Algo no cuadra
Desde hace un cierto tiempo y cada vez con mayor insistencia, en Espa?a se escuchan voces que defienden la regularizaci¨®n del comercio sexual, seg¨²n parece con tres objetivos: reconocer los derechos individuales de las personas que ejercen la prostituci¨®n considerando su trabajo una actividad econ¨®mica m¨¢s, erradicarlas de calles y carreteras, y censarlas. Pese a que, en principio, las medidas parecen servir los intereses de quienes se prostituyen -mayoritariamente mujeres-, algo no acaba de encajar en este postulado.
En primer lugar, quienes m¨¢s han insistido en la necesidad de regular la prostituci¨®n han sido los empresarios del sexo -antes llamados macarras o proxenetas-, de modo que podemos imaginar que, si defienden esa idea, ser¨¢ porque su consecuci¨®n les reportar¨ªa alg¨²n tipo de beneficio. Tanto se han empecinado que, de regularse la prostituci¨®n, los proxenetas, erigidos en guardianes de la moral familiar y callejera, habr¨ªan conseguido que sus negocios fuesen reconocidos como lugares de ocio de pleno derecho. En cambio, las prostitutas que van por libre y, sobre todo, las m¨¢s desamparadas se ver¨ªan barridas de calles y carreteras, e incluso de pensiones y pisos.
En Holanda fue legalizada y en una d¨¦cada la prostituci¨®n ha crecido un 25%
Tambi¨¦n resulta sospechoso que los empresarios del sexo manifiesten ese deseo perentorio por pagar impuestos a las arcas estatales y dejar, as¨ª, de tener un negocio que es simple econom¨ªa sumergida. Desde luego, les honra esa insistencia, aunque nos permitimos dudar de su honradez. Pero, sobre todo, lo que causa perplejidad es la pretensi¨®n de que las trabajadoras del sexo no puedan erigirse en empresarias de su propio negocio y montarse un chiringuito donde les plazca, m¨¢xime cuando actualmente, sin leyes que lo regulen, las que dicen haber elegido libremente vender su cuerpo -un 5%- pueden darse de alta de aut¨®nomos en otras profesiones
En segundo lugar, tambi¨¦n parece que se beneficiar¨ªan de la disposici¨®n los prostituidores, llamados eufem¨ªsticamente clientes. Para ellos -uno de cada cuatro ciudadanos espa?oles-, la medida supondr¨ªa mayor impunidad al utilizar los servicios de una prostituta o al hacer turismo sexual. Si ahora y pese a que la ONU considera la prostituci¨®n una forma de esclavitud y de maltrato, comprar el sexo de una mujer puede ser relatado como una haza?a entre cierto tipo de hombres, la regularizaci¨®n terminar¨ªa de despojar a esa actividad de connotaciones peyorativas y la transformar¨ªa en algo parecido a la visita de un parque tem¨¢tico. Parece que, con ello, las trabajadoras sexuales ganar¨ªan en dignidad, a la par que ellos disfrutar¨ªan de mayor "comodidad". Aunque, si lo que se pretende es dignificar esta ocupaci¨®n, no deja de resultar chocante que, cuando alg¨²n canal televisivo ofrece un reportaje sobre compra-venta sexual, muestre claramente los rostros y los cuerpos de ellas, pero cubra p¨²dicamente los rostros de ellos, los prostituidores.
Por ¨²ltimo, est¨¢n las prostitutas que ejercen sin haberlo elegido: el 95% restante, de las que la inmensa mayor¨ªa son inmigrantes sin papeles introducidas en Espa?a por las mafias internacionales. ?stas no quedan fuera del sistema por putas, sino que se dedican a la prostituci¨®n porque el sistema no les deja otra alternativa. ?De verdad van a catalogar a esas m¨¢s de 400.000 prostitutas sin papeles? ?Van a ofrecerles papeles porque se dedican a la prostituci¨®n y establecer¨¢n un agravio comparativo con las sin papeles que limpian casas o cuidan a personas ancianas? ?O van a dar papeles a cualquier inmigrante? Si es as¨ª, ser¨¢ un alivio no verles morir tratando de saltar vallas o intentando cruzar el Estrecho en pateras.
En Occidente existen dos modelos de abordar la prostituci¨®n: el modelo holand¨¦s y el modelo sueco.
En Holanda, la prostituci¨®n fue legalizada con el argumento de que ello erradicar¨ªa el tr¨¢fico y explotaci¨®n de mujeres inmigrantes y supondr¨ªa un control para la industria sexual. Sin embargo, las cifras demuestran exactamente lo contrario: en una d¨¦cada, el negocio ha crecido un 25%; la prostituci¨®n infantil ha aumentado vertiginosamente (se ha pasado de 4.000 a 15.000 ni?os, de los que la mayor¨ªa son ni?as); el 85% de prostitutas son mujeres v¨ªctimas del tr¨¢fico sexual y sin posibilidades de regularizar su situaci¨®n, y la violencia contra las mujeres se ha exacerbado.
En Suecia, en 1999 se aprob¨® una ley que penalizaba la compra de servicios sexuales y despenalizaba su venta. As¨ª, quienes resultan perseguidos son los macarras y los puteros, mientras que ellas no s¨®lo no resultan sancionadas, sino que, adem¨¢s, cuentan con unos servicios integrales que las ayudan, si lo desean, a dejar el oficio. El resultado ha sido una disminuci¨®n m¨¢s que notable del negocio y el ¨¦xodo de los traficantes de mujeres, que se han visto obligados a buscar otros lugares, otros mercados.
Tal vez quede por analizar el efecto que la compra de servicios sexuales tiene sobre todas las mujeres como g¨¦nero. Porque no olvidemos que ¨¦ste es un problema de g¨¦nero: el 90% de quienes ejercen la prostituci¨®n son mujeres, el 3% hombres y el 7% transexuales; mientras que un porcentaje abrumador de proxenetas y clientes son hombres.
El inconsciente, ese espacio apenas intuido hasta hace pocos a?os y ahora ratificado por los neur¨®logos gracias a las nuevas tecnolog¨ªas, es responsable de una intensa actividad de la que no somos conscientes. El inconsciente acumula creencias y prejuicios, origen de muchos de nuestros comportamientos. Una de estas creencias seculares, que estuvo en la base de la desigualdad entre mujeres y hombres, es la de que el cuerpo femenino es una mercanc¨ªa. Otra de esas ideas, desmentida cient¨ªficamente, es la de la necesidad sexual masculina tan insaciablemente natural.
En modo alguno conseguiremos una sociedad paritaria si no conseguimos borrar ambas ideas de ese inconsciente colectivo. Y, desde luego, regularizar la prostituci¨®n no parece el mejor camino. En cualquier caso, mientras en el mundo tantas mujeres y ni?as sean forzadas a prostituirse, ser¨¢n ellas quienes nos tendr¨¢n a su lado defendiendo sus derechos.
Gemma Lienas es escritora y miembro del Lobby de Dones de Catalunya
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