Ni pasiones ni romanas
Dec¨ªa Ortega que la novela es un g¨¦nero moroso porque consiste esencialmente en postergar un desenlace que el lector espera con ansiedad. Llevada a sus ¨²ltimas consecuencias esta idea se convierte en un desprop¨®sito, como demostraron algunos escritores franceses del nouveau roman -ah¨ª est¨¢ Alain Robbe-Grillet, a quien ya nadie lee- con disp¨¦pticas novelas en las que, como recuerda el t¨®pico, un personaje tardaba cien p¨¢ginas en bajar las escaleras. Puestos a diagnosticar, la enfermedad ven¨ªa motivada porque uno de los ingredientes de Ortega, la ansiedad expectante, o no aparec¨ªa por ninguna parte o, si aparec¨ªa, era r¨¢pidamente neutralizada con una digresi¨®n.
Pasiones romanas, de Maria de la Pau Janer, es un homenaje a la neutralizaci¨®n. La novela en apariencia cuenta los amores desgraciados de una serie de personajes, especialmente los de Dana, una periodista de Palma, e Ignacio, un abogado casado y con hijos que vive en la misma ciudad. ?ste deja a su familia para irse a vivir con la periodista, pero cuando uno de sus hijos sufre un accidente de tr¨¢fico decide romper con ella y regresar con su mujer. Dana huye trastornada hasta llegar a Roma, en donde rehace su vida con Gabriele, un anticuario italiano. Nunca sabremos por qu¨¦ Ignacio opt¨® por regresar con su familia, ni por qu¨¦ pasados diez a?os decidi¨® ir a Roma en busca de Dana. No importa, porque otro oportuno accidente de coche vendr¨¢ a tapar estos huequecillos.
PASIONES ROMANAS
Maria de la Pau Janer
Planeta. Barcelona, 2005
448 p¨¢ginas. 21 euros
En la novela tambi¨¦n se narran los amores de Marcos y M¨®nica, truncados porque ella sufre un accidente y queda en coma. Marcos, crey¨¦ndola muerta, huye de Palma y se instala en Roma. All¨ª rehace su vida con Antonia, que tambi¨¦n es de Palma, pese a que la sombra de M¨®nica se cierne sobre su relaci¨®n. En Roma coinciden asimismo Matilde, la confidente de Dana, y ya al final del libro Mar¨ªa, su amiga ¨ªntima. Ellas tambi¨¦n son de Palma. Pero da igual de d¨®nde sean todos estos personajes, porque en realidad aqu¨ª el ¨²nico que importa, al que s¨ª llegamos a conocer, es al narrador.
En Pasiones romanas no hay
ni pasiones ni romanas. Hay algunos personajes de Palma de Mallorca que en cuanto intentan apasionarse resultan inmediatamente neutralizados por un narrador castrante y tedioso, obsesionado con figurar y con que los personajes no le hagan sombra y que, en lugar de permitir que act¨²en, se empe?a en retransmitirnos la jugada. Conocemos sus pasiones porque el narrador nos habla abundantemente de ellas, pero como ellos mismos nunca llegan a actuarlas se quedan en meras carcasas. Para colmo de males resulta que el narrador tambi¨¦n filosofa y que no est¨¢ dispuesto a perdonar p¨¢gina sin una perla de su sabidur¨ªa: "hay historias que cuestan de contar", "hay mentiras peque?as que cuesta adivinar", "hay momentos en que un cuerpo rechaza a otro cuerpo", "viajar en tren es algo parecido a existir y no existir" (??), "ma?ana quiere decir futuro inmediato, lo que suceder¨¢ cuando nos despertemos, pasada la noche" (?!), "hay frases que suenan a t¨®pico, que se dicen para quedar bien".
Neutralizados los persona
jes; victorioso el gran narrador; la autora huyendo con unas hermos¨ªsimas sacas llenas de euros; al final el que peor parado sale en esta refriega de opereta es el lector. El narrador del Quijote pidi¨® a quienes le leyeran que le diesen las gracias no por lo que hab¨ªa incluido, sino por lo que hab¨ªa dejado fuera de su libro. El narrador de Pasiones romanas no ha seguido su ejemplo y el lector que se atreva con este material de construcci¨®n se las ver¨¢ y desear¨¢ para encontrar algo que agradecerle.
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