Sin respuestas frente al fuego
En la actualidad, las caracter¨ªsticas del movimiento migratorio son diferentes a las de cualquier tiempo pasado, hasta el punto de que es posible que nos encontremos ante una nueva era en la historia de las migraciones internacionales. Hoy, frente al pasado expansivo de Europa con sus or¨ªgenes en el siglo XVI, los pa¨ªses de la UE son, sin duda, receptores natos de emigrantes. Unas naciones con un fuerte pasado emisor, formadas hace muchos siglos y reacias, por sus fuertes tradiciones seculares, al nuevo fen¨®meno de recepci¨®n e integraci¨®n de emigrantes establecidos.
Si en el pasado el mapa de flujos pod¨ªa se?alarse con unas pocas l¨ªneas blancas y gruesas que part¨ªan de Europa y conclu¨ªan en los diferentes nuevos mundos, el complej¨ªsimo mapa actual se dibuja sobre una infinidad de delgadas l¨ªneas de colores que conectan casi cualquier punto del planeta con cualquier otro. Como consecuencia de este profundo cambio de tendencia, Europa ha cambiado tambi¨¦n sus actitudes hacia este fen¨®meno. En el pasado, la emigraci¨®n europea era valorada como fuente de oportunidades, fuerza de trabajo y enriquecimiento econ¨®mico y cultural. Por el contrario, y en t¨¦rminos generales, Europa ve hoy la inmigraci¨®n como un problema que hay que gestionar, mitigar, contener o incluso combatir. Mientras que en algunos sitios se planifica un cierto volumen de emigraci¨®n temporal y localizada por motivos de necesidad de mano de obra, en la mayor¨ªa no se desean asentamientos indefinidos. Y, en cualquier caso, para cuando esta elecci¨®n sucede, los problemas ya han empezado mucho antes.
Estos dilemas s¨®lo nos aparecen cuando nos enfrentamos a los inmigrantes pobres
Desde la ¨®ptica de una UE carente de modelo, el itinerario del problema suele ser siempre el mismo. En primer lugar, dificultades serias de contenci¨®n fronteriza en esta todav¨ªa pr¨®spera Europa, situada entre dos importantes desiertos de pobreza y donde nuestras l¨ªneas pol¨ªticas recibir¨¢n siempre m¨¢s visitantes por el lado de fuera que por el lado de dentro. En segundo lugar, la imposibilidad de integraci¨®n social plena de los inmigrantes, por las dificultades que los Estados encuentran en el dise?o de una recepci¨®n integradora, bien definida y bien explicada. Aqu¨ª suele entrar en escena un complejo tablero de contradicciones que invita a los Estados democr¨¢ticos europeos a ponerse en evidencia: necesidades del mercado de trabajo frente a un clima social reticente a la inmigraci¨®n, severidad y obligaci¨®n de control de los emigrantes frente a las exigencias de los reg¨ªmenes jur¨ªdicos garantistas de los Estados de derecho; ideales de cohesi¨®n social frente a la necesidad de grupos humanos que realicen las tareas menos deseadas; el principio de igualdad b¨¢sica de derechos frente a la tendencia a la distinci¨®n entre regulares e irregulares para que las pol¨ªticas de control aparenten credibilidad; el ideal de ciudadan¨ªa para todos frente a la existencia de gradaciones en el acceso a la misma; principios constitucionales de los Estados democr¨¢ticos -laicismo, igualdad entre hombres y mujeres, derechos de ni?os y adolescentes etc.-, frente a las pr¨¢cticas culturales de algunos grupos que los vulneran.
Y todo ello enmarcado en una verg¨¹enza aceptada al darnos cuenta de que estos dilemas s¨®lo nos aparecen cuando nos enfrentamos a los inmigrantes que huyen del hambre y se escapan de la pobreza, esos flujos, casi mareas, que denominamos de renta baja. Cuando la inmigraci¨®n es de renta alta, la problem¨¢tica resulta ser m¨¢s sencilla; tiende a consistir tan s¨®lo en el color de la alfombra que le ponemos al que se instala entre nosotros. Y las preguntas que flotan, suele ser siempre las mismas. ?D¨®nde ocultamos nuestra hipocres¨ªa utilitarista cuando no podemos explicar nada de esto? Y sobre todo, ?qu¨¦ hacemos para resolver nuestras contradicciones? ?Estamos haciendo lo suficiente en materia de respeto y fomento de la diversidad cultural como elemento para la aceptaci¨®n y el enriquecimiento de nuestras sociedades? ?Est¨¢ Europa insistiendo en el fomento rec¨ªproco de los distintos sentimientos identitarios y en la lucha contra el racismo y la xenofobia? ?Estamos aplicando pol¨ªticas oportunas para la abolici¨®n de la exclusi¨®n social del inmigrante y las fuertes desigualdades que les acompa?an?
La ausencia de respuesta o la respuesta negativa define bien la ra¨ªz del problema. Las im¨¢genes de los coches ardiendo en Francia son s¨®lo una punta de iceberg, la demostraci¨®n de que hay algo que falla, que la Uni¨®n Europea no define un modelo com¨²n para la inmigraci¨®n, que uno de los grandes desaf¨ªos de este tiempo es c¨®mo gestionar esta nueva era global de las migraciones internacionales y que aqu¨ª seguimos, asust¨¢ndonos con las im¨¢genes de los disturbios, sin preguntarnos cu¨¢les son los or¨ªgenes de fondo de este fuego. Por debajo de esos que, sin justificaci¨®n alguna, queman coches y que el ministro de Interior franc¨¦s denominaba "chusma", existen cientos de miles que viven excluidos en esta Europa pr¨®spera y que no queman nada excepto nuestra conciencia de europeos incapaces de dise?ar pol¨ªticas orientadas a su inclusi¨®n social. Ellos representan una pregunta que, si sigue sin respuesta, terminar¨¢ por quemarnos con la intensidad de un coche que arde, con la velocidad de aquel fuego que corr¨ªa al anochecer por la Rue de la Huchette, saliendo de los portales carcomidos, y que, como dec¨ªa el maestro, nos arder¨¢ dulcemente hasta calcinarnos.
Eduardo Madina es secretario general de las Juventudes Socialistas de Euskadi.
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