Enigmas y pesares cotidianos
Cuando se estropean los frenos de la vida, la cuesta abajo s¨®lo se para por el choque contra una gran roca que, o te hace rebotar para iniciar un nuevo camino o perderte para siempre. Los protagonistas de Malas temporadas, tercer largometraje de Manuel Mart¨ªn Cuenca tras las estimables El juego de Cuba (2000) y La flaqueza del bolchevique (2002), han entrado en barrena a causa de la imposible tarea que supone a veces la existencia.
Al estilo de las Vidas cruzadas de Raymond Carver y Robert Altman, con similar desasosiego, Mart¨ªn Cuenca narra el devenir de una serie de personajes a la deriva, entre los cuales destacan un ex presidiario al que la libertad le est¨¢ matando despu¨¦s de inventarse su propio mundo en las cuatro esquinas de la prisi¨®n, y un anacoreta adolescente de la era de la playstation, rememorador del Fernando Fern¨¢n-G¨®mez de la pel¨ªcula de Juan Estelrich (1976), que se ha refugiado en su habitaci¨®n las 24 horas del d¨ªa porque tampoco quiere saber nada del exterior.
MALAS TEMPORADAS
Direcci¨®n: Manuel Mart¨ªn Cuenca. Int¨¦rpretes: Nathalie Poza, Javier C¨¢mara, Eman Xor O?a, Leonor Watling. G¨¦nero: drama. Espa?a, 2005. Duraci¨®n: 115 minutos.
Como casi siempre en este tipo de historias corales, unas funcionan mejor que otras (la de la paral¨ªtica que interpreta Leonor Watling quiz¨¢ sea la menos lograda), pero el conjunto est¨¢ muy trabajado, conformando un dibujo sobre algunos de los pesares de la vida actual tan real como pesimista. Al igual que otros integrantes de la nueva generaci¨®n de cineastas espa?oles (Cesc Gay con En la ciudad; Alberto Rodr¨ªguez en Siete v¨ªrgenes), el director demuestra pulso, conocimiento y fuertes dosis de desesperanza. No hay salida, y si finalmente se encuentra, es una especie de puerta falsa, una imitaci¨®n de peor calidad que la que en realidad quer¨ªamos abrir.
Con muy buen criterio, Cuenca no propone porqu¨¦s ni tampoco ofrece respuestas a los dilemas de la vida, por eso quiz¨¢ chirr¨ªe un tanto alguna frase con tendencia a la pontificaci¨®n y al lugar com¨²n ("?no quer¨¦is ayudar, s¨®lo quer¨¦is lavar vuestras conciencias!"), casi siempre relacionada con la trama de la asistente social de inmigraci¨®n. En la pel¨ªcula apenas hay respiro, lo que puede llevar a cierta claustrofobia en el sufriente espectador, pero las rachas funestas tienen eso, que ni siquiera los soplos de aire fresco se perciben como tal.
Muy bien interpretada (Javier C¨¢mara est¨¢ soberbio), Malas temporadas supone un excelente ejercicio de descripci¨®n de las tripas del ser humano de hoy d¨ªa, de los cotidianos enigmas que le rodean y de las enormes dificultades que supone resolverlos.
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