Goce de la t¨¦cnica
La magra plantilla del concierto madrile?o de Corella cuenta con tres principales del American Ballet. Los otros son solistas solventes, cumplen su papel y completan la velada respetando elementales reglas del buen bailar. En cuanto a lo coreogr¨¢fico, un paso a dos de Forsythe que es una meditaci¨®n sobre el hecho del adagio ballet¨ªstico; un solo de Parson que ya se le vio en Madrid al propio core¨®grafo bailarlo con m¨¢s ajuste en ese complicado efecto de fogonazos de luz y poses a¨¦reas, un prescindible y soso intento de Wheeldon por entrar en el estrecho canon arm¨®nico de P?rt y dos apa?os (m¨¢s que suites propiamente dichas) del Who cares? de Balanchine y el Don Quijote tradicional.
?ngel Corella y Estrellas del American Ballet
Primer programa. Coreograf¨ªas de David Parson, William Forsythe. Geoge Balanchine, Christopher Wheeldon, Marius Petipa-Alexander Gorsky. Teatro de La Zarzuela, Madrid. 9 de noviembre.
?ngel Corella siempre ha estado dotado para el giro y el salto, y ahora en la madurez conserva esas evoluciones y a ellas agrega un cierto donaire esc¨¦nico. Baila a la americana, es decir, con vistas a agradar al gran p¨²blico, a darle espect¨¢culo a toda costa. Una cierta ortodoxia reza que el ballet es otra cosa, pero en los tiempos que vivimos, tambi¨¦n se puede disfrutar de sus maneras, aunque la m¨²sica vaya en esos momentos por otra parte.
Pero quien arras¨®, se llev¨® la mayor ovaci¨®n y realmente brind¨® en escena un recital de buen ballet en toda regla fue la cubana Xiomara Reyes. Precisa, t¨¦cnicamente impecable, musical, y hasta salvando las dificultades en que la puso su partenaire, la bailarina mostr¨® un fuste, un dominio de los acentos y del car¨¢cter ejemplares. Y si hay que hablar de su t¨¦cnica, digamos que a lo espumante de su gesto suma un arrojo distintivo, elocuente de su seguridad y calidades. El pas de deux de Don Quijote, desde su graciosidad terrenal, tiene dos momentos para la bailarina: el archifamoso pas de cheval (aqu¨ª la presencia del abanico es una perversi¨®n moderna) con que culmina su breve variaci¨®n y la coda de giros, que hoy cada artista remata a voluntad. Bien, Reyes en lo primero se ajust¨® en los tiempos y en la din¨¢mica a lo que exige la coreograf¨ªa y en lo segundo, riz¨® el rizo y llev¨® el virtuosismo a una cota elevada haciendo arriesgados cambios de brazos dentro de los giros m¨²ltiples que termin¨® con justicia y garbo sobre sus s¨®lidas puntas. Una belleza que el p¨²blico recompens¨® con una ovaci¨®n.
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