Viento variable
Aquel 30 de octubre, el carcelero le entreg¨®, con cautela, un transistor y las obras completas de Sigmund Freud. Le sonri¨® y luego ech¨® la aldaba. El preso guard¨® transistor y libro bajo el jerg¨®n, se tumb¨® en el camastro y contempl¨® la estanter¨ªa de obra, donde estaban las conservas de mermelada que le hab¨ªan comprado en el economato de la prisi¨®n con los dineros que llevaba encima cuando lo detuvieron. All¨ª hab¨ªa confituras de ciruela, de fresa, de melocot¨®n, de naranja, y con los colores de sus etiquetas, cada d¨ªa, en un ejercicio de paciencia e imaginaci¨®n, movi¨¦ndolas abajo y arriba, a un lado y otro, hac¨ªa filigranas para representar las ventanas de Klee, una ambig¨¹edad de Kandinsky, algunos cuadril¨¢teros de Mondrian o la bandera republicana, sobre la monoton¨ªa de un blanco sucio y desconchado de tan sombr¨ªos muros. Pero aquel 30 de octubre supo que probablemente el dictador ya no firmar¨ªa m¨¢s sentencias de muerte, ni continuar¨ªa en la jefatura del Estado. Escuch¨® el transistor durante horas, hasta que las noticias le sonaron a mandolina y cuerda de Vivaldi. Y comprendi¨® que ciertamente "la poes¨ªa es o¨ªr la radio/ y estar atento a lo que traen las ondas". Y las ondas le tra¨ªan instrumentos de cirujano, despojos del santoral, inquietud en ministerios y capitan¨ªas, todo un terror¨ªfico retablo de ejecuciones y un leve aviso de libertad. Cuando las ondas se corro¨ªan de silencio e incertidumbre, el preso regresaba al amparo de la barricada de Freud: al t¨®tem, al sue?o, a la histeria y al tab¨², de papel biblia y p¨¢rpado quemado. ?Qu¨¦ pasar¨¢ ma?ana? Porque el alba era un funeral de luz entre las rejas, y las ondas, un estruendo de pilas agotadas. Y un d¨ªa, el carcelero, con cautela, le retir¨® el transistor y las obrasde Freud, y le advirti¨® de que se preparara. A las siete de la tarde abandon¨® la prisi¨®n: alguien hab¨ªa depositado la fianza y ten¨ªa que presentarse a la polic¨ªa todas las semanas. Cuando sali¨®, nadie lo esperaba. As¨ª es que ech¨® a andar calle arriba. Llov¨ªa y sinti¨® un viento variable y poderoso, que se llev¨® al dictador y nos dej¨® una monarqu¨ªa. Desde luego, no era un viento del pueblo, ni se lo piense.
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