La pintora errante
Liberal, republicana. Excesivamente moderna para su tiempo, Delhy Tejero fue una artista singular. El p¨²blico y la cr¨ªtica reconocieron su obra, pero el franquismo la silenci¨®. Los herederos intentan ahora recuperar su memoria con exposiciones y la edici¨®n de sus diarios.
Una mujer delgada, vestida de negro, con el salvoconducto en la mano, un papel que luce bien visible la fecha -1937, A?o de la Victoria-, atraviesa un lluvioso d¨ªa de octubre la frontera de Ir¨²n camino de Francia. Adela Tejero, Delhy, una pintora formada en el academicismo de Romero de Torres y Moreno Carbonero, escapa de la miseria moral de un pa¨ªs en guerra. "Las maletas no se enfr¨ªan nunca para m¨ª. Parece que en mi destino tengo siempre un equipaje a punto para escapar?", escribe en su cuaderno. "No soporto la guerra, no resisto el ruido de la muerte que traen cada ma?ana los aviones. Y ahora Espa?a huele a sangre, a sangre y a mortaja. Ya no huele a naranjas ni a leche reci¨¦n hervida... Una muchacha y una maleta como dos peregrinas, tirando una de otra? Pero me queda el consuelo de la pintura. Y para m¨ª la pintura es la vida? Trabajar¨¦ hasta que me exten¨²e, hasta que se me adelgacen las fuerzas, tanto, que ya no pueda sostenerme ni sostener el pincel, pero entonces ser¨ªa capaz de pintar mentalmente para que los dibujos sean ideales, para que nunca se puedan transportar hasta la miseria material de la tela o el muro". Delhy Tejero (Toro, Zamora, 1904-Madrid, 1968), la pintora errante, la mujer que no se reconoc¨ªa en ninguna corriente est¨¦tica, que investigaba, buceaba en el surrealismo, en la abstracci¨®n, en el realismo, vuelve cien a?os despu¨¦s a la vida p¨²blica. Exposiciones en Zamora y en Madrid muestran lo mejor de una artista desconocida, expulsada de nuestra historia art¨ªstica.
"Sent¨ªa una aversi¨®n instintiva al franquismo, no quer¨ªa colaborar. Ten¨ªa la rebeld¨ªa del artista, pero podr¨ªa haber sido la ?valos del r¨¦gimen"
"Delhy Tejero no fue ninguna hero¨ªna, s¨®lo una exiliada moral del franquismo, pero sin convicciones pol¨ªticas"
"Fue una mujer muy libre, pero la religi¨®n la destroz¨® y la guerra la rompi¨®", asegura su sobrina, Mar¨ªa Dolores Vila, volcada desde hace tiempo en la tarea de rescatar del olvido la figura de Delhy. "Si yo no hubiera nacido en Toro?", se lamenta la pintora en sus diarios. La ciudad zamorana la marc¨® a fuego. All¨ª vivi¨® sus primeros a?os, entre curas y frailes -"el ¨¢mbito natural de mi abuelo eran los escolapios, los mercedarios; luego estaban las visitas al cementerio todos los domingos, para rezar ante la tumba de su madre. Era un ambiente muy restringido"-. A?os despu¨¦s, las pinturas costumbristas de Delhy reflejar¨ªan esa sociedad, los trajes de las zamoranas ricas, el camino del cementerio, las tierras onduladas de Castilla.
En 1925, una jovencita Adela Tejero logra el permiso paterno y se traslada a Madrid. Las ense?anzas academicistas le inspiran terror: "Toda la vida estuvo contra m¨ª la Escuela de San Fernando con un profesorado anticuado" -se refiere a Romero de Torres, Blanco Coris o Moreno Carbonero-. Acabada su formaci¨®n, consigue una beca para ampliar estudios de pintura mural. Entra en la residencia de se?oritas de Mar¨ªa Maeztu, vinculada a la Residencia de Estudiantes. Las turbulencias pol¨ªticas obligaban a las pupilas de la se?ora Maeztu a esconderse cuando cambiaba el Gobierno. La residencia repart¨ªa a las chicas por casas particulares, y a Delhy le tocaba habitualmente en casa de don Ram¨®n del Valle-Incl¨¢n. Con su amiga Josefina Carabias ofrece sus dibujos a peri¨®dicos y revistas, y decora algunos establecimientos madrile?os en un ostentoso estilo art d¨¦co, como, por ejemplo, la perfumer¨ªa que ten¨ªan los padres de Rosario Nadal, la primera mujer de Cela, en los bajos del Palacio de la M¨²sica de la Gran V¨ªa de Madrid.
