Billetes

Esta vez ha habido suerte. Como dice el alcalde de Carboneras, derribar el hotel del Algarrobico se ha convertido para el Ministerio de Medio Ambiente en un emblema de legislatura. Es dif¨ªcil que llegados a este punto los promotores se salgan con la suya. El caso ha saltado a las p¨¢ginas de nacional, y toda Espa?a ha podido contemplar un edificio que, legal o ilegal, tiene un toque monstruoso. Ahora todo lo que no sea la demolici¨®n total del hotel se entender¨¢ como un fracaso del Ministerio y de la Consejer¨ªa.

Aunque el asalto de los chicos de Greenpeace ha sido muy espectacular, y la ministra ha conseguido parecer una hero¨ªna en la lucha contra el ladrillo, buena parte de lo que se ha conseguido se lo debemos a peque?as organizaciones ecologistas de Almer¨ªa. La Asociaci¨®n de Amigos del Cabo de Gata se moviliz¨® desde el principio contra la urbanizaci¨®n del Algarrobillo y mantiene en su p¨¢gina web (www.cabodegata.net) una lista actualizada de atropellos en la zona. Porque los problemas del Parque Natural del Cabo de Gata no terminan con esta demolici¨®n. Lo que ahora ha llegado a los telediarios es una m¨ªnima parte de las tropel¨ªas que se est¨¢n cometiendo.

Pero hay gente a favor del hotel. No me refiero a los promotores, que obviamente tienen muy buenas razones para defenderlo. Hay gente en Carboneras, representada por su alcalde, que preferir¨ªa abrirlo y explotarlo. No me imagino a los vecinos de Lanzarote o de Menorca defendiendo un proyecto semejante. ?Ser¨¢ que en otras partes son m¨¢s sensibles a la belleza de su tierra que los almerienses a la suya? No lo creo. ?Qu¨¦ es entonces? Quiz¨¢s un problema de pedagog¨ªa agravado por la pereza o la falta de imaginaci¨®n. Al contrario de lo que sucede en otros lugares, tener un parque natural m¨¢s o menos protegido se vive en muchos pueblos de Almer¨ªa como un castigo. La excelente entrevista de Mar¨ªa Jos¨¦ L¨®pez D¨ªaz al alcalde de Carboneras, Crist¨®bal Fern¨¢ndez, el s¨¢bado pasado pon¨ªa el dedo en la otra llaga del asunto: en Carboneras, dec¨ªa el alcalde, no hay agricultura, no hay pesca, no hay industria, y para colmo de males tampoco podemos vivir del turismo.

La defensa del Parque Natural del Cabo de Gata y de otros lugares protegidos no puede basarse ¨²nicamente en la persecuci¨®n de los infractores urban¨ªsticos. Basta un paseo por el levante almeriense para darse cuenta de que esa es una plaga que no tiene fin. Se demoler¨¢ este o aquel edificio, se desmantelar¨¢ ese invernadero, pero otras muchas edificaciones seguir¨¢n construy¨¦ndose de tapadillo o amparadas en la ambig¨¹edad de la ley y de los l¨ªmites del Parque Natural. Sin duda, es imprescindible que el Parque Natural se convierta lo antes posible en Parque Nacional, eso ayudar¨ªa mucho. Pero al mismo tiempo hay que idear alguna f¨®rmula para que los vecinos de la Isleta del Moro se sientan orgullosos de su pueblo y defiendan ellos mismos su protecci¨®n, la prohibici¨®n de levantar adosados frente al mar. Pero, claro, para eso tienen que ver la posibilidad de ganar billetes por otro lado, convencerse de que una franja de litoral libre de ladrillos puede ser tan rentable como una urbanizaci¨®n. Toda una tarea empresarial y pedag¨®gica.