Consensos
El debate sobre el Estado de las autonom¨ªas, celebrado la semana pasada en el Senado, parece haber enterrado definitivamente el proyecto estrella que Rodr¨ªguez Zapatero hab¨ªa programado estrat¨¦gicamente para llenar de sentido su primera legislatura. Me refiero a su c¨¦lebre agenda territorial destinada a refundar la "Espa?a plural" como si se tratase de una segunda transici¨®n, agenda que abarcaba tres puntos fundamentales: la instauraci¨®n de la Conferencia de Presidentes auton¨®micos, la reforma del Senado como nueva C¨¢mara de representaci¨®n territorial y la redacci¨®n de nuevos estatutos de autonom¨ªa de orientaci¨®n federal en Catalu?a y el Pa¨ªs Vasco, con la esperanza de resolver para siempre el conflicto del nacionalismo irredento.
Pues bien, en s¨®lo dos meses, todo ese quijotesco proyecto se ha venido abajo como un castillo de naipes. El 10 de septiembre se cerr¨® la II Conferencia de Presidentes con un evidente fracaso. El 30 de septiembre se aprob¨® en Barcelona un proyecto de nuevo Estatuto catal¨¢n que resultaba completamente inviable. Es verdad que hace dos semanas, el pasado 2 de noviembre, semejante proyecto fue aceptado a tr¨¢mite por el Congreso de los Diputados. Pero la oposici¨®n ya advirti¨® de que no piensa cooperar en su reforma, por lo que sin su colaboraci¨®n ese proyecto s¨®lo podr¨¢ ser aprobado de acuerdo con el dise?o confederal que conviene a los partidos catalanes, provocando el rechazo mayoritario del resto de espa?oles. Finalmente, este pasado 9 de noviembre, ante tantas adversidades, el presidente Zapatero ha acabado por tirar la toalla, renunciando p¨²blicamente desde la sede del Senado a seguir adelante con la reforma de la "Espa?a plural" que tanto ambicionaba.
Era de esperar, pues ese proyecto de refundaci¨®n del Estado auton¨®mico s¨®lo deb¨ªa salir adelante con el consentimiento de la oposici¨®n, que a este respecto tiene un leg¨ªtimo poder de veto quiz¨¢ no jur¨ªdico pero s¨ª desde luego pol¨ªtico. Y esto Zapatero no lo pod¨ªa ignorar, a pesar de lo cual sigui¨® adelante con su empe?o sin tratar de negociarlo seriamente con Rajoy. ?Por qu¨¦ mantuvo vivo su proyecto a sabiendas de que no contaba con el pl¨¢cet de la oposici¨®n? Se ha dicho que lo hizo por un c¨¢lculo maquiav¨¦lico, deseando descolocar al Partido Popular con la esperanza de obtener la mayor¨ªa absoluta en 2008. Pero, de ser as¨ª, se equivoc¨® de medio a medio, pues le ha salido el tiro por la culata y ahora lo que peligra es su propia reelecci¨®n, que a este paso cada vez resulta m¨¢s problem¨¢tica. Tambi¨¦n se ha dicho que su empecinamiento se debe a un sectarismo doctrinario que le lleva a oponerse dogm¨¢ticamente a la derecha conservadora. Pero esta obcecaci¨®n no parece realista en un gobernante con una mayor¨ªa tan escasa, pues dada su patente debilidad, provocar a la oposici¨®n resulta casi suicida. De modo que para entender su insistencia lo mejor es atribuirla a una fe ciega en las virtudes m¨¢gicas del di¨¢logo pol¨ªtico.
El presidente Zapatero se muestra devoto creyente en la habermasiana democracia deliberativa, de cuyo debate p¨²blico espera que emerja el consenso por generaci¨®n espont¨¢nea. As¨ª, bastar¨ªa con proclamar la voluntad de di¨¢logo como quien dice "?s¨¦samo ¨¢brete!" para que el ben¨¦fico consenso surgiese como man¨¢ ca¨ªdo del cielo. Pues bien, con el PP de Rajoy (y con la patronal eclesi¨¢stica de la ense?anza concertada), esa magia no ha funcionado. Y con el catalanismo de Mas y Carod tampoco, pues el proyecto de Estatut no es producto del consenso sino del chantaje y la imposici¨®n. Como ya constat¨® Elster, la democracia deliberativa no funciona en las negociaciones asim¨¦tricas, donde el poder de cada parte est¨¢ tasado y siempre se impone la decisi¨®n de quien pueda coaccionar la voluntad de los dem¨¢s. Y esto ya deber¨ªa saberlo Zapatero, a juzgar por c¨®mo sali¨® su negociaci¨®n del proyecto de Estatut con Carod y Mas durante la ¨²ltima semana de septiembre. ?Habr¨¢ aprendido algo nuestro presidente o tropezar¨¢ de nuevo en la misma piedra por segunda vez, cuando tenga que renegociar con ellos la reforma definitiva del Estatut?
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