En 1931 consigue la c¨¢tedra de Pintura Mural de la Escuela de Artes y Oficios, en Madrid. En uno de los rascacielos de la Gran V¨ªa madrile?a, el edificio de La Prensa, en la plaza del Callao, Delhy consigue un estudio propio (lo conservar¨ªa hasta su muerte, en 1968) y pinta los techos del cine instalado en los bajos del inmueble. Con dinero y amores, la artista decide pasar un verano africano. Es el a?o 1936. El 18 de julio emprende viaje de regreso a Espa?a desde Tetu¨¢n, donde las autoridades le indican que no puede volver a Espa?a porque ha estallado una revuelta militar. Escribe en su diario una frase absurda: "Qu¨¦ lata, 400 kil¨®metros para nada". Sola y sin dinero, pasa cerca de dos meses en Fez, hasta que a mediados de septiembre consigue volver a Espa?a desde Casablanca, por Lisboa, hasta Salamanca, donde, paradojas de su vida, la detienen por esp¨ªa. Delhy Tejero, morena, guapa, libre y siempre solitaria, vest¨ªa de forma extravagante -ella misma se dise?aba los vestidos-, fumaba en boquilla, llevaba las u?as pintadas de un rabioso color azul marino y su aspecto era llamativo. Una mujer como ella, sola, en la plaza Mayor de Salamanca, la capital de un victorioso general Franco, un hervidero de militares y falangistas, a la fuerza hab¨ªa de despertar atenci¨®n y comentarios. Mientras espera pacientemente la salida del coche de l¨ªnea para Toro, se le acercan dos hombres de la polic¨ªa secreta y le dicen que les acompa?e discretamente y sin resistencia al Gobierno Civil. Cuando Delhy muestra su documentaci¨®n, todo se vuelve m¨¢s complicado. Procede de Casablanca. En su pasaporte consta que ha salido de Madrid y vuelve por Marruecos. Los militares no se creen que sea una se?orita de Toro y la ponen a prueba: "?Conoce usted a Jer¨®nimo X??". "S¨ª, se?or", responde ella, "es tratante de cerdos y vive enfrente de mi casa de Toro". Prueba superada. El gobernador civil es quien se encarga de llevarla en su coche hasta Toro.
Delhy se encuentra con los amigos de la juventud (Suevos, Garc¨ªa Vi?olas...) instalados en el nuevo r¨¦gimen, mientras ella no puede volver a Madrid, ni a su estudio ni a su c¨¢tedra dotada por la Rep¨²blica. Gracias a un amigo, le ofrecen un trabajo en Salamanca, posiblemente en la universidad, pero no soporta el clima franquista y se vuelve a Toro, donde trabaja como profesora de dibujo y le encargan la decoraci¨®n del hotel Condestable, en Zamora. Pilar Primo de Rivera le pide que decore el castillo de la Mota. Se niega. "Ten¨ªa una especie de aversi¨®n instintiva al franquismo, aunque ella no era en absoluto roja; s¨®lo republicana, que era en lo que se hab¨ªa formado. Pensaba que aquella guerra iba a durar poco y no se quer¨ªa involucrar. Ten¨ªa la rebeld¨ªa del artista. Podr¨ªa haber sido la ?valos (el escultor que hizo el Valle de los Ca¨ªdos) del r¨¦gimen", asegura su sobrina Mar¨ªa Dolores Vila.
Cuando cobra el mural del condestable, pide permiso a la autoridad para viajar a Italia. Llega hasta Florencia, y all¨ª trabaja y estudia la pintura mural. Pero aquel ambiente le parece provinciano. Ve de nuevo uniformes, camisas negras, y no lo soporta. Odia la Italia fascista. Errante otra vez, viaja a N¨¢poles, y a Capri. "Tengo que irme de los sitios para echarlos de menos", escribe. Duda entre instalarse en Am¨¦rica o en Francia. Opta finalmente por Par¨ªs.
