambi¨¦n se ha producido un cambio en su composici¨®n. La mayor¨ªa ya no son comunitarios jubilados. Am¨¦rica Latina como origen ha superado a la UE, y la nacionalidad m¨¢s representada es la marroqu¨ª.
En muchos pa¨ªses de nuestro entorno, un crecimiento anual de la inmigraci¨®n superior a un 1% de la poblaci¨®n, y la presencia de m¨¢s de un 10% de extranjeros ha generado fen¨®menos de extrema derecha en pocos a?os, desde Haider a Pym Fortuyn u otros. Es dif¨ªcil saber el umbral de tolerancia de esta sociedad a la inmigraci¨®n. Las lecciones suizas u austriacas indican que lo alimenta no la lucha por el empleo, sino la percepci¨®n de cambio cultural y diferencia.
?Por qu¨¦ no en Espa?a? El gran aumento de la inmigraci¨®n ha coincidido con una ¨¦poca de bonanza econ¨®mica y de necesidad de cubrir puestos de trabajo que los espa?oles no quer¨ªan, junto a la percepci¨®n de que la inmigraci¨®n es necesaria para preservar el modelo socio-econ¨®mico. El esfuerzo en educaci¨®n de los hijos de inmigrantes (los nacimientos de madre extranjera ya suponen un 13,7% del total en 2004) y en protecci¨®n sanitaria pesa. Todo ello contribuye a mejorar la integraci¨®n de los nuevos espa?oles -muchos de los cuales vienen de pa¨ªses de habla hispana y cultura cristiana, lo que facilita su integraci¨®n-, pero los antiguos empiezan a percibir que se ven afectados en servicios y prestaciones. Y aunque la inmigraci¨®n se sit¨²a en los primeros lugares de las preocupaciones en las encuestas, el espa?ol medio la ve, pero no la vive ?a¨²n? como problema. Esta sociedad de la "Espa?a plural" es tambi¨¦n una de las m¨¢s posmodernas de Europa, lo que facilita la mirada hacia lo diferente y diverso. ?Hasta cu¨¢ndo? Lo ocurrido en las vallas de Ceuta y Melilla pone de relieve que o se hace algo -y hay que hacerlo desde la dimensi¨®n europea, aunque no haya un modelo europeo para la inmigraci¨®n-, o se llegar¨¢ a un desastre. Los disturbios en la baja banlieu de Par¨ªs son otro aviso.
La ausencia en Espa?a de una extrema derecha separada -aparte de la que acudir¨¢ en este 30? aniversario de la muerte de Franco al ignominioso Valle de los Ca¨ªdos- tiene una parte de explicaci¨®n en el ¨¦xito de Aznar al aunar en el PP a la derecha que iba del extremo al centro. Uno de los grandes temores del actual PP es, justamente, que por ¨¦sta y otras razones, le surja un partido por su derecha que se pudiera llevar a un trozo significativo del electorado. La tentaci¨®n de los socialistas de propiciar tal movimiento (como en su d¨ªa Mitterrand ayud¨® a Le Pen a ganar vuelo) existe. Ser¨ªa un grave error hist¨®rico. Pues el fin del milagro podr¨ªa acabar contamin¨¢ndolo todo. aortega@elpais.es
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