Stop a la precariedad
Los niveles de precariedad alcanzados son insoportables. El empleo temporal frena el consumo interno, conlleva ausencia de formaci¨®n de los trabajadores, afectando a la productividad, y constituye la principal causa de siniestralidad laboral. Por eso, la sobreutilizaci¨®n del contrato eventual revela una clase empresarial primaria que, adem¨¢s, incumple normas y convenios. M¨¢s de un tercio de los contrato se firman en fraude de ley, porque se renuevan superando los topes legales y dan lugar a altos niveles de rotaci¨®n con cambios de contrato y puestos. El fraude supone p¨¦rdida de derechos laborales y afecta a la antig¨¹edad, al no computarse en los contratos encadenados; a la participaci¨®n en elecciones sindicales, o a la promoci¨®n interna. Es un fraude que alcanza tambi¨¦n a la contrataci¨®n indefinida v¨ªa subvenciones o desgravaciones a la Seguridad Social.
Tomar medidas contra la temporalidad exige modificar la legislaci¨®n volviendo al contrato fijo como obligatorio
Seg¨²n la Encuesta de Poblaci¨®n Activa (EPA) la tasa de temporalidad en nuestro pa¨ªs es la m¨¢s alta de Europa, el 34,39%, con un espectacular incremento desde finales de 2004 (31,2%). Aunque aportamos el 7% de la ocupaci¨®n total de la zona euro, concentramos nada menos que el 26% de los trabajadores eventuales del espacio europeo y el 20% de los accidentes laborales.
Este paisaje responde a decisiones pol¨ªticas concretas. Hasta 1984 el contrato fijo era la norma y el contrato temporal requer¨ªa una causa objetiva y era excepcional. Ese mismo a?o el Gobierno dict¨® una ley que liberaliz¨® la temporalidad, sin causa objetiva y en cualquier tipo de actividad. Diez a?os despu¨¦s, se adoptan tres importantes medidas: legalizar las ETT que realizan contratos precarios pero no se consideran temporales; considerar que el despido de hasta un 10% de la plantilla, en tres meses, no es despido colectivo y por lo tanto no necesita autorizaci¨®n administrativa, y ampliar las causas para un despido barato en base a razones econ¨®micas, organizativas o de la producci¨®n.
Fueron medidas que en lugar de reducir la temporalidad la aumentaron al facilitar la sustituci¨®n de empleo fijo por empleo precario. El nuevo contrato indefinido con una menor indemnizaci¨®n por despido, pactado por sindicatos y patronal en 1997, no impidi¨® que siguiera aumentando la eventualidad, especialmente entre los j¨®venes; un 71% de ellos tiene contratos temporales, frente al 36,6% de la media europea.
Las consecuencias son graves: proyectos de vida a corto plazo, dificultad de acceso a una vivienda cuyo precio ha subido 14 veces m¨¢s que los salarios en los ¨²ltimos siete a?os, emancipaci¨®n de los j¨®venes m¨¢s tard¨ªa, escasa relaci¨®n estudios-ocupaci¨®n, menos natalidad, subempleo y roces con la exclusi¨®n y la pobreza. Los j¨®venes menores de 35 a?os cobran s¨®lo un 65% del salario medio y las mujeres e inmigrantes a¨²n mucho menos. En Euskadi, el 43% de los j¨®venes ingresa menos de 600 euros al mes, de forma que hay que tener dos sueldos y dedicar mas del 50% de los ingresos para pagar un piso durante 25 a?os. Por eso los j¨®venes son los principales perceptores de las ayudas de emergencia social y s¨®lo el 13% de los menores de 30 a?os est¨¢ emancipado. Aspectos como la clasificaci¨®n profesional, la promoci¨®n, los ascensos, incluso la limitaci¨®n de la jornada o la voluntariedad de las horas extras, recogidas en el Estatuto de los Trabajadores, dejan de tener sentido.
La impotencia de verse con treinta a?os en casa de los padres o la frustraci¨®n de no tener un trabajo digno potencian el tiempo evasivo y aumentan el consumo de alcohol y otras drogas durante los fines de semana. La participaci¨®n pol¨ªtica, social y sindical se debilita, porque el cambio de las condiciones de vida aparece lejano y, al potenciarse la competitividad y el individualismo, se genera m¨¢s agresividad. La inseguridad en el futuro conlleva inestabilidad afectiva.
La precariedad es un c¨¢ncer que corroe el tejido social y requiere una terapia agresiva y radical. Las ¨²ltimas reformas laborales han fracasado en el objetivo de reducir la temporalidad y las actuales propuestas del Gobierno van en la misma direcci¨®n; ampliar el abaratamiento del despido, habilitar a las subcontratas para realizar contratos indefinidos, cuando pueden rescindirlos por cese de actividad con la empresa principal, o potenciar el papel de las ETT.
Tomar medidas efectivas contra la temporalidad exige modificar la legislaci¨®n volviendo a establecer el contrato fijo como obligatorio, un periodo de prueba m¨ªnimo y necesario, prohibici¨®n de la subcontrataci¨®n en cadena y asunci¨®n por el Inem de las funciones de las ETT. El contrato temporal debe ser excepcional, se debe exigir una causa objetiva para realizarlo, y se deben habilitar los medios para hacer cumplir la normativa laboral en las empresas.
Los sindicatos necesitan de la juventud para renovarse y dinamizar sus estructuras y actividad sindical, un objetivo posible si los j¨®venes sienten que se est¨¢n representando sus intereses y sus inquietudes. Para ello, y en primer lugar, se deben denunciar los pactos de empresa en los que bajo diversos eufemismos como "salario de ingreso", "remuneraci¨®n de entrada", "complementos personales", y otras argucias, se est¨¢ discriminando a los j¨®venes que no tienen poder de negociaci¨®n y est¨¢n en clara desventaja respecto del resto de la plantilla. La lucha contra la discriminaci¨®n es la primera condici¨®n para ganar su confianza. Es necesaria, adem¨¢s, la m¨¢xima unidad en la acci¨®n de todas las organizaciones sindicales para frenar el actual proceso de deterioro de las condiciones de trabajo. Dec¨ªa alguien que la esperanza tiene dos hijos maravillosos; la ira ante las situaciones injustas y el valor de luchar para cambiarlas. Hacen falta, adem¨¢s, ideas socialistas y organizaciones sindicales fuertes para construir un mundo en el que conceptos como solidaridad, igualdad, justicia y libertad sean algo m¨¢s que palabras.
Jos¨¦ Arturo Val del Olmo es abogado y sindicalista.
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