Elogio de la amabilidad
No podemos exigir a nadie que sea simp¨¢tico, pero tenemos derecho a esperar que los dem¨¢s sean amables. He ah¨ª una de las claves de la buena convivencia. Comprendo y acepto que si la simpat¨ªa es una cualidad natural de las personas no todo el mundo tendr¨¢ predisposici¨®n a ella, y adem¨¢s algunos humanos se dir¨ªa que s¨®lo se sienten bien siendo antip¨¢ticos. Tambi¨¦n los hay que est¨¢n convencidos de que para ser simp¨¢tico hay que pasar el d¨ªa contando chistes malos y pegando codazos a la gente. As¨ª que podemos conformarnos con que haya afabilidad y cortes¨ªa en las relaciones entre ciudadanos. El mandato de amar a los dem¨¢s como a nosotros mismos parece hoy pura utop¨ªa. Viendo como est¨¢n las cosas y el poco respeto que percibimos a nuestro alrededor, no ya por la vida humana, sino incluso por el medio en el que ¨¦sta se desenvuelve, habr¨¢ que hacer un canto al simple respeto de algunas convenciones sociales muy elementales.
?Qu¨¦ nos est¨¢ pasando? Pues que el mundo gira hoy mucho m¨¢s deprisa que muy poco tiempo atr¨¢s. O que nos hemos empe?ado en creer que gira m¨¢s aprisa. O que somos nosotros quienes lo hacemos realmente. La misma tecnolog¨ªa que nos pod¨ªa haber hecho m¨¢s sabios y m¨¢s libres puede llegar a esclavizarnos. Estamos pegados al m¨®vil, a Internet, a la radio, a la televisi¨®n... Muchos se han convertido en aut¨¦nticas oficinas unipersonales ambulantes y funcionan sin interrupci¨®n durante 10, 12 o hasta 15 horas diarias, sin posibilidad de desconectar ni un solo minuto (ni siquiera durante las comidas). Y los m¨¢s peque?os tambi¨¦n parecen prolongaciones de otros aparatos que les alejan de una parte de la realidad y les crean desde su m¨¢s tierna infancia el h¨¢bito y la dependencia de la tecnolog¨ªa. Cada vez m¨¢s familias cenan frente al televisor sin cruzar una sola palabra y otras muchas ni siquiera coinciden ya frente a ning¨²n aparato, porque cada cual se conecta por su cuenta. La mayor¨ªa de los adolescentes que conozco pasan m¨¢s tiempo comunic¨¢ndose con sus amigos con mensajes de messenger o SMS que charlando de forma presencial.
No hay que ponerse apocal¨ªpticos, ni mucho menos, pero es seguro que para respetar a los dem¨¢s hay que tener un m¨ªnimo tiempo para pensar en ellos. No podemos respetar al pr¨®jimo si ni siquiera le vemos cuando se cruza con nosotros por la calle. Hay conductores que circulan como zombis alienados, obsesionados tal vez por llegar antes a alg¨²n sitio porque en su empresa les contratan y les pagan por minutos, o simplemente porque ya se han acostumbrado a vivir aislados en su moto o su coche, que es m¨¢s su mundo que el mundo real de las personas. Y tambi¨¦n los peatones caminan pertrechados con sus auriculares en los o¨ªdos, hablando con alguien en la distancia o tarareando una m¨²sica alegre, bastante ajenos a lo que ocurre a su alrededor.
Somos, adem¨¢s, consumidores de una televisi¨®n que irrita y acongoja. Hay verdaderos profesionales de la crispaci¨®n en la pol¨ªtica, en los deportes y hasta en el fascinante mundo del cotilleo y la frivolidad profesional. Muchos medios fomentan, promueven y magnifican las desavenencias, los insultos, los boicoteos y las descalificaciones. Algunas emisoras se han erigido en f¨¢bricas de bilis. Y llueve sobre mojado cuando muchos consumidores de toda esta inmundicia llevan a?os trabajando en unas condiciones que hubieran sublevado a cualquier sindicalista mediocre de los a?os setenta.
Contrapuesto a esta realidad cada vez m¨¢s extendida, se ha conocido recientemente el curioso ejemplo del peque?o reino de But¨¢n, en el Himalaya, que lleva desde 1972 desarrollando pol¨ªticas orientadas a promover la felicidad de la poblaci¨®n. En unas jornadas celebradas en Nueva Escocia, 400 fil¨®sofos y pensadores de todo el mundo han reflexionado sobre nuevas formas de definir y evaluar la prosperidad. En ellas, una treintena de representantes de But¨¢n explicaron que su pa¨ªs lleva 33 a?os oponiendo a la tesis del progreso ¨²nicamente vinculado al crecimiento del PIB una f¨®rmula inspirada en el budismo que intenta combinar el crecimiento del PIB con el aumento del FIB (felicidad interior bruta). "El bienestar material es s¨®lo un elemento. Eso no garantiza que est¨¦s en paz con tu entorno y en armon¨ªa con los dem¨¢s", hadeclarado un ex primer ministro de ese pa¨ªs. Visi¨®n del mundo a la que el pensador pol¨ªtico canadiense ha contrapuesto otra frase: "La idea del siglo XX es que debes sonre¨ªr porque est¨¢s en Disneylandia". M¨¢s o menos la misma tesis que en 1985 defendi¨® Neil Postman en su famoso libro Divirt¨¢monos hasta morir. Comparando las tesis de Orwell en su 1984 y de Huxley en Un mundo feliz, Postman escribi¨®: "Orwell tem¨ªa a quienes nos privar¨ªan de la informaci¨®n. Huxley tem¨ªa a quienes nos dar¨ªan tanta que nos reducir¨ªan a la pasividad y al ego¨ªsmo. Orwell tem¨ªa que la verdad se nos esconder¨ªa. Huxley tem¨ªa que la verdad se ahogar¨ªa en un mar de irrelevancia. (...) Resumiendo, Orwell tem¨ªa que nos destruyese lo que odiamos. Huxley tem¨ªa que nos destruyese lo que amamos".
En un mundo donde el dinero es poder, incluso poder para comprar el tiempo y el espacio de los que tan necesitados estamos, bueno es saber que no siempre son m¨¢s felices quienes m¨¢s tienen. The New York Times explicaba tambi¨¦n que un investigador de la Universidad de Michigan, Ronald Inglehard, lleva desde 1995 intentando explicar con datos objetivos por qu¨¦ raz¨®n los pa¨ªses latinoamericanos registran mucha m¨¢s felicidad subjetiva de lo que su situaci¨®n econ¨®mica har¨ªa creer. Tal vez influyan en ello el tiempo atmosf¨¦rico y el car¨¢cter de los pueblos, pero es igualmente probable que la cordialidad y la amabilidad de tantas personas en Am¨¦rica Latina puedan contribuir a mejorar la percepci¨®n general existente de un clima social que, curiosamente, no est¨¢ en sus mejores momentos en la mayor¨ªa de los pa¨ªses de la zona.
Se permiti¨® el cl¨¢sico aconsejar "contra el horror, humor". Igualmente ha llegado el momento de predicar aqu¨ª que contra la irritaci¨®n y la crispaci¨®n necesitamos que haya cada vez m¨¢s ciudadanos militantes de la cortes¨ªa. ?Y a lo mejor hasta resulta que la amabilidad es contagiosa!
?lex Masllorens es periodista y diputado del PSC.
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