Es el a?o de la Exposici¨®n Universal. Delhy se acerca a visitar el pabell¨®n espa?ol -"me encontr¨¦ con los artistas, habl¨¦ con ellos de nada, lo vi bien y estuve sufriendo por la pobre Espa?a"- y se presenta a Picasso (m¨¢s de una vez lo recuerda en sus cuadernos y se lamenta de no haber fomentado su amistad). En la capital francesa toma contacto con lo que ella llama "los artistas de la miseria", "los mediocres de San Fernando". Y escribe: "Distingo con s¨®lo verlos a los que son de derechas". Se mueve entre exiliados y traba amistad con la pintora Remedios Var¨® y con ?scar Dom¨ªnguez, quien la introduce en el surrealismo. Delhy Tejero se encuentra a gusto en Par¨ªs, con los ojos abiertos a las nuevas corrientes pict¨®ricas. Participa en la gran exposici¨®n surrealista que organiza Andr¨¦ Breton en febrero de 1938.
Vende algunas pinturas y retratos, y sobrevive con dificultad. Echa de menos a su familia y se refugia en su nuevo amor, un pintor italiano, Bianchi, quien la introduce en la Escuela Teos¨®fica. Delhy reniega del surrealismo, borra sus huellas y su pintura se llena de motivos religiosos. En Par¨ªs se escuchan rumores de guerra. Los alemanes est¨¢n a punto de pactar con el Gobierno de Vichy. Algunos amigos aconsejan a Delhy que se vaya de all¨ª: "Con su aspecto de semita, se la llevar¨¢n enseguida...", le advierten. Regresa a Espa?a, de donde ya no saldr¨¢, el 28 de agosto de 1938.
La frescura de Par¨ªs se marchita en cuanto la pintora pone un pie en la ciudad zamorana de Toro. Se da de bruces con la realidad: compa?eros muertos, en el exilio o instalados en el r¨¦gimen franquista, y "Delhy no era ninguna hero¨ªna, s¨®lo una exiliada moral, aunque sin convicciones pol¨ªticas". Regresa a Madrid y se encuentra con un expediente por haber abandonado sin permiso sus clases en la Escuela de Artes y Oficios. Los cuadernines en los que escrib¨ªa sus pensamientos m¨¢s ¨ªntimos se llenan en esa ¨¦poca de anotaciones desesperadas: "Desde peque?ita he sido vieja? Recuerdo estar triste y atormentada porque era vieja".
Poco a poco, retoma su actividad y los encargos se suceden. Pinta iglesias (retablo de la iglesia del Plant¨ªo, en Madrid), cines, un comedor de auxilio social, gana el concurso para pintar el mural del Ayuntamiento de Zamora..., y en 1953 es la ¨²nica pintora que participa en la exposici¨®n de arte abstracto de Santander junto a nombres de la vanguardia como Saura o Millares. La cr¨ªtica la respeta. Cam¨®n Aznar o Lafuente Ferrari escriben maravillas de su pintura, pero Delhy Tejero siempre se queda a las puertas de algo. Le prometen premios que no le dan. En 1965, el Premio Nacional de Pintura se lo arrebata Daniel V¨¢zquez D¨ªaz. Se siente ninguneada. "Yo creo que les molestaba su independencia", asegura Mar¨ªa Dolores Vila.
La vida de Delhy Tejero entra en una espiral neur¨®tica. Se oculta detr¨¢s de gafas negras, a lo Ava Gardner; se niega a que le hagan fotograf¨ªas y, con tal de no decir su edad, niega entrevistas, citas?; lo que sea para preservar una coqueter¨ªa enfermiza. "Cuando muri¨®, en 1968, me hizo prometer que destruir¨ªa todos sus documentos donde aparec¨ªa su fecha de nacimiento". Ten¨ªa 64 a?os y el periodista Tico Medina, que nunca pudo acercarse en vida a ella, escribe: "Ha muerto Delhy Tejero, la mujer de los ojos misteriosos que jam¨¢s pude conocer". D¨¦cadas despu¨¦s le llegan los homenajes p¨®stumos: exposiciones antol¨®gicas, conmemoraci¨®n del centenario de su nacimiento, y el pr¨®ximo mes de diciembre se inaugurar¨¢ en Madrid una muestra de sus ilustraciones. Delhy Tejero, la pintora surrealista, informalista, figurativa, la mujer que ten¨ªa pena de su nombre, lo dej¨® escrito: "Cuando me muera, no me gustar¨ªa que me pusieran flores en mi tumba porque las ra¨ªces me llegar¨¢n a los ojos y me entrar¨¢n por la boca?".
'Delhy Tejero, ilustradora'. Museo Municipal de Arte Contempor¨¢neo. Conde Duque, 9 y 11. Madrid, desde 1 de diciembre.